A Pablo Casado solo le resta decir al mundo una sola cosa, la frase de su epitafio, porque su final lo ha escrito hoy, con media estoca en el hoyo de las agujas, se ha ido a las tablas, como hacen los mansos, donde va a rodar sin puntilla.
En el callejón, la niña de Chamberí y finito de Compostela, sonríen satisfechos.
No cabe mayor ridículo, ni es posible ser mas memo.
R.I.P
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