La dimensión de la opera, vista desde el mundo exterior, cambió de forma definitiva con la aparición en escena de los tres tenores, quienes con sus esplendidas gargantas emocionaron y conmocionaron, acercando el bel canto a un público que probablemente jamás hubiéramos pisado un teatro de opera. El tiempo y la vida han ido apagando esa corriente artística y ya solo quedan resplandecientes rescoldos de aquella socialización musical.
Los que han dado el cante, bravucones y desafinados, han sido los tres peores de la nueva política, Albert Rivera y los Pablo`s (Iglesias y Casado), que irrumpieron en un mercado electoral estancado y aburrido, haciendo creer que existía otra realidad e ilusionantes posibilidades más allá de los reiterativos discursos de los “viejos lideres” del bipartidismo y de la periferia nacionalista. El antinatural trio, tan efímero e inútil, en términos prácticos, solo ha conseguido, sin exclusividad, desnortar la política patria y desquiciar a un electorado que se escora peligrosamente hacia el mensaje facilón y tramposo de la ultraderecha. En su caída han dejado en evidencia situaciones grotescas y errores de calculo que darían para escribir varios libros, además de permitirnos cuestionar, con toda justicia, la maquinaria interna de los partidos políticos, que desde lejos, más parecen unas vulgares y previsibles sectas sometidas al líder de turno que un club donde la ideología se mantiene viva y en permanente debate.
El secarral que el cambio climático nos esta imponiendo inexorablemente, agrieta el suelo de pantanos y embalses, dejando exhaustos al campo y a sus campesinos, además de la locura del nuevo zar ruso, tan consentido como peligroso, han dejado y justifican, sobradamente, acelerar el paso al olvido de estos tres personajes cuyas huellas en el mundo del día a día, solo han dejado un débil rastro de cenizas y tiempo perdido.
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