Putin arrasó Alepo (Siria) hace tan solo 6 años, saltándose todas las reglas internacionales que intentan inútilmente que las guerras respeten algunos rasgos mínimos, muy mínimos, de humanidad. Muertes, destrucción de joyas protegidas por la Unesco y una larga e inacabable multitud de refugiados, pero claro, Siria le es tan necesario a occidente como un cuchillo jamonero a un restaurante chino, sus riquezas son ornamentales y culturales, y la única energía que tenían en el pedregal arenoso sirio es la energía del alma. Las democracias del mundo se lanzaron como posesos, a lo fácil, volvieron la cabeza mirando a la luna nueva como si tal cosa, como consecuencia, miles y miles de refugiados sirios, especialmente mujeres y niños, se consumen en campamentos cochambrosos por medio mundo, eso si, lejos de esta Europa nuestra que suelta una pasta gansa, a terceros países, por “las molestias”.
Las únicas sanciones que recibió Rusia, que se recuerden, fue alguna tarjeta amarilla por juego peligroso en el mundial de futbol. Sorprendentemente las más costosas y sofisticadas agencias de inteligencia del planeta no sospecharon que Vladimir no dedicaría ni un solo segundo de su tiempo a los sagrados rituales ortodoxos, ni a acariñar a su invisible y desconocida familia.
Ucrania, cuya reciente historia democrática, también ha tenido sus cositas, ahora olvidadas, no es un secarral desértico, su gas y sus cereales, han abierto los ojos y los brazos piadosos, de momento, de las democracias europeas. Putin por acojonamiento, ha conseguido encolar el destartalado mueble de la unidad europea, solo falta que la efectividad de las tardías sanciones económicas les duela a rabiar, en la cartera, yates y el orgullo, a los todopoderosos oligarcas rusos, a ellos y solo de ellos dependerá la verticalidad de la cabeza del tirano, no creo que nadie tenga duda alguna que a este, ni a sus forrados patricios, que los rusos de a pie las pasen putas, les importa menos que el resultado del Orcasitas-Puerta Bonita de este domingo.
De momento, cruzar los dedos para que no haya otros Alepos en la vieja Ucrania.
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