Casado ha conseguido, si el futuro no lo remedia, poner al jefe del trumpismo español, Abascal, a las puertas de la vicepresidencia del gobierno de España.
Después de pringarse los zapatos con boñigas y meados en granjas y gallineros, gastando tiempo y la tranquilidad de todos, Casado ha llegado al mismo sitio de donde salió, con la particularidad, que se ha metido en un callejón sin salida, donde los trumpitos, blanqueados por su ene/amiga Ayuso, le tienen agarrado por los bajos y eso que los Abascales dicen sentir el vomito negro cuando se les menciona la palabra autonomía, ya sabemos que ellos son de una, grande y todo eso. La alternativa es una repetición electoral, en el caso que a los de Génova 13, que sigue aún en venta, les de un ataque de dignidad democrática y los de Sánchez dejen de ser unos panolis y no se abstengan, me temo, que los antisistema terminarían por arrasarlo todo. Que me perdone el sumo hacedor, pero yo soy de los que quiere que los Abascales dejen de cacarear y piarlas de gratis, y en vez de tanta prédica, den trigo, que no es lo mismo, a ver si así nos vamos enterando de la carga explosiva que portan entre tanto papanatismo folclórico.
Muy tocado el electorado del terruño castellano-leones, dando muestras de un claro agotamiento, ganó por goleada una abstención record, dando aire a los mini nacionalismos que han florecido, victimizando un abandono real y agotados por el insistente acaparamiento de los espacios de los dos epicentros nacionales, Madrid y Cataluña, en este país tan polarizado como irrespirable.
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