Con descaro y atrevimiento lo digo, pero la coincidencia del jubileo de la reina Isabel II de Inglaterra y la romería de la blanca paloma, allá en tierras onubenses, es mayor de lo que parece, en ambos casos destilan toneladas de puro fervor, sin ambajes, ni lógicas ni justificación, es la admiración del sí porque si, dejan en paños menores a la idolatría pura. Ni la estatua o figura inmóvil, sin vida, de la virgen de las marismas, ni el impávido rostro de una mujer,cuyo gran mérito es haber “estado” durante siete lustros, han proporcionado ninguna ventaja, beneficio o rédito alguno, mas allá del indefinible mundo de las satisfacciones espirituales, ni a sus fieles, ni a sus súbditos, si acaso, costes y no pocos, aunque aquí, la reina británica es en sí misma un impuesto eterno y sin derecho a deducción para su pueblo, en el caso de la marismeña figura, solo gasta quien quiere o puede.
La devoción mariana/isabelina, debe ser muy gratificante, viendo esas caritas en semitrance espiritual, algo que a un no monarquico y desasistido ateo le cuesta tanto trabajo entender.
Paciencia
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