Ya sabéis, esa llovizna fina, casi insonora y sin embargo capaz de calar y empapar los terrenos más duros y resecos, si la borrasca (fulanita de tal) la deja hacer su paciente labor tan solo unas cuantas horas.
Joseph Goebbels (ministro de Propaganda de Adolf Hitler) regó con fina insistencia la terrible mentira al desolado pueblo alemán de la época. Consiguió que el desquiciado odio antisemita de su führer, gracias a su maquiavélico plan de propaganda desde el año 1933 lograra el peor de sus objetivos: la aniquilación de millones de seres humanos. El holocausto ideado, en gran medida, por su perturbada inteligencia inundó con su imborrable y cruel huella la historia de la humanidad.
La brutal manipulación que sufre y se auto infringe estúpida y tontamente la opinión pública de nuestro tiempo, quizás la más global y desproporcionada de la historia, ante la estupefacción del más elemental sentido común, permite que determinados “mantras” (cochinas mentiras y alguna despistada medio vedad), vayan tomando cuerpo en la población y se terminen por asumir como si estas fueran las propias y únicas “verdades del barquero”.
Los miles de jóvenes que quieren estudiar formación profesional y no pueden, las personas que esperan una ayuda de la dependencia que no termina de llegar, quienes viven en la angustia de formar parte de esas interminables listas de espera para ser operados o sencillamente quienes no pueden vivir bajo ningún otro techo que no sea la vivienda de sus padres o debajo de un puente, para todos ellos, sus amigos y familiares; ¿la inmigración ilegal es su principal problema?
Seguro que muchos tenemos la percepción de que el flujo, cada día más incesante, de seres humanos en busca de una vida mejor o de su supervivencia, se ha convertido en un problema de gran envergadura y compleja gestión, pero no deberíamos dejarnos “calar” por la pertinaz lluvia de quienes viven por, de y para la mentira.
Joseph Goebbels, fue modulando su mensaje de forma escalonada, poco a poco, hasta conseguir que muchos alemanes (demasiados) terminaron por adoptar como realidad, las imágenes que el gran embaucador alemán les iba pintando.
Aunque no parezca que llueva, cuidado, porque el calabobos, si no te das cuenta termina por calarte hasta los huesos.
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