EL APRENDIZ DE PUTIN
Cuando Vladímir Vladímirovich Putin (Leningrado, 1952), dejó atrás el débil y confuso legado de su predecesor, Borís Yeltsin, la frágil e incipiente democracia rusa, caminaba sobre una diminuta bicicleta, pero de ruedines.
El proyecto de democracia embarrancó, como suele pasar en estos casos, por el uso de sus sagrados principios; cuando, tras unas elecciones libres, apareció, desde la fría estepa, un tsunami en forma de una gran hostia: pero a cámara lenta.
El tipo bajito, con hechuras de sabandija, pero listo y malo a rabiar, tenía un plan. Con la paciencia de un buen orfebre, fue engarzando las más valiosas gemas, puliendo metales y cortando lo que le sobraba, a su alrededor. Con artimañas de avezado reptil, metió en su particular coctelera: oligarcas, medios de comunicación, servicios de información y jueces, todo regado abundantemente con mucho nacionalismo populista. Pero todo ello de forma soterrada, sin grandes aspavientos, con el lento cocer para hacerse un buen caldo y manteniendo un parlamento títere, en plan comparsa. Guardando las formas.
Los enemigos y quienes se apartan de sus postulados, aunque sea una sutil discrepancia, sufren cruentos ataques cardiacos, envenenamientos misteriosos, accidentes de todo tipo o sencillamente: mueren por las malditas pulmonías, causadas, por las traicioneras gélidas corrientes, tan comunes, en las frías cárceles rusas.
El pequeño diablo encandiló, a muchos, hasta alguien tan rematadamente lista como la canciller alemana (Angela Merkel); quien le abrió las puertas de occidente de par en par: algo que aprovechó para sembrar injerencias y manipulaciones por todo el mega-verso-mundial. La alemana mordió el anzuelo del gas y el petróleo a buen precio y esa dependencia ha terminado por convertirse en una pertinaz intoxicación.
Donald John Trump (Queens, New York, 1946), pretende, al calor de su permanente ceremonia de la confusión, darle la vuelta a la vieja democracia estadounidense y tener el poder absoluto. Ya lo intentó, burdamente, a la francesa, con aquella fallida toma del Capitolio por parte de unos mamelucos desorientados.
Donald es un vergonzoso gañán con un ego sin final a la vista. De muy mayor, su máxima ambición, es tener bajo su espantosa figura, el mismo poder que su admirado maestro, Putin.
Y en eso está.
Los aranceles de quita y pon y su monocorde verborrea, forman unos densos cortinajes que no dejan ver toda la profundidad de su venenoso proyecto. Aunque, sin duda, son una fuente de preocupación y una pesadilla para el resto del mundo.
El verdadero objetivo del gañán pelirrojo, no es otro que clonar el sistema de su maestro. Y sus primeros pasos, se han dirigido a quienes precisa dominar. CBS, CNN, Universidad de Harvard, jueces, fiscales y hasta la mismísima Reserva Federal y todo lo que vendrá. Son las primeras piezas de la cacería al disidente, algo preciso para doblegar el sistema y acercarlo a su caprichosa tiranía.
Los oligarcas, como hizo su maestro Putin, han sido los primeros en aceptar el pesebre donde saciar sus infinitas ambiciones, a cambio de: más riqueza, menos regulación y un horizonte libre e impune.
Trump no quiere, simplemente, retorcerle el brazo a la democracia norteamericana, sencillamente, se lo quiere arrancar y eso hace años hubiera sido una simple quimera con los días contados; pero aquella sociedad, y otras muchas, ha dado unas preocupantes muestras de haber perdido el uso de la razón.
El personal sueño americano de este aprendiz de Putin tiene, ante sí, dos grandes problemas, que se lo pueden tornar en pesadilla: un gigantesco déficit, sobre-financiado y su principal enemigo; una gran potencia, con una capacidad de resistencia ancestral, que forma parte de su código genético, China. Los inevitables desajustes de su locura, en casas y empresas, no parece, a priori, tengan el suficiente peso para que el mendrugo se ablande del todo. Veremos.
A medio y largo plazo, como ocurrió después de la Segunda Gran Guerra, el mundo debe reajustarse y aprender, que debe valerse por sí mismo y no depender de la locura de cualquier tirano o de alguno de sus aprendices.
No hay comentarios
Publicar un comentario