EL SILENCIO DE LAS PALABRAS
Me temo que no solo quienes dirigen el mundo actual, hay demasiados actores empeñados en embarrar, aún más, la soez e indigesta inquina que desprenden las respuestas y los pronunciamientos de la clase política y sus infiltrados que manejan a su antojo las redes sociales y algunos medios de comunicación. Parece, que cualquier opinión, idea o un simple comentario están obligados a pasar por el tamiz de una versión politizada, cuya traducción siempre resulta extrema y busca el daño y la controversia. Esto obliga a posicionarse en una de las dos únicas orillas de una confrontación provocada y peligrosa, a la que no se le ve el final. O se está o no se está, blanco o negro, no cabe la interlocución serena, el intercambio normal de ideas y opiniones o el acuerdo en parte.
La turba de declaraciones y matizaciones, como salvas de distracción, sobre la situación en Gaza, pretende llevarnos hasta dejar en segundo plano la humillante tragedia que sufren miles de seres humanos en el pedregal; en esa escombrera inhabitable en la que han convertido Gaza.
¿De verdad importa cómo se defina la que está ocurriendo en la franja de Gaza?
Las matanzas y las masacres son las consecuencias de cualquier guerra y también, y esto es lo curioso, los primeros sinónimos que aparecen en el diccionario relacionados con la palabra genocidio. La incuestionable matización que cabría hacer, en el caso de lo que ocurre en Gaza, es que allí no hay una guerra como tal. La guerra en Ucrania, como cercano, actual y triste ejemplo, tiene dos ejércitos, que ocupan frentes, trincheras y manejan todo tipo de armamento convencional con el firme propósito de diezmar al enemigo y ocupar su espacio. Es verdad que, como en todas las guerras, la batalla siempre termina lacerando y llevando al abismo a la población civil, especialmente a los más débiles.
En Gaza, Israel no tiene trincheras que conquistar, ni tanques que destruir. Tampoco parece que, pese al despilfarro de armamento y levas de soldados, esté acabando con la cúpula y cuadros medios de Hamás, porque estos miserables se han mudado de allí hace tiempo. No habitan los campos de refugiados, ni padecen el frío o el calor bajo las lonas prestadas de las tiendas de campaña, estos andan lejos y a cubierto de la hambruna, las privaciones y la muerte. Ellos, los líderes, quienes provocaron al ogro y su sanguinaria sed, con sus actos terroristas en territorio israelí, se permiten negociar indefinidamente, lejos, mientras que el pueblo de Gaza es aniquilado con la paciencia y tenacidad del perverso.
Cuando las imágenes diarias, nos muestran, en el menos malo de los casos, los cuerpos famélicos de los niños y sus rostros de arruinadas expresiones y el silencioso dolor de las madres gazatís, entonces el sonido de las palabras y su significado pierden su valor.
En aquel desolado escenario, la única esperanza real es la muerte. Sus imágenes se han convertido en el espejo roto donde deberíamos mirarnos atónitos y avergonzados, solo porque el poder real de quienes mandan en el mundo lo permiten, fríos e inclementes y sin mirar para otro lado.
Gaza, es un infierno donde sobran las palabras y falta vida.
No hay comentarios
Publicar un comentario