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¡Ya verás como se entere el juez Peinado!


 






¡Ya verás como se entere el juez Peinado!


Parece que no escarmientan. Cómo y cuánto les cuesta aprender de los errores de los demás, aunque eso es algo tan mortal como respirar.


En estos momentos vivimos un periodo de perseverantes persecuciones sobre presuntos abusos en la utilización de lo público para fines privados y particulares, por cuenta de nuestros lacerantes impuestos. Algunos jueces se han erigido en el último baluarte del interés general, y ese es el argumento principal en casos enciclopédicos como el que instruye el famoso juez Peinado o el de la jueza de Badajoz, referido al hermano del presidente del gobierno.


De confirmarse la cara dura de abusar de nuestra confianza, con los recursos de todos, habría que añadir a la cuenta deudora de estos presuntos jetas los honorarios de los jueces instructores más los del personal de sus juzgados que les asisten.


Para sorpresa de nadie, ayer en el Tribunal Supremo, el jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, con un salario, seguro que ridículo para sus merecimientos, que pagamos todos los madrileños, declaró, no solo que es un avezado inventor de mentiras, esa cualidad es sobradamente conocida, sino que además las difunde sin reparo. Ya por esto merece una buena regañina y una invitación para dejarle el pupitre a otro, que por lo menos no sea un vulgar mentiroso, y un pelín próspero o prepotente, como es el caso.


Pero la cosa no acaba aquí. Fabricar mentiras puede llevarle a uno más o menos tiempo; a este buen señor no creo que le cueste mucho y en horario laboral está muy feo, aunque sea por encargo de tu jefa. El problema es que toda su inventiva, su tiempo y hasta la energía eléctrica de su despacho, ordenador, etc. es por cuenta de la casa. Es decir le ha salido gratis a un tal Alberto. Podría haber sido otro, o llamarse Juan, pero en este caso, todo indica que el beneficiario a título lucrativo, o dicho en castizo, “por la patilla o el morro”, es el famoso Alberto, que ayer pretendió llenar nuestros corazones de pena, penita, pena , por su martirio.


Con estos mimbres el juez Peinado, que es un artista en estas cosas, le puede hacer un traje a rayas al tal Alberto, como alguien le mande un par de recortes de prensa; la de hoy podría valer, con la sonrojante declaración del jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid.


Siempre habrá alguien que critique a su señoría por ello. 


Así estamos.


Muy de tu rollo

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