Josef Goebbels: Ministro de Propaganda del III Reich (1933-1945), “…cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”
La acusación de robo es una excusa y un magnifico pretexto para acometer las tropelías mas inimaginables. Goebbels, consiguió, con una temible tenacidad en el manejo de su gran mentira, que una relevante parte del pueblo alemán estuviera a favor o hiciera la vista gorda en aquel aquelarre paranoico contra sus conciudadanos judíos, que terminó convirtiéndose en un holocausto terrorífico jamás visto.
A partir de aquí, la historia posterior está repleta de casos donde la famosa teoría que inspiró el inteligente nazi alemán, se ha demostrado muy eficaz. Pongamos, por ejemplo, el auge de los populismos en Europa, cimentados en la articulación de campañas perfectamente orquestadas, donde se enfatiza, entre otras cosas, la intromisión y la bancarrota que puede suponer la llegada de migrantes al viejo continente, mensaje machacón y torticero que ha retorcido hasta el extremo las posiciones de una gran parte de la derecha continental, prueba de ello, ya lo tenemos en el inmenso y árido paramo de la política española.
Quizás el ejemplo más visible del manoseo malintencionado de la palabra robo, ha sido sin duda, el inequívoco peregrinaje hacia su propio final de Donald Trump y su absurda mentira del “robo electoral”.
Trump, ha estado semanas con el goteo puesto, tras la cornada en la femoral de su pelirojo y enorme orgullo que le pego la urna americana, y aun así, herido de muerte de si mismo, no ha dejado de provocar y mentir a diestro y siniestro, mensajeando toda su vileza a lo mas desesperado y desarrapado del maltrecho sueño americano. La turba que quiso reventar el templo, oficial, de la antigua democracia norteamericana, era lo mas parecido a los personajes del video de Michael Jackson “Thriller”, zombis a los que un ratito antes se les había dopado de una ingente dosis de odio y rencor. Donald, miente con la misma facilidad que respira, y además se cree a si mismo mas que a nadie y hace bandera de ello. Su talón de Aquiles, su problema, es que carece de la sutiliza e inteligencia que demostraron sus colegas nazis en la Alemania empobrecida y desesperada de los años 30 del pasado siglo, aquellos manejaban las masas con una exactitud y control militar que rozaba la perfección. A quienes afirman que a Trump, las hordas de macarras y “paletos del medio oeste” se le fueron de las manos y le escribieron un triste penúltimo capitulo, me permito contradecirles. El adiós de Donald y su circo lo escribe con sus dos pitones astifinos de bisonte americano Jake Angeli, quien lo deja en la más ridícula evidencia ante su opinión pública y el resto del mundo, solo el gran Charles Chaplin hubiera sabido escenificar con acierto semejante apocalipsis.
Al final llego el final, y el acobardado Donald ha reculado, como un manso de libro, de forma tan vergonzosa como todo lo demás.Y todavía le queda por ventilar unos cuantos asuntos en la jungla judicial norteamericana y que hacer, oh my God!, si la esquiva mano de Melania Trump, decide formalizar su ya visible y patético divorcio.
Muy fuerte.
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