Aún me duele el codo del “corte de mangas” con el que mandé al basurero del rencor perpetuo no revisable, al terrible 2020, sin embargo, este elocuente desahogo no ha mitigado ni un ápice, el dolor ni el duelo y menos aun, la mala hostia ante tanta desfachatez, incompetencia e inutilidad.
Casi todo lo olvidaría, los muertos jamás, el perdón nunca fue mi fuerte, si al menos hubiéramos aprendido algo de los errores pasados.
Pero, no hay manera.
Cuando llegó la pandemia, la ignorancia y la mentira se lo pusieron a huevo al bicho. No había mascarillas, ni equipos y nuestra sanidad hacia aguas mayores y menores.
Se nos apreció la segunda ola, porque al parecer desescalamos pronto y mal, había que salvar el turismo, claro. Y no salvamos nada ni a nadie.
Y en esto llego diciembre, con cientos de fallecimientos diarios, don’t worrry, por que nuestras autoridades puestos a salvar, eligieron la blanca navidad. Millones y millones de luces LED y banderitas que ni son navideñas, ni venían a cuento. Y con el anuncio de la vacuna, lanzamos las campanas, no las navideñas, las de al vuelo. Familias, solteros y personal en proceso de divorcio, todos a la calle, a ver esa iluminación que habían puesto para nosotros, tiendas, compras, paseos, total, era el principio del fin, la luz al final del túnel. Nuestras autoridades con su habitual responsabilidad y después de poner la ciudad a nuestra disposición, eso sí, nos demandaban prudencia y cautela. Que monos.
Con la imagen de Araceli aguantando la primera banderilla salvadora, vivimos un emocionante momento, pero, de inmediato, “madame broncas”, perdón quiero decir Isabel Ayuso, ya empezó a liarla con que “si eran pocas las vacunas y que quería mas, muchas mas”, mientras, otros cuestionaron el método del reparto. Había prisa y recelo
Menos mal que el ministro Illa, pensando ya solo en su cosa en Cataluña, no le hizo ni puñetero caso, sino el porcentaje de vacunación en este Madrid tan provinciano no habría pasado de unos míseros decimales. La cosa no ha funcionado mucho mejor en otros lugares, con alguna excepción. Menos mal que estábamos preparados y además aquí se vacuna todos los años a muchos millones de personas.
La excusa, es que ha habido festivos, toma, claro, como han sido de sopetón y sin avisar, pues no se ha podido.
También al haber tanto festivo, no se dan cifras de la situación del virus, en el caso de Madrid eso ocurre cada fin de semana, necesario para el descanso e ir a misa. Pero hoy, pasada la blanca navidad y guardado el vestido de la Pedroche en el olvido, se nos anuncia, casualmente hoy, lo peor, esto va mal, muy mal.
Los Magos de Oriente, no nos traen carbón contaminante, sino “cierres”, así llaman a poner un par de polis en algún cruce, de zonas de salud, pueblos, comunidades, etc. por haber sido malos y no hacer caso de nuestros lideres y lideresas, que con tanto celo nos advirtieron de la necesidad de preservar en la prudencia y la cautela.
Yo de momento, y a la espera de la dimisión de Illa, me voy al fisio, que tengo el codo del golpe peor que un pelotari prejubilado.
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