Que cabreo deben tener las gentes que fueron por las buenas a defender un ideario de libertades ciudadanas y cuando doblaron la esquina, otros reventaron la entrada a deshoras a Nike, pa'pillarse unas zapas, símbolo inequívoco anticapitalista y luego a provocar la renovación urgente y a la fuerza del mobiliario urbano, que va por cuenta de todos.
Si las manis hubieran terminado como antaño, unos abrazos, risas y puño en alto, se hubieran evitado, muchos daños y el vértigo.
Debe ser frustrante observar que, al final de esa marcha pacífica hasta la esquina, solo queden dos cosas; el oxígeno enriquecido, a un tipo que es el eslabón perdido entre la razón y el reino animal y que me perdonen animales y animalistas y el desconcierto de quienes no han entendido que, en la portada, la noticia siempre es que el hombre muerde al perro y no lo contrario.
Para el tipo que protagonizó un minuto de oro en el informativo, mientras destrozaba, hasta la ruina, una oficina bancaria en Girona, salvando de la garra opresiva del capitalismo salvaje a cuatro fulanos y una señora de Olot que firmaban créditos al día siguiente, fue su gran noche como diría Raphael
Jon Manteca, en el año 1.987, fue portada en periódicos e informativos de medio mundo, con su muleta (le faltaba una pierna) e hizo una gran faena, sin dejar una sola cabina de teléfono viva en la calle de Alcalá, ni boca de metro entera. La protesta estudiantil, masiva, quedó velada por el vándalo que terminó siendo personaje de platós y emisoras.
Violencia y noticia van a la par, y si no que se lo digan a Caín, siglos lleva en el disparadero y todo por un mal golpe.
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