El poder de una palabra

Jesús de Nazaret, fue el primer influencer y sigue siéndolo después de mas de 2.000 años, nadie ha tenido mas seguidores que él, y eso a pesar de las continuas bajas en todo este tiempo, solo en la actualidad, se estima posee una cuota del mercado del 33% de la humanidad, unos 2.500 millones de personas. Se dió a conocer con una campaña inicial brillante, impactante para la época y muy vista, una gran estrella fugaz, el primer gran spot, que se sigue representando cada año en determinadas fechas, con la ayuda del sector publico, que cuelga e ilumina la estrella en calles y plazas sin coste alguno para él.

En un momento determinado y viendo que el mercado local era insuficiente para sus objetivos, montó una cooperativa con 12 socios y tras un periodo de formación, creó un filosófico manual corporativo y los envió por el mundo, fue la primera fuerza comercial de la historia, y solo uno no estuvo a la altura, un ratio irrepetible.

Su temprana muerte, sirvió para una expansión sin precedentes, nunca superada, abriendo cientos de miles de establecimientos de todo tipo, condición, tamaño y color en cualquier rincón del planeta, eludiendo todo tipo de uniformidad estética, con la única salvedad de la solitaria cruz, una facilidad de franquicia muy eficaz. La suma de todas las cadenas de comida rápida planetarias y sus encorsetadas franquicias y colores corporativos, no llegan ni al 25 % de los establecimientos de nuestro maestro de influencer.

Millones de trabajadores, con unas condiciones laborales excepcionales, sobre todo en cuanto a la jornada laboral se refiere y un elevado sentimiento de pertenencia que les llevaba, hasta hace muy poco, a que todos ellos se compraban por su cuenta el uniforme. Con unas estructuras jerárquicas muy claras, siempre en forma de árbol, fueron los precursores de este sistema de gestión del personal, no han tenido en todos estos siglos de historia ni un solo conflicto laboral, otro record.

Nunca nadie ha tenido tanto poder, riquezas, bienes y ha logrado poner de rodillas y agacharle la cabeza a ricos, pobres, buenos y malos, a toda la condición humana.

Este éxito descansa, no sobre una piedra, sino sobre una palabra, esa que Aznar después de años de logopeda no ha conseguido saber articular; PERDON. 

El perdón de los pecados, esa maravillosa y rápida manipulación que transmite la facilidad de limpiar la conciencia, de eliminar la congoja, exhortar la tristeza, sentirse libre, sano y vivo tras una pequeña oración y así, queriendo o sin querer, repetirlo cuantas veces sea necesario, como parte de un ciclo vital, sin olvidar, según el manual, que en los últimos momentos de la vida, antes de vislumbrar la gran luz, el perdón, es un pasaje para viajar a un lugar llamado paraíso.

El poder de una palabra.