Colón y la lija del 8

La presidenta de la independentista ANC, no le ha gustado ni un pelo esto de los indultos, considera que desarman al independentismo, por su parte, el quinto beatle (Puigdemont) y su entorno, muestran una manifiesta incomodidad con la medida, esta cosa no les interesa en absoluto, el acercamiento y el dialogo real, nunca tuvo una buena acogida en su hoja, ya enciclopedia, de ruta.

Mientras, Rosa Díez se ha despojado de su sudario y enarbolando una enorme lija del 8, ha llamado a las masas, aquellas que la enterraron, a una nueva jornada de banderas y tosquedad patriotera. La otra vez en Colón, la excusa era el relator y el peligro inminente de la división de España, sin olvidarnos del recuerdo de aquellas manifestaciones masivas en Pamplona, cuando Zapatero iba a regalar Navarra al PNV, el matrimonio homosexual iba dejar las familias como el lince ibérico, al borde la extinción, la negociación con ETA, era una rendición y una traición a las victimas o el malévolo estatut catalán, el ocaso de la democracia, con recogida de firmas y boicot incluido al cava y al fuet, con lo ricos que están.  Todas ellas han quedado en el olvido, pese al daño infringido directo o colateral, tan inútil y mezquino, como la visita de Abascal y su corsé a Ceuta (elefante en cacharrería).

Ante esta convocatoria algunos se están poniendo de perfil (PP y Ciudadanos), no quieren otra foto maldita en esa plaza, al parecer el interés partidista es más acuciante que la supuesta maldad del gobierno. Si el escarnio es tan grave, no se entiende tanta precaución y cautela. O quizás, se han dado cuenta de lo mal que interpretan la política Lesmes y sus chicos del Supremo, cuando deslizan con satinado malaje, que el gobierno necesita a los independentistas para alcanzar el final de la legislatura, grave error de percepción, además de olvidársele, los panes debajo del brazo que suponen los muchos millones en forma de fondos europeos y las liberadoras  vacunas, las dos grandes palancas para iniciar el anhelado rebote de la economía.

Los nacionalismos son como los programas-concurso de música en televisión, cambian los formatos, pero en el fondo todos son iguales. El otro siempre es el traidor o el botifler, según. Adolfo Suarez y todos los presidentes de gobierno socialistas han soportando este arbitrario adjetivo, sin embargo, nada se dice de los que, si traicionaron expresamente a su propia legitimidad y obligación y durante muchos años, no fueron capaces de enfriar el suflé catalán hasta convertirlo en la actual papilla pringosa para la que, ninguno de los colonos de Colón, tienen propuesta de solución, que no sea hacer el Don Tancredo, que es lo mismo que lleva haciendo Don Cristobal en esa plaza toda la vida.

Rosa y los otros, a fin de cuentas, hacen lo único que saben, desgastar.