El portero del Plaza

El primer aviso a Boris Johnson, aquel engañabobos que gano un referéndum, se lo dio el pollo frito, este desapareció de los corners de ciudades y pueblos, la buena noticia para la gastronomía y el buen gusto debería haber alarmado a la oronda cabeza coronada en deshilachado rubio del premier británico. De inmediato, a las estanterías de supermarkets & stores, se le empezaron a ver los armazones y los fondos, mientras la british chiquillería aprovechaba los espacios y hacían maravillas con sus cochecitos y monstruos por sus gélidas baldas, aunque a papi o a mami esto le suponga llegar a casa con la mitad de la lista de la compra sin tachar. Lo último, no hay matarife para tanto cerdo, de cuatro patas, y el combustible escasea más que el sol, los choferes se fueron cacareando, antes de perder las plumas, y el desolado pueblo britanico ha comprobado el coste real de los votos. Es probable que algunos empezaran a pensar que tampoco se estaba tan mal antes, cuando estaban todos. Una lastima.

Mientras, en el PP se han vuelto feriantes, y andan de pueblo en pueblo, pregonando el nuevo crecepelo, para ello han rebuscado en el camposanto de la corrupción y la financiación irregular, y se han montado unos bolos con el trio; Sarkozy y su pulsera telemática, M(punto) Rajoy y Ansar. Aún se recuerda la solemnidad del niño Casado, cuando dijo romper con el pasado pringoso del partido y amenazó con desprenderse, ya mismo, de Génova 13, como maléfico y endiablado edificio, al parecer el maligno inmueble sigue en fotocasa, y Casado ríe y ríe, como un niño con tablet nueva, avalado por estos carcamales. No obstante, la feria no será feria, hasta la llegada de la nueva lideresa chochoni, que es la más solicitada en la tómbola pepera, después de la regañina al papa de Roma demostrando lo crecidita que está y lo mal que lee lo que escribió el dueño del Vaticano, y de una gira americana tan turística y fotográfica, como vacía de contenido, si exceptuamos una cordial conversación con un tipo de ostentoso uniforme con múltiples galones y entorchados, a las puertas del Hotel Plaza de New York, quien amablemente le indico como llegar a Zara.

Solo el dolor de su gente y las imágenes de la abusiva destrucción en la isla de La Palma son capaces de dejar atrás a tanto mezquino y mezquindad, ojalá la crueldad de estos días tenga un final inmediato.