Aun faltaba algún año para alcanzar la década de los 80 del pasado siglo, cuando en una soleada pared que protegía un colegio mayor en la ciudad universitaria de Madrid, un energúmeno, dejo constancia de su alma enferma en una pintada que decía:“en la violación relájate y disfruta”.
En aquel momento, añoré el futuro que imaginé tan distinto a aquella sociedad donde la larga dictadura había prolongado un machismo medieval, sin ambigüedades, disimulo y sin taparse la cara para nada. El concepto de hombría, tan de moda, iba asociado a una conducta machista, dominante y en muchos casos violenta y grosera. La violencia sexual se guardaba a cal y canto en la oscura cueva del silencio impuesto, cualquier intento de denuncia o protesta terminaba siendo un escarnio para la propia victima, que en muchos casos era repudiada y lapidada por las sentencias expresas que hacían imposible cualquier mínima comprensión a su dolor e impotencia; “algo habrás hecho” , “no son horas” o “es que vas provocando”.
En estos días, cuando en casi todos los países de Europa se están batiendo el vergonzoso record de incremento de delitos sexuales contra la mujer, el caso de España y el Reino Unido son sencillamente escandalosos, no me acuerdo del pasado, ni lo añoro, pero siento una profunda tristeza por aquella ilusión en la mejora y justicia de la dignidad humana hacia la mujer, que el tiempo y el hombre (en masculino) se han encargado de destruir.
El energúmeno de la pintada, sin exculparle ni medio segundo, probablemente no disponía de los medios, perspectiva, información y educación que hoy es asequible y diáfana para todos los hombres jóvenes, de cualquier condición social, quizás por eso, no llega a uno a entender que tanta vileza, maldad y cobardía estén acorralando en el dolor y el miedo a las mujeres, que hoy, son mucho menos libres y más vulnerables que aquel día que estupefacto vi desde el autobús aquella asquerosa pintada.
La ley y la justicia, no son capaces de atajar esta catarata de daños y angustia, no creo que esto cambie a mejor sin la beligerancia y determinación de ellos, los jóvenes que deben acompañar la lucha en contra de tanto bárbaro y tanta barbarie.
Ellas hoy no son libres.
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