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La venganza del Capitán Drake



 


Antencedentes

El Capitán Drake, fue derrotado, me atrevería a decir, humillado, en el mar Caribe. La derrota no fue llevada a cabo a base cañonazos, muertes y sangre, sino con la sutileza y la inteligencia de dos jóvenes manchegos, casi niños, que  con su picardía hicieron caer al gran corsario ingles en una trampa, donde se dejo fama, orgullo y la mitad de sus barcos.

 

No es fácil, debéis reconocerlo conmigo, pasar a ser el más miserable de los hombres, después de haber sido el más grande pirata de todos los tiempos. En su vuelta a Inglaterra, en aquel destartalado y viejo barco, Drake, rumiaba cada instante su venganza, necesitaba vengarse de aquella enorme derrota, de la más fea afrenta jamás perpetrada, de aquel ridículo que los españoles, y mas concretamente aquellos dos odiosos mocosos manchegos, le había infringido.

 

A su regreso a Inglaterra, derrotado, abatido, con una tripulación que ni san siquiera le miraban a la cara, no fue recibido por la reina, ni por ningún alto cargo del almirantazgo británico, en realidad nadie le esperaba en tierra, ya no quedaba nada de los vítores, aplausos y canticos de otras muchas ocasiones donde era tratado como un héroe nacional. En el puerto de Devon, concretamente en la cantina “el pato cojo” habían dejado un sobre para el, y habían dado unos míseros chelines al posadero, para que, al llegar el capitán a puerto, le ofreciera una jarra de ron, ese fue su ”gran” recibimiento, la espesa bruma que cubría el puerto no le hizo sentir más frio que la propia e intima sensación de ser un vencido.

 

Sentado junto a la chimenea de la vieja posada y sin sentir para nada el calor de los dos grandes leños que en llamas desprendían un agradable calor, Drake miró el sobre, y al girarlo vió el sello inconfundible de la reina de Inglaterra, dudó un largo instante entre levantarse con los ojos llenos de lagrimas de dolor y no probar ni una agota de la jarra de ron y abandonar encima de aquella mugrienta mesa de madera, el sobre, cuyo contenido le hacia temer muy malas noticias o abrir el condenado sobre.

 

Respiro hondo varias veces, un enorme pesar le invadió el pecho, casi le costaba respirar, se quitó su sombrero pirata de tres picos y alargando su temblorosa mano, rasgó el amarillento sobre y extrajo un muy doblado pergamino, donde podía distinguir , sin duda alguna,  la inconfundible letra picuda y alargada de su majestad la reina de Inglaterra, letra que otras veces había garabateado encendidos elogios para con el astuto marino-corsario, que tantas riquezas había depositado en los amplios sótanos del tesoro real, donde el oro, las joyas y las mas suntuosas telas, se guardan con el máximo celo. 

 

El tesoro real, el mayor tesoro del mundo, el tesoro mas envidiado del planeta.

 

La Carta

 

Cuando el pergamino real rodo por el suelo, en forma de una imperfecta bola, a varios metros del capitán, el viejo posadero no pudo reprimir su enorme deseo de saber y conocer lo que la reina expresaba en aquel documento, y con una sorprende agilidad, pese a su enorme barriga, tomo la “pelota” y desenmaraño el pergamino, aunque solo con mirar el rostro serio, cariacontecido, el amargor en la expresión del capitán, sabía que nada bueno podía expresar su majestad la reina en aquel documento, pero pese a ello, su curiosidad le hizo leer con ansiedad cada una de las palabras allí escritas.

 

Capitán Drake:

 

Es obvio que sus ultimas aventuras no han sido bendecidas con la ayuda de Dios quien parece haberle dado la proa (espalda) a sus enormes victorias en las aguas que bañan los países de medio mundo.

Como sabéis, el reino y yo misma, os estamos eternamente agradecidos por vuestras valiosas hazañas, habéis reportado al país grandes tesoros y convertido el nombre de nuestra patria en algo que causa temor y respeto al resto de las naciones del mundo. Pero después de dejaros engañar por unos niños españoles, el nombre de Inglaterra y yo misma no podemos permitirnos ninguna ofensa más y no podemos asumir que usted con el animo de vengar la afrenta salga a navegar y en su desesperación cometa algún error que pueda ser ya irreparable para el reino.

Por todo ello, decretamos que seas destituido como capitán, jamás podéis mandar, ni comandar un barco de ninguna clase y toméis posesión de una casa que la corona de Inglaterra os cede, situada en la aldea de Bay of the Wind (Bahía del viento) que esta situada en un promontorio donde cada amanecer podéis ver desde la ventana el enorme océano que tantas veces habéis surcado.

Para vuestro mantenimiento y de por vida, tenéis asignada una pensión anual de dos mil libras esterlina, tres barriles de ginebra, dos cerdos y doscientos kilos de patatas y rábanos, así como leña y carbón suficiente para vuestra comodidad.

Por ultimo, vuestra presencia en la corte de Londres o en las cercanías del palacio real, no serán necesarias, por lo que os rogamos os abstengáis de cualquier intento de visita a esta corte y a mi persona.

 

Firmado por mi, Isabel reina de Inglaterra.

 

La casita de Bay of the Wind

 

Cuando Drake se levanto de aquel incomodo sillón, ante la mirada temblorosa del orondo tabernero que en respetuoso silencio lo miraba, sus huesos crujieron con tal fuerza, que parecía se había roto en mil pedazos. Cabizbajo y sin probar ni una gota de la jarra de ron, caminó con pasos cortos y titubeantes hasta la puerta de roble que le esperaba entreabierta. Los escasos parroquianos de “el pato cojo” guardaron un raro y poco habitual silencio en una taberna de un puerto ingles, donde las mas de las veces, la bronca, el ruido y las canciones no dejan de sonar durante todo el día y hasta que las estrellas empiezan a buscar el alba.

 

El héroe del Caribe, el gran personaje mas importante de aquella época en Inglaterra, el mas poderoso marino de todos los tiempos, salió por la puerta con el pago más cruel que podría esperar,  la soledad y el destierro.

 

 

Doce largas y tenebrosas horas le llevó al Capitán Drake, llegar a aquella fea y destartalada casa, sola en el paramo próximo al mar y donde el viento golpeaba incesante día y noche, como pudo comprobar en días posteriores. El pueblo mas cercano estaba a casi dos leguas y no había ser humano a la vista, por mas que el capitán otease el horizonte.

 

La soledad no era completa, la casa crujía constantemente, como un estomago hambriento y vacío, por las noches, el viento que recordaba su presencia a cada instante hacia que los viejos tablones del caserón expresaran unos largos e insoportables lamentos, que solo molestaba a Drake y no a sus vecinos, una enorme familia de ratones que andaban por todos los lados con el descaro propio de quien considera aquello como suyo y a Drake como un invasor.

 

Al principio pensó en traer un gato y hacer una escabechina de roedores, pero luego se dijo a si mismo, bastantes escabechinas he hecho en la mar, y los dejo en paz, hasta llego a procurarles algo de comida que esparcía por el suelo de la cuadra donde habitaba su yegua, la vieja Rosi, quien compartía con su amo la soledad del paramo.

 

Cada día era igual al anterior, largos paseos mirando al mar, viento, incesante, machacón y los siniestros crujidos de la madera que hacían las noches poco soportables para el descanso.

 

Pasado un tiempo decidió ir al pueblo a comprar provisiones y porque no, a tomarse un buen jarro de ron, en recuerdo de los viejos tiempos en alta mar. Rosi y él, cabalgaron a trote cómodo por el ondulante camino hacia el pequeño pueblo, donde no había más de una veintena de casas. Echas las comprar en la misma cantina donde pidió una jarra de ron, tomó posesión de una silla y en silencio empezó a beber. Pocos parroquianos había en el lugar, pero lo cierto es que todos salieron en estampida en el momento que Drake tomo su jarra y se sentó, ¿seria una coincidencia?, se preguntó. Al poco tiempo la pequeña plaza del pueblo se fue poblando de curiosos, era evidente que aquellas personas estaban esperando su salida de la tienda-taberna para algo que el desconocía, pero su instinto le decía que nada bueno podría suceder.

 

Cuando la encorvada figura del capitán Drake cruzo la puerta y salió al tímido sol de aquella mañana, solo el maldito viento se hacia notar, porque el silencio entre los aldeanos que le miraban fijamente y de forma no muy amistosa era absoluta. Los miró sin vergüenza alguna, fijamente, algunos desviaron sus miradas, cargó sus mercancías, montó en Rosi y tomó el camino, de repente…

 

Una enorme piedra pasó por encima de su cabeza, y luego otra y otra,  una cuadrilla de chiquillos habían decidido que aquello de tirar piedras al viejo capitán era divertido, pero eso no fue lo peor, lo peor fue la cancióncilla que acompañaba a las piedras que volaban por aquí y allá..

 

¡¡Cobarde gallina capitán de las sardinas!!

 

Mientras, las risotadas de los aldeanos llevabas en volandas por el inseparable viento llegaban nítidamente a sus oídos, dañando su corazón, su orgullo y haciendo que la rabia se apoderase de todo su cuerpo. A punto estuvo de volver grupas hacia aquella canalla, y desenfundar el sable y lanzar a Rosi a galope de carga  ¡merecían probar el viejo pero afilado acero de su espada!. Sin embargo, hizo trotar su cabalgadura, hacia la crujiente casa en lo alto del paramo maldito y allí permaneció cerrado varios días, sin comer ni beber, absorto en sus pensamientos, en su lucha interior, intentando amansar la enorme rabia y desesperación que sentía.

 

Los meses pasaron, solo Rosi era su compañera fiel y animosa cuando su entrada en el establo le anunciaba una ración de pienso y heno.  El odioso viento que no cesó ni un solo segundo, consiguió hacerle olvidar el dolor de su corazón, su enorme pena y su tristeza. Cada visita al pueblo, suponía una nueva actuación del coro infantil que cada día afinaba y entonaba mejor aquella odiosa canción.

 

¡¡Cobarde gallina capitán de las sardinas!!

 

Aquella mañana el viento no era tan intenso, así que decidió ensillar a Rosi y darse un paseo por la escarpada costa. Pero la entrada al establo del capitán no contó esta vez, como hacia siempre, con el relincho de bienvenida de Rosi, la yegua estaba echada en el suelo del establo, sin el más mínimo aliento. Aquello fue un duro golpe para Drake.

 

La huida

 

La enorme tristeza por la muerte de Rosi, dio paso al inicio de un plan que fue fraguando en días sucesivos. Había algo que Drake tenia claro, muy claro, tenia que huir de allí y quería vengarse.

¿de quien quería vengarse Drake? 

Esa fue la más dura y cruel de las decisiones para él. Lo lógico es pensar que la derrota de los dos mocosos españoles, era el principio de su ocaso y serian ellos y solo ellos los que tenían que pagar por todas sus penurias, su dolor y su soledad. Es cierto que los dos españoles eran dos niños, pero a fin de cuentas entraron en guerra como los hombres y por tanto cualquier ajuste de cuentas por su parte estaba más que justificado.

 

 

Una mañana, fría y ventosa, como casi todas, cerró la puerta de aquella destartalada y ruidosa casona y echó a andar por el camino oeste el que le llevaría hasta Porstmouth un puerto comercial y de pescadores donde con una larga capa o túnica marrón y un sombrero diferente y rasurada la barba, podría pasar desapercibido.

 

El camino hasta el puerto le permitió ir diseñando un plan que el mismo lo contemplaba como fantasioso y nada fácil, aunque siempre cerraba aquel debate personal en su momento con una frase, “no tengo nada mejor que hacer ni mas que perder”.

 

Con sus nuevos ropajes y manteniendo un sombrío silencio en todo momento, embarcó en un brioso velero que transportaba mercancías y a un numeroso grupo de clérigos y peregrinos hasta el puerto de Santander (España). Seguro que habéis pensado lo mismo que el capitán, el mejor disfraz para entrar en España en esa época, era el de peregrino para hacer el Camino a Santiago de Compostela. Ningún guardia real, se imaginaria que, bajo aquellos ropajes marrones, de lana, pesados y con el enorme cayado (bastón) había comenzado a latir la enorme venganza del capital Drake, el más temible pirata de todos los tiempos.

 

Un peregrino muy breve

 

El desembarco en el puerto de Santander fue sencillo y rápido para Drake, el disfraz de peregrino fue una sabia decisión, pasó completamente desapercibido ante los guardias reales que en el puerto revisaban minuciosamente todas las llegadas procedentes de otros países.

 

A las pocas horas de llegar al puerto, tomo el camino que le conducía directamente a Santiago, junto con un buen numero de peregrinos que iniciaban el largo camino hasta Compostela, aunque Drake pretextando una cojera fue quedando rezagado del resto…hasta encontrarse cerca de una posada y allí como por arte de magia desapreció la capa marrón de peregrino y Drake recupero un aspecto diferente como cualquier arriero, tratante de vinos o ganado que andaban por aquellos caminos medievales.

 

Desde ese momento, giró su camino y puso rumbo hacia el sur, buscando el camino real que le debía conducir hasta la Villa de Madrid.

 

Los días de caminar pasaron sin ningún sobresalto, su español con acento caribeño era bastante aceptable para entablar conversación y preguntar en posadas y caminos, lo cual le hacia pasar muy desapercibido, pese a ello siempre estaba alerta ante cualquier posible contratiempo, hasta que un buen día avistó la Villa y Corte de Madrid, con su imponente palacio real que dominaba toda la ciudad.

 

Drake durmió hasta tarde en una posada cercana a la plaza mayor de Madrid, todo ello a pesar del coro de ronquidos que atronaban los estrechos pasillos y traspasaban los endebles tabiques de la que, según decía su dueña, Doña Leonora “la brava”, era la mejor posada de la capital. Después de un copioso almuerzo a base de cordero asado, vino tinto, pan y natillas, buscó la mejor sastrería de la villa y corte y allí después de probarse los mas elegantes jubones, vestidos, capas y sombreros eligió varios modelos y salió ufano y elegante en dirección al palacio real, nadie le esperaba en el palacio, pero el esperaba y mucho de aquel enorme edificio.

 

Una insólita propuesta al dolorido rey


Aquel no estaba siendo un buen día para el rey Felipe II, para ser sinceros, el día era un asco completo, los dolores en los dedos de su pie derecho, le estaban haciendo ver las estrellas, sentado en su trono y con la pierna en alto reposando en un mullido cojín, su malhumor crecía por instantes. La gota, ocurre cuando el ácido úrico se acumula en la sangre y causa inflamación en las articulaciones, especialmente en los pies y piernas.

 

-    ¡¡Pardiez!!, como duele el condenado pie!!, gruñía el monarca.

 A media legua de allí, en una miserable choza, cercana al rio, un pastor, permanecía echado en su jergón descalzo, un fortísimo dolor en el dedo gordo del pie izquierdo lo estaba maltratando con un dolor casi insoportable.

 

-       ¡¡Pardiez!!, como duele el condenado dedo, gruñía el viejo pastor.

 

La enfermedad no hace distingos de riquezas, posición o rango.

 

Pero volvamos a la calle mayor de Madrid, donde un elegantísimo Capitán Drake, tenia ya al alcance la vista el gran palacio-castillo donde habitaba el rey de las Españas.

 

Jerónimo Pimentel, era el alférez mayor de la guardia real, la noche anterior había cerrado casi todas las tabernas en un kilometro a la redonda del palacio. Su cabeza estallaba, sus enrojecidos ojos apenas podían mantenerse ligeramente abiertos algunos segundos, su estomago era una enorme bolsa de gases, que no paraban de dispararse tanto por la boca, con unos eructos avinagrados y sonoros, como por…., eso por el culo, lo cual le permitía estar solo en el cuarto de la guardia, ya que la fetidez de sus sonoros pedos impedía cualquier acercamiento a su persona.

-Mi alférez, hay una persona en la entrada que dice ser el Capitán Drake y desea ser recibido por el rey nuestro señor.

Jerónimo, en un esfuerzo infinito, intento comprender el mensaje y después de un descomunal eructo, dijo:

-¿queeeee? 

 

Tras varias repeticiones por parte del guardia soldado, Jerónimo, comprendió, muy a su pesar, que no le quedaba otra, que levantar su deslavazado cuerpo del viejo sillón y acercarse al portalón de palacio, a ver quien demonios se hacia pasar por el famoso pirata inglés.

Aquel elegante hombre y Jerónimo, eran como el día y la noche, el uno perfumado, limpio y elegante y el otro desprendía un hedor nauseabundo.

Jerónimo se dio cuenta enseguida, que la fría y seria mirada de aquel hombre intimidaba al mas valiente  y sus educadas palabras, eran pura roca,  firmes y resultaban totalmente creíbles, así que no le quedó más remedio que acompañar al visitante hacia el interior del palacio en busca del canciller real,  D. Álvaro de Alcázar, que era la persona de más confianza y cercanía con el maltrecho rey Felipe II.

 

Don Álvaro esperó varios segundos, mientras miraba de arriba abajo, una vez y otra a aquel elegante visitante, las palabras del alférez mayor apenas pudo entenderlas, ya que la pestilencia que este emanaba le obligó a despacharlo con rapidez - basta retírese y no vuelva a bañarse en una cloaca alférez – Drake, sonrió levemente al oir aquella demoledora frase.

 

-Asi que usted dice ser el capitán Drake y quiere ver al rey para proponerle un gran negocio, ¿no es así?, preguntó Álvaro de Alcázar.

 

Entonces Drake empezó a detallarle los barcos que había asaltado de la corono española, con tal detalle que, a Don Álvaro, no le quedo duda alguna, se encontraba ante el temible y famoso capitán Drake. 

 

-Porque pensáis que el rey os escuchará y no os colgará de inmediato, como merecéis capitán, cuestiono el canciller real.

-Porque estoy dispuesto entregarle todo lo robado por mí estos años, afirmó el terrible corsario.

 

Al rey Felipe II le costó cerrar la boca algunos segundos y se olvidó durante ese breve espacio de tiempo, del puñetero dolor de su pie. La propuesta de aquel hombre, que sin duda alguna era Drake, le dejó perplejo y su cabeza empezó a calcular la enorme cantidad de oro y joyas que durante años el capitán y su temible flota pirata le había quitado a la corona española.

 

-¿Por qué haríais tal cosa, capitán?, pregunto el rey.

-Por pura venganza, majestad, cuando fui derrotado y humillado por los dos chiquillos manchegos que usted envió al mar Caribe, pensé que la reina de Inglaterra, me daría un nuevo barco para seguir navegando y sin embargo me envió a un destierro en un inhóspito lugar de la costa, como si fuera un apestado, donde las gentes y los chiquillos me lanzaban piedras, a mi, al más famoso capitán de todos los tiempos y el que ha engordado el enorme tesoro que la reina guarda con tanta estima.

-Lo entiendo, respondió el rey, pero ¿como pensáis hacerlo y que necesitáis de mi reino?

 

La conversación duró, varias horas, el plan era complejo y había detalles que al rey y su dolorido pie le parecían casi imposibles de poder llegar a cabo, pero la posibilidad de asestar un golpe tan fuerte a su tradicional enemiga, la malévola reino inglesa le hacia ver mas claro aquellas zonas oscuras del plan que Drake, tenia perfilado.

 

El rey, llamó a su canciller D. Álvaro de Alcázar y dio instrucciones concretas y firmes para iniciar el plan Drake.

 

 Dos muchachos manchegos y un pirata francés


Emboscado en una calmada bahía en la costa francesa, un enorme bergantín y su flota acompañante, una serie de naves de menor tamaño, descansaban después de unos meses de pillaje y pirateo en alta mar que habían sido muy rentables, aunque la presencia de la terrible flota inglesa les había impedido llenar del todo sus arcas y bodegas.

 

El Olones, era el capitán de esa gran flota, en realidad su nombre era Jean David Nau

 

Este francés, se hizo pirata al lado del capitán Drake, embarcándose con el en varias travesías por todo el océano atlántico, atacando toda clase de buques, hasta que un naufragio en la costa africana les separó accidentalmente. La suerte estuvo de su parte y uno de los grandes cofres de oro y monedas, apareció a pocos metros, en la playa donde casi medio muerto, llegó después de aquella espantosa tormenta y así salvó y cambió su vida para siempre. Ese cofre le permitió comprar un gran barco en el puerto italiano de Nápoles y desde allí empezó una carrera exitosa de pirateo, con la complicidad del rey francés, quien recibía a cambio una parte importante de cada botín. Jean David, cobró fama en todos los mares conocidos por su valor y sobre todo por la habilidad en el manejo de sus cañones, se decía que no había nadie con el acierto en los disparos de su cañón estrella, “el diablo”,  así llamaba a su mayor y mas destructivo cañón, cuya mole destacaba en la proa de su gran bergantín.

 

La placida mañana, se vio turbada por la aparición en el horizonte de un pequeño velero, que sin duda se dirigía al encuentro de la amansada flota del Olones. Desde el velero un elegante caballero, pidió permiso, en un francés con acentor británico, para amarran al costado y poder acceder al enorme bergantín. El Olones miró con curiosidad al personaje que subía por las maromas de estribor, no sin esfuerzo y se quedó de una pieza, cuando este llego a cubierta y quitándose el sombrero hizo una elegante y pomposa reverencia.

 

-Por todos los diablos, pero si es el mismísimo Drake, el capitán Drake, vocifero El Olones.

 

Después de saludos y bromas, y ante una fresca y deliciosa jarra de buen vino francés, Drake le explicó al Olones el motivo de su visita y este permaneció en silencio, lo cual no era nada fácil ni usual, durante más de dos horas, que duró la explicación de Drake.

 

-Diablos, jamás se me hubiera ocurrido un plan de este tamaño, solo una mente como la tuya puede imaginar una cosa así. Puedes contar conmigo y mis hombres, capitán, sentenció El Olones. Y sus carcajadas se oyeron a centenares de metros.

 

Unos días después, un carruaje se aproximaba, dejando atrás una enorme polvareda atravesando la enorme llanura, el blanco pueblo ya se veía cerca, su enorme torreón de piedra rojiza sorprendió al viajero, no imaginaba una construcción tan distinta de los blanco molinos de viento, que giraban sin parar en los cerros al otro lado del camino.

El carruaje dejaba por las calles del pueblo una ola de polvo y sorpresa, el escudo real se veía claramente en cada una de sus puertas, y en la indumentaria de los soldados que lo conducían.

Frente al colegio, los caballos frenaron su galope y el coche se detuvo, por un instante el silencio de quienes por allí andaban y de los ocupantes del coche de caballos se apoderó de la escena, solo el resoplido de los caballos y el ronco sonido en la apertura de la portezuela lo rompió de repente y la aparición de aquel elegante personaje, cuya fría mirada recorrió todo a su alrededor, hizo finalizar toda pausa.

 

Cuando la directora del colegio, abrió el pesado portón, sintió un ligero escalofrío, sin saber como, detecto que se encontraba frente a un hombre que conocía muy bien el dolor, la aventura y la muerte. 

 

-Buenos días, vengo a entregaros este documento en nombre del rey, que os ruego leáis de inmediato, dijo el viajero.

 

Cuando la directora con mano temblorosa leyó el breve escrito, se limito a bajar la cabeza y dijo al viajero -acompañadme, os lo ruego.

 

El patio quedó en un silencio absoluto, cuando la directora acompañada del elegante viajero empezó a cruzarlo hasta un determinado rincón, donde un grupo de muchachos jugaban a un juego parecido al pilla-pilla, estos frenaron sus carreras de inmediato y….

 

-Hola muchachos, ¿os acordáis de mi?, dijo el viajero.

 

Los dos niños, conocidos como, el bucanero y el pirata se quedaron parados, tiesos, temerosos.

 

Ya lo creo que se acordaban, jamás olvidarían al Capitán Drake.

 

La tentación inaguantable de más riquezas (avaricia)

 

El pirata y el bucanero, irían encantados viajando en ese lujoso coche de caballos, con guardias a sus ordenes, sentados cómodamente el uno junto al otro, pero la presencia del Capitán Drake en frente de ellos, les incomodaba. Cuantas veces habían contado la historia de su gran victoria contra el malvado Drake, y ahora lo tenían de compañero de viaje, a un palmo de sus narices. Las ordenes del rey, Felipe II eran claras y muy precisas, tenían que viajar a Madrid, acompañando al capitán o de lo contrario serian apresados por la guardia real y llevados a la fuerza a palacio.

 

-Cuando me derrotasteis – dijo Drake- en ese momento, ni antes ni después, entendí que en realidad mas que vosotros me había engañado mi propia avaricia, cada día necesitaba conquistar mas oro, joyas, plata, y vosotros lo sabíais y por eso preparasteis aquel falso convoy de barcos que anunciaban un enorme tesoro, al que no me pude resistir y perdí, ya lo veis, sois listos y valientes, os admiro por ello.

 

-Hay un refrán castellano que dice, la avaricia rompe el saco, lo que quiere decir es…que la avaricia te hace meter mas y mas cosas hasta que el saco se rompe y se pierde todo o casi todos, eso os paso a vos, contestó el pirata.

 

El viaje a partir de ese momento, transcurrió casi sin conversación alguna, hasta que el sueño, cuando cruzaban a galope tendido por el municipio de Aranjuez, les pudo y solo despertaron cuando llegados a palacio la ruidosa portezuela volvió a abrirse.

 

Como ya habían estado antes en el palacio real, los dos manchegos, casi sabían de memoria como subir hasta la cámara real, no sin antes, torcer la nariz ante el olor fétido que desprendía un mocetón vestido de soldado que dijo ser el alférez mayor, si, nuevamente Jerónimo Pimentel había tenido una gran noche de comida, bebida y cartas y su cuerpo exhalaba un insoportable olor.

 

-¡Báñese!, por dios, señor alférez, le recriminó el canciller real D. Álvaro de Alcázar, quien acompañó a los recién llegados por la larga escalera real, hacia la planta superior del palacio.

 

He de deciros, que Jerónimo Pimentel, no hizo ni pajolero caso al canciller y solo se bañó a la fuerza un par de días después, cuando una enorme tormenta le pilló haciendo sus necesidades detrás de unos arbustos al otro lado del rio, tanta era el agua que caía, que salió corriendo y al intentar atajar y atravesar por unas piedras el rio manzanares, zambulló su enorme y maloliente corpachón en las frías aguas. Gracias a esto, ese día el cuarto de la guardia real, dejo de oler como un estercolero y solo tuvieron que aguantar sus compañeros los continuos estornudos de Jerónimo, que tanta agua, supongo que por falta de costumbre, le había acatarrado.

 

El rey Felipe II, seguía pie en alto, con cara avinagrada, pero había en sus ojos un brillo especial, el rey intuía que, aunque el plan era muy ambicioso el golpe de efecto podría ser demoledor, agrandando en toda Europa su prestigio como rey inteligente e invencible. Así que recibió a los tres recién llegados con amabilidad. La gran chimenea chisporroteaba alegremente, confería a la gran sala, un aire cálido muy agradable. Con el rey, además de su canciller, estaba su hermanastro (los dos eran hijos del emperador Carlos I, pero de diferentes madres) D. Juan de Austria, gran marino y general de la armada española, quien saludo e inicio la conversación y quien años mas tarde sería el héroe de la batalla de Lepanto, donde participó otro manchego universal, Cervantes.

 

-En todos los puertos del reino, tanto aquí como en el mar Caribe y Canarias, vamos a hacer que corra la noticia, que hay escondido en las islas Canarias el mayor cargamento de la historia de oro y joyas. Daremos a entender que es una operación secreta y que se decidió dejar el cargamento en las islas para evitar el saqueo de los piratas. Ahora que el Capitán Drake, ya no navega, es el momento de trasladar el tesoro al puerto de Cádiz.

 

-Dentro de unos siete días, una gran flota con nuestros barcos, saldrá del puerto de Cádiz, para aparentar que se desplazan a Canarias en busca del enorme tesoro. De esta forma, prosiguió D. Juan de Austria, los espías de la reina Inglaterra, que están por todas partes, avisaran de inmediato y toda la flota pirata que opera en el mar Caribe, en el Atlántico, más los barcos de guerra que aun están en el puerto de Londres, pondrán rumbo a las islas Canarias, o eso esperamos que hagan.

 

-Vamos a provocar la enorme avaricia de mi antigua reina, niños, dijo Drake. Dirigiéndose a los muchachos que escuchaban con la máxima atención.

 

-Pero querido hermano, interrumpió el Rey Felipe II, todo este movimiento nos va a costar mucho dinero y…

 

-Majestad, dijo D. Juan de Austria, esto va a costar como un caramelo y luego llegará el gran banquete que llenará tus sótanos de abundancia para muchos años.

 

-Esta bien, dijo el Rey. Capitán Drake usted y los niños saldrán de inmediato para Francia, viajarán de incognito como un padre con sus dos hijos. Esperen nuestros mensajes antes de seguir con la operación. 

 

-Así será, majestad, remachó Drake.

 

Tanto el pirata como el bucanero, no tenían nada claro que demonios tenían que hacer ellos en esta operación, pero uno y otro prefirieron no peguntarlo en se momento, probablemente Drake se lo contaría durante el largo viaje hasta Francia.

 

Acertó el hermano del rey, como podéis suponer, el rumor corrió de boca en boca y creció por puertos, tabernas y fondas, apenas una semana después la reina de Inglaterra, recibía en audiencia urgente al embajador inglés en Portugal, quien le comento “que la mayor expedición para trasladar un tesoro, jamás vista, estaba en camino”. La reina que era muy egoísta y avariciosa, pero no era tonta ni mucho menos, dudó al principio de la noticia, pero en días posteriores recibió mas información y una cuestión que le convenció definitivamente, fue cuando su agente secreto en Sevilla, quien por medio de unos correos con palomas mensajeras le hizo llegar la confirmación que el mismísimo D. Juan de Austria, iba al mando de la gran flota, para hacer la travesía a Canarias y repatriar el tesoro a España.

 

-Llamad inmediatamente al comandante de la armada, movilización general de todos los barcos de la corona y de los corsarios que naveguen con pabellón (bandera) inglesa, el tesoro del rey Felipe II, tiene que llegar a Inglaterra, no a Cádiz – ordenó la reina, con una sonrisa maliciosa en su feo rostro.

 

Si vierais su retrato, tiene cara de muy malas pulgas,. Lo que es evidente que la reina, había picado el anzuelo que el capitán Drake le había lanzado, la avaricia le hacia buscar más y más riquezas, todo ello a pesar de tener el mas grande tesoro del mundo, en los sótanos de London Tower (La torre de Londres).

 

La flota se mueve

 

Sixto Cambeiro, era un marinero gallego que faenaba en la costa atlántica aquel día, acababa de recoger las redes, la pesca de la sardina se había dado especialmente bien, aquella mañana soleada y de mar tranquila, lo cual no era nada habitual. Iba a desplegar el velamen de su barca, para poner rumbo al puerto de Vigo, cuando sus ojos se abrieron de par en par, al ver enfrente de su pequeña nave un verdadero enjambre de barcos de todo tipo y tamaño navegando dirección sur. Jamás en todos sus largos años de mar, había visto nada parecido, estaba temblando, mitad emoción, mitad miedo. 

Con toda rapidez viró el timón al noroeste y a toda vela, se dispuso a atracar lo antes posible en el puerto de Vigo, donde nada mas llegar y sin bajar el pescado a la lonja corrió como alma que lleva el diablo hasta la comandancia del puerto, donde informo del avistamiento de una gigantesca flota navegando al sur.

 

Tanto D. Juan de Austria, como los tres caminantes que en ese momento atravesaban la frontera con Francia por Irún, recibieron un mensaje donde les informaban del movimiento de barcos ingleses avistados por Sixto Cambeiro. También, se añadió en el mismo mensaje que, desde Cuba, habían avistado muchos barcos corsarios que tomaban rumbo a Europa, algo que también había confirmado la marina portuguesa, al ver el paso de numerosos buques por las islas Azores.

 

El Capitán Drake, sonrió alegremente, con gran satisfacción, lo cual dejo perplejos a sus dos acompañantes, que jamás le habían visto el mas mínimo atisbo de sonrisa.

 

-Puede tener una lesión en la cara, por falta de costumbre al reírse, ¿no te parece?, bromeó en un susurro el pirata.

 

Durante el camino el Capitán Drake les había detallado cual era el plan y este quedo perplejo y boquiabierto, cuando los dos manchegos se quedaron parados y mirándose el uno al otro, exclamaron al unísono.

-¡Mejorable!

El viejo corsario, esbozo un levísima de sonrisa y mirándoles fijamente les dijo

-Por eso estáis aquí, porque sois listos, muy listos y seguro que algo se os ocurrirá para perfeccionarlo.

-Vaaale, esa fue la contestación de los dos muchachos y siguieron su camino.

 

El entrenamiento del El Olones

 

Se festejó y mucho, la llegada de los tres caminantes, hasta la escondida bahía donde el pirata francés y su prole corsaria esperaban ansiosos para entrar en acción.

 

Después de una noche de descanso en unos cómodos colchones bajo la cubierta del enorme bergantín, el barco principal de la piratería francesa, el Capitán Drake, reunió a todos los hombres en la cubierta y les explicó brevemente los siguientes pasos.

 

-Todos queréis ir ya a Inglaterra, lo sé, pero antes tenemos que ir a un lugar muy especial, el monte St.Michel, allí debemos ensayar algo que no se ha hecho nunca en la historia de la humanidad, hacer volar a dos personas, a estos dos muchachos que como todos sabéis son los mas valientes y listos enemigos que he tenido jamás, así que levantar anclas y partamos de inmediato. 

Este fue el breve discurso del Capitán Drake.

 

La flota corsaria viró al norte, tras dos días de navegación se acercaron aquel saliente francés, cuya belleza les sorprendió. El Monte St. Michel.

 

Esta pequeña isla no había sido conquistada jamás por ningún enemigo, era el único pedacito del territorio francés que nunca había sido conquistado por nadie, ni españoles, ni balones, ni normandos, nadie. La misión de la flota corsaria era conquistarla, pero de una manera especial. Viendo la foto os preguntareis, ¿Cómo demonios iban a hacerlo?

 

Apenas un par de millas al sur, el Capitán Drake comprobó que efectivamente el supercañón de El Olones, al que todos llamaban “el diablo”, era un magnifico cañón y el capitán francés tenia una puntería endiablada. De veinte disparos a una enorme roca a casi dos kilómetros de distancia, acertó, ¡casi todos! diecinueve. Mientras el Capitán Drake y el carpintero de la flota, Antoine Plesur, inventaban un artilugio de madera para adaptarlo a la boca del cañón. Será difícil explicar como era, prestar atención.

 

Imaginaros una silla con un enorme rabo, el enorme rabo, era una madera muy solida y fuerte que se introducía en el cañón, hasta tocar la gran bola que el cañón dispararía. En la otra punta estaba una silla grande, bien anclada a esa madera. De tal forma que cuando la bola salía disparada empujaría la madera y la silla elevándola al cielo.

Este invento, después se copió por muchos circos de todo el mundo, pero sin silla, porque normalmente se disparaba a un hombre solo. ver la siguiente foto.


 Mientras todo esto ocurría, en lo alto del castillo de St. Michel, los aldeanos, cargando burros, mulos y a mano y todos los soldados del castillo subían grandes cantidades de agua del mar, hasta llenar una enorme piscina construida con maderas y embreada (la brea es como el alquitrán de las carreteras, eso se calienta y se pega entre las maderas haciéndolo impermeable) como se hace para construir una barca, y así no perdía el agua. Como habréis adivinada El Olones, contaba con el permiso del mismísimo rey de Francia, que también se llevaría un buen pedazo del pastel…o del tesoro, como mas os guste.

 

Paseando por este bello lugar, nuestros dos amigos encontraron algo que ellos no habían visto jamás, un enorme puesto donde se vendían calabazas, unas enormes y preciosas calabazas. Oh no, perdonar, me he expresado mal, lo que les impacto no fueron las calabazas brillantes anaranjadas, sino las lámparas que el tendero tenia para alumbrarse

 

-Dan miedo, ¿verdad?, dijo el pirata.

-Si, y eso es lo que me gusta, replicó el bucanero.


La lampara era una enorme calabaza con ojos y una malévola sonrisa, con un vela en su interior. Muy tenebrosa, sin duda.

 

Al día siguiente el bergantín corsario se situó frente al enorme castillo de St. Michel. El gran cañón, “el diablo”, limpio, engrasado y reluciente desafiante aguardaba a las expertas manos del bucanero francés hicieran los cálculos necesarios y elevara su boca hasta la altura necesaria. 

-El disparo debe hacer a trescientas yardas del castillo, capitán, ni una mas ni una menos, insistió Drake.

- Así será, mon ami, aunque ya me diréis el porque de tanta exactitud, contestó el artillero francés.

El Olones tardó casi media hora en hacer los preparativos necesarios, cuando miró a Drake, hizo un gesto afirmativo con la cabeza, y Antoine, el carpintero introdujo en la boca del cañón el artilugio de madera construido. En la silla ataron un gran saco de arena y con una enorme parsimonia el capitán pirata acercó la llama al mechero del cañón donde aguardaba un medido puñado de pólvora negra, brillante, que al recibir el fuego explotó y esto impulso la enorme la enorme bola negra de hierro que esperaba en su interior, esta salió disparada con una descomunal fuerza y la bola empujo, a su vez,  al artefacto de madera, el rabo y la silla elevándolo por el aire.

 

BOOOOOMMMM….

 

El artefacto de madera y el saco atado a el, volaron por el cielo azul,  creando un semicírculo bien visible por todos y a escasos doscientos metros del castillo el artefacto inició un vertiginoso descenso hacia el centro del castillo, las miradas desde el bergantín y desde los muros del castillo eran de asombro, un enorme silencio se propagó por toda la costa, las gaviotas desaparecieron por arte de magia. Mientras, el artefacto descendía a gran velocidad hacia el castillo y entonces, desde el barco entendieron que el disparo había sido un éxito, cuando vieron levantarse cientos de brazos y sombreros y un enorme rugido salido de cientos de gargantas desde el castillo, ellos también gritaron de alegría.

 

¡¡BIEEEENNNNN!!!!!

 

Efectivamente el saco atado a la silla con rabo, había caído justamente en el centro de la enorme piscina, salpicando a un gentío que saltaba y se abrazaba de alegría.

 

Hubo cuatro disparos más y todos cayeron dentro de la piscina.

 

El Olones estaba radiante y orgulloso, besó apasionadamente a su enorme cañón y mirando a los dos manchegos, les dijo, - veis, muy fácil. Estos se miraron y comprendieron que lo que habían visto era sencillamente increíble-

 

Esa misma tarde partieron diversos correos, mediante palomas mensajeras, hacia el palacio real de Madrid.

 

A la mañana siguiente, se inició el vaciado de la enorme piscina, las ordenes a toda la población eran claras, antes de la puesta de sol, no debía quedar rastro alguno del evento, además las puertas del castillo se cerrarían y nadie podría salir ni entrar al menos en tres días, nadie debía saber ni enterarse de lo que allí había ocurrido, era un gran secreto.

 

Las gentes de St. Michel, vieron como la flota se ponía en marcha con las primeras luces y tomaba rumbo noroeste, encabezado por el gran bergantín donde se distinguía la negra y alargada sombra de su preciso cañón “el diablo”.

 

Unos de crucero a Canarias y otros cruzando el mar atlántico hacia Londres

 

La enorme y numerosa flota española seguía su viaje hacia el sur, Canarias, buscando los diversos puertos de las islas donde fondearían. Todos los barcos llevaban completas sus tripulaciones, cargados de provisiones y municiones como si en realidad fueran a escoltar el tesoro mas gran del imperio. Entre la marinería y oficiales existía la sensación de participar en algo histórico, transportar un tesoro de esa envergadura era la misión más compleja que casi todos ellos habían vivido. Don Juan de Austria, veía con sus propios ojos el entusiasmo de las tripulaciones para con la misión, pero él y solo él sabia que aquello era una enorme obra de teatro, y eso es lo que le preocupaba, la posible reacción de sus tropas ante el anuncio de que todo era un cuento, algo tendría que hacer al respecto…

 

A los dos días de navegación, un rápido velero, se amarro al buque principal de la escuadra española y el capitán Dimas Maroto, quien lo mandaba, informo a D. Juan de Austria, que habían divisado muchas, muchas velas de barcos no identificados con rumbo sur, Canarias. La armada inglesa iba al completo tras una presa que creía poder capturar en breve. Habían caído en la trampa del Capitán Drake.

 

Lejos de allí, la travesía desde la bahía de St. Michel a Inglaterra fue un verdadero tormento, para las tripulaciones, eso a pesar de ser viejos lobos de mar acostumbrados a soportar tempestades bíblicas, pero no para las treinta calabazas que descansaban en la bodega tras el contundente deseo de los dos manchegos que obligaron a Drake a realizar su compra.

Al margen del misterio de las calabazas, que ya se lo explicarían a su debido tiempo, el Capitán Drake, estaba alegre y optimista, este basto temporal dejaba el mar libre de barcos, ya que casi nadie saldría a navegar con ese mal tiempo, lo cual les permitirá acercarse hasta la costa inglesa sin ser vistos. Otro factor que el Capitán Drake esperaba con ansiedad era la niebla. Cuando ideó su vengativo plan, tenia claro desde el primer momento que la época para llevarlo a cabo sería finales del otoño o inicios del invierno, en esa época toda la rivera del rio Támesis y el sur de Inglaterra, padecen unas constantes y muy fuertes nieblas.

 

A las pocas horas, un vigía colocado en el palo saliente del gran bergantín, gritó..…

 

¡echar el ancla, rápido! Cielo santo, estamos a punto de chocar contra un acantilado, ¡¡esta maldita niebla no deja ver nada!!

 

Estaban en Inglaterra.

 

 ¿¡Os estais riendo de mi, puercoespines!? 

 

La reina de Inglaterra, vociferaba, daba patadas a muebles, cojines, tiraba todo tipo de objetos al suelo, hasta llegó a tirarse de los pelos, y eso que no tenia muchos, que se diga.

 

 ¿Me estáis diciendo canciller, que unos monstruos marinos y unos espectros blancos han entrado por el canal y me han robado el tesoro?...

 

¿unos monstruos marinos, unos espectros blancos?, 

 

¿os estáis riendo de mi, estúpido y pedorro canciller?

 

Al no tener vosotros la mayoría de edad, no puedo seguir explicando, ni repetir, los adjetivos, epítetos, groserías, amenazas y escupitajos que la desquiciada reina inglesa no paro de despotricar durante varias horas….para después sufrir un ataque de lagrimas y mocos, y  llorar durante toda la noche…acumulando a su alrededor, por el suelo de la sala del trono más cien mojados y pringosos pañuelos.

 

Pero volvamos a nuestra historia, en el capitulo 3, el bergantín casi estuvo a punto de chocar con la costa inglesa, porque la niebla era tan densa que casi se podía cortar con espada y cuchillo.

 

Navegando entre la bendita niebla inglesa


-A partir de aquí tomo el mando de la flota, dijo el Capitán Drake, yo sé navegar hasta Londres a través de esta niebla. Que todos los hombres pinten sus rostros y sus ropas con cal blanca, así camuflados seremos irreconocibles, además y esto es muy importante nadie, puede hablar en otro idioma que no sea el inglés. ¿esta claro?

 

Un montón de cabezas asintieron, sin decir palabra alguna. Esta claro para todos.

 

Drake, no quería dejar pista alguna, sabia que lo que mas le iba a desesperar a su vieja reina, después del saqueo de su tesoro, era no saber quien había sido, ni a quien culpar, eso le divertía como nadie podía imaginarse.

Los barcos avanzaban muy lentamente por el curso del Rio Támesis, que los conduciría hasta el mismito centro de la capital del reino, London. La navegación silenciosa, era fundamental y todos los hombres guardaban un estricto silencio, Londres, intuía el Capitán esta ya muy cerca.

 

La Torre de Londres (Londo Tower)


Así es este hermoso palacio. Si alguna tenéis la oportunidad no dejéis de visitarlo, en su interior se guarda el tesoro de las joyas de la corona inglesa, es realmente impresionante.

La reina no vivía en este palacio, este se dedicaba, igual que ahora, como una especie de una gran caja fuerte donde guardan las riquezas de la corona 

 

 El Sargento Mayor Thomas Perkington, era el hombre encargado de la guardia esa noche de finales de otoño, fría, inhóspita y con una maldita niebla que apenas dejaba reconocer algo a más de un metro de distancia. Normalmente la guardia se le encomendaba a un. teniente o un capitán, pero el teniente Chester tenia una terrible diarrea y apenas si podía levantarse del baño de oficiales que estaba en la zona alta del palacio. Así que, Thomas, que ya era un hombre muy veterano y al que le faltaba un ojo, lo único que le apetecía es estar a resguardo de la sala de la guardia y esperaba que aquella maldita noche pasase lo antes posible.

La guardia del palacio estaba compuesta por mas de cincuenta hombres, aunque en noches como aquella se doblaba y casi noventa soldados, con sus lanzas, espadas y puñales estaban dispuestos a morir por la reina y su tesoro, bueno, Thomas, lo de morir por la reina no lo tenia nada claro, le tenia mucho cariño a su vida, esa es la verdad.

 

The London Tower, esta conectada por un gran canal al rio Támesis, el castillo tiene dos entradas únicas, una por el norte, que es terrestre y la otra al sur que es por barco. El Capitán Drake había entrado por aquel canal cientos de veces, llevando su barco capitán cargado de tesoros a la gran bodega del castillo, donde depositaba siempre con todo orgullo lo robado a españoles, franceses, italianos y otros. Para llamar a la puerta por la puerta norte, es muy sencillo, tiene una enorme manivela y con ella aporreas la puerta hasta que alguien viene y la abre. En el caso de la puerta del cañal, el sistema es un poco más primitivo, se hacia un disparo de cañón avisando que había un barco entrando en el canal.

 

 Cuando un barco llegaba de noche al canal, disparaba el cañón, pero esperaba hasta el amanecer del día para proceder a subir por el canal y entrar en el embarcadero, para evitar cualquier choque o accidente por la falta de visión. Por lo tanto el Capitán Drake, sabia que un disparo de cañón no crearía alarma alguna, ya que la guardia y toda la ciudad de Londres interpretaría que un barco venia a vomitar su gran tesoro a The London Tower. 

 

Booonnnn. 

 

El cañonazo sonó bravo y fuerte, el sargento mayor Thomas Perkington, se dijo – vaya un barco y debe ser grande por el sonido del cañón – y acercó sus manos al fuego de la enorme chimenea de la casona de la guardia. El teniente Chester, sentado una vez más en el inodoro, pensó por un momento que había sido él, el culpable de aquel sonoro bombazo, pero después cayó en la cuenta, que esa era la señal de que un barco esperaba para desembarcar los tesoros.

 

Trescientas yardas y …¡fuego!


El Capitán Drake colocó el bergantín, pegado a un enorme poste que daba la entrada en el canal del palacio, ese poste estaba situado a una distancia exacta de trescientas yardas, por eso la insistencia en las pruebas realizadas en Francia para situar el barco a esa distancia exacta con el Castillo de St. Michel.

 

Una yarda, es la medida de longitud, equivalente al metro (92 centímetros), que se utiliza en países como Estados Unidos o Reino Unido.

 

El Olones, preparó, calculó y revisó cada milímetro de sus planes y “al diablo”. En ese momento entendió el porque de la insistencia en la distancia en las pruebas realizadas en Francia. Las malditas trescientas yardas, se dijo entre dientes

Terminada su revisión y colocada la bola y la pólvora exacta en el cañón, se dirigió a los dos muchachos y les planto dos besos a cada uno, con evidente emoción.

 

-Subir la silla al cañón, susurro el capitán.

Introdujeron la silla con su rabo en el cañón y hasta allí izaron a nuestros dos amigos, quienes convenientemente untados de grasa de ballena, para no congelarse en las frías aguas del rio, esperaban, con cierto miedo, ser los primeros piratas en volar

 

El Capitán Drake les hizo una reverencia en señal de respeto y admiración y les puso en una funda que cada uno llevaba en su espalda un enorme y afilado cuchillo, que les seria muy útil en su difícil y arriesgada misión.

 

Los ataron a la silla y … acercando con mucho cuidado la llama a la negra pólvora de “el diablo”

 

BOOOOMMMMM

 

El enorme sonido les dejo sordos por el momento y la único que vieron fue lo mismo que si les hubieran tirado muchos vasos de leche a la cara, algo blanco, muy mojado que se les venia encima, la niebla. Lo que más les impacto fue el enorme vacío que sintieron en sus estómagos, el aire parecía haber desaparecido de sus pulmones, ¡¡que impresión más brutal!!. Si hubieran vivido en esta época, el pirata y el bucanero se habrían reído de la sensación que ahora se siente en un gran parque de atracciones cuando te lanzan al vacío desde una alta torre o el vértigo desde una montaña rusa, eso no es nada en comparación con lo que ellos sintieron.

Mientras desde el bergantín, nada podían hacer, ni nada podían ver, la espesa niebla era una enorme pared blanca impenetrable.

 

¡PLAASSSSS!

 

El disparo había sido perfecto, El Olones, había vuelto a acertar, el artefacto y nuestros dos amigos aterrizaron sanos y salvos en el enorme canal ya dentro de las murallas del castillo, un enorme chapuzón en unas aguas que sin la grasa de ballena les hubieran parecido insoportables y hubiera acabado con ellos en pocos minutos.

 

El pirata y el bucanero actuaron con una enorme rapidez, se deshicieron del nudo que les unía a la silla, y después de asegurarse que no se veía ningún guardia, con lo poco que se podía ver por la niebla, nadaron hasta el portalón de entrada del canal. Desenfundaron los enormes cuchillos que llevaban a la espalda e iniciaron el trabajoso esfuerzo de cortar las enormes maromas, unas cuerdas tan anchas como un brazo, que eran el mecanismo de apertura de aquella enorme puerta. Al cortar las maromas, la puerta se abriría, con solo empujarla.

 

El enorme bergantín se aproximó muy lentamente a la puerta y los marineros pusieron en marcha el desfile de las calabazas.

 

Las calabazas del pánico y los espectros blancos

-this rope looks like iron, which lasts, dijo el bucanero.

Efectivamente, la dichosa maroma parecía mas dura que el propio hierro, los dos se esforzaban al máximo por intentar romperla lo antes posible. A pesar de la fría noche, la tupida y gélida niebla y de haberse dado un chapuzón en toda regla, empezaban a sudar.

 

La ronda de la guardia, pasó a menos de cuatro pasos del lugar donde nuestros dos amigos, se afanaban por romper la maroma, una débil conversación entre dos de los cuatro guardias les fue suficiente para detectarlos, los guardias nada vieron y continuó por lo largo del muelle del canal en dirección al castillo, en unos diez minutos, harían el recorrido inverso, el pirata y el bucanero lo sabían, Drake ya se lo había dicho. 

 

-There is little left, hurry up, susurro el bucanero. Si, apenas les quedaba un par de centímetros, tenían que terminar ya, para poder abrir el portón y dar el siguiente paso, la guardia volvería a hacer su ronda en pocos minutos.

 

Cuando la guardia termino su ronda, ante el casetón, el sargento mayor Thomas Perkington, decidió, hacer un recorrido acompañando a la siguiente guardia, esa era la costumbre, de vez en cuando el jefe de la guardia hacia una ronda para verificar que todo estaba bien.

-Hace una noche horrible, se le hielan a uno los huesos, dijo Thomas poniéndose en marcha por el lado este del castillo, en busca del muelle, donde nuestros amigos por fin habían podido seccionar completamente la gruesa maroma.

 

Con un solo empujón del palo de proa del enorme bergantín, fue más que suficiente para abrir las enormes compuertas del canal, una vez liberadas de la atadura de la enorme maroma. En ese momento el barco frenó su impulso y los marineros empezaron a descolgar aquellos horribles y estrambóticos artilugios, los dos bravos manchegos empezaron a impulsarlos levemente por el canal, aquello parecía una procesión del terror.

 

Todas las calabazas encendidas en su interior con una potente vela, navegaban libremente por el canal, daba miedo hasta para los que sabían lo que eran, calabazas huecas con luz.


 Cuan Thomas y la guardia, llegaron a la zona del canal, vieron unos extraños reflejos en el agua.

-¿Qué demonios es eso?, con un cierto tono de miedo, dijo el sargento mayor Thomas Perkington.

-Acerquémonos con cuidado, prosiguió.

UUUUhhhh…..OOOhhhhh….

El pirata y el bucanero acompañaron al terrorífico desfile de calabazas con unos gritos fantasmales….

-Por todos los diablos, ¡¡son monstruos!!, ¡¡huyamos!

Esas fueron las ultimas palabras que oyeron nuestros amigos al sargento mayor, que salió despavorido junto a sus guardias, corrieron como alma que lleva el diablo hasta el casón de la guardia, donde el teniente Chester, escuchó el relato y decidió que aquello era un cuento del viejo sargento mayor que era un cobardica, así que tomó el camino de vuelta hacia el muelle y entonces vio, unos espectros blancos que se movían por la superficie, como seres de otro mundo y unos monstruos iluminados que flotaban por el agua y….

¡¡Corrio, vaya si corrió, corrió muchisimo!! , nada más entrar en la casona de la guardia, casi sin respiración.

-¡Cerrar todo, nos atacan los monstruos!- chilló el teniente Chester

Cerraron puertas y ventanas, apilando sillas, mesas, armarios contra ellas, para evitar la invasión de aquellos monstruos de luz y los espectros blancos.

Temblaban de miedo, y en el relato al canciller real, las treinta simples calabazas pasaron a ser millares de monstruos marinos que emergían del fondo del rio con enorme bocas de fuego. Y los marineros pintados de blanco eran espectros del mas allá, y había miles de ellos.

El resultado, fue tener a toda la guardia encerrada y aterrada de miedo y no tener que utilizar arma alguna para saquear el preciado tesoro de la fea y malévola reina de Inglaterra 

 

Saquear el tesoro de noche, sin enemigos, fue la cosa mas fácil del mundo, solo hubo un error, un gran error, que el Capitán Drake no se perdonaría nunca, había tanto que robar, que no tuvieron barcos suficientes para poder llevárselo todo.

 

Nunca imaginó que el tesoro fuera tan grande.

 

Los llantos y las risas


Como os decía al principio de este capítulo, la reina de Inglaterra seguía llorando, rabiosa, enloquecida ante la noticia, que nunca se terminaría de creer, que unos monstruos marinos le habían robado la mayor parte de su enorme y maravilloso tesoro. Y mucho peor fue, cuando pasado un tiempo, tuvo la constancia que había sido el rey español, quien la había engañado.

 

A varias millas de allí, los barcos guiados por el Capitán Drake, salían a mar abierto y cruzaban el atlántico, hacia el escondite en la costa francesa de el Olones, primera etapa del viaje, donde se descargaría una parte del tesoro y luego la navegación proseguiría hasta la costa española, donde una enorme recua de carros y carromatos de todo tipo esperaban ansiosos el preciado cargamento, que no descansaría ni de día ni de noche hasta llegar a los sótanos del Monasterio de El Escorial, donde el rey había habilitado unas cámaras acorazadas para guardar el botín, mas grande conquistado por ningún monarca en la historia.

 

No os voy a contar la celebración en los barcos, cuando llegaron sanos y salvos a la costa, ni la enorme alegría de El Olones, cuando descargó para él y para su rey enormes baúles y sacas de oro, plata y diamantes. Os imaginareis el revuelo en el palacio real de Madrid, donde tan solo, el doloroso pie del rey impidió una mayor celebración, aunque se dieron toros en la plaza mayor de la ciudad y hubo sopa, vino y pan gratis para toda la ciudad durante dos días.

 

D. Juan de Austria, aprovechó la retirada de la desmoralizada y engañada flota inglesa, para arengar a su tripulación en estos términos.

 

-Ahora que están hundidos y cabizbajos es el momento, cuando leven anclas hacia Inglaterra o al mar Caribe los perseguiremos e intentaremos destruir todas las embarcaciones que podamos, de esa manera además de una gran merma en su tesoro, tendrán que añadir las perdidas en barcos y hombres que les vamos a causar. Estoy seguro, prosiguió, que su majestad el rey nos premiará con parte del tesoro conquistado, así que ¿vamos, al combate!

 

Y así fue, la persecución fue implacable, cientos de barcos de guerra y de transporte se fueron al fondo del mar y el regreso de la flota española a puerto fue festejado como una gran victoria contra el odiado enemigo inglés. En cuanto al reparto del tesoro, el rey Felipe II cumplió con su fama de cicatero y tacaño y no fue tan generoso como las tropas hubieran merecido.

 

¿Y los héroes?

 

El Capitán Drake, volvió a desaparecer sin dejar rastro, no sin antes sonriendo a nuestros dos amigos manchegos, les dijo, -ningún rey os merece, sois los mejores- . Alguien dijo que vio a un peregrino de gran parecido, con una gran capa marrón, tomar un camino que se adentraba en Portugal y finalizaba en el puerto de Lisboa. Años más tarde, un viejo marino ingles un poco atolondrado por las sucesivas jarras de ron que se había trasegado, contó a los parroquianos de la taberna “el pato cojo”,donde estaba, que él había visto a un caballero ingles, que era dueño de una enorme y preciosa isla cerca de Cuba, que le pareció Drake.

-¿y no le preguntaste?, dijo el tabernero

-Si, contestó el achispado cliente, pero solo me miró y esbozo una sonrisa muy especial, que os juro, me dejo helado y muerto de miedo, salí de allí corriendo y sin mirar atrás.

-Entonces era él, sin duda, dijo el tabernero.

 

-¡Vaya pestuza a pescado!. Ese fue el comentario de los compañeros de clase de el pirata y el bucanero. La grasa de ballena es fácil de eliminar, pero no su olor, este no desaparece fácilmente, que se empeñó en acompañarlos durante meses.

 

-Para pestuza, el olor del alférez mayor del palacio real, ¿te acuerdas?

-¡Si!, puaff, que guarro.

 

Así es, Jerónimo Pimental, desde aquel chapuzón accidental en el rio manzanares, no volvió a catar agua alguna, ni bebida ni bañada. Un verdadero asco.

 

Y hasta aquí hemos llegado. Hasta lueguito.

Muy de tu rollo

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