La política se empeñó hace tiempo, en bajar los brazos y ceder parte de su espacio propio a los jueces, el resultado es una dependencia en sus decisiones que no parece el mejor cauce para resolver determinada situaciones y necesidades sociales.
El gobierno actual, ante la más que probable actitud destroyer de la oposición, se puso en modo remolón y para no quemar más naves, no hizo los deberes a su tiempo y ahora nos encontramos con la descabellada respuesta de una judicatura, al máximo nivel de tribunales superiores de justicia, que ve blanco en Galicia o en Cataluña y negro en Euskadi.
Dejar en manos de los jueces, para que estos rellenen los vacíos de decisión legislativos o políticos es una temeridad que además de pervertir el sistema de contrapesos de los poderes del Estado, les anima a crecer su ego corporativo que tiende peligrosamente a incrementarse exponencialmente.
Solo falta que la propuesta de la derecha, para que sean totalmente autónomos en la configuración de sus órganos de gobierno salga adelante, y entonces iban hacer la puñeta a placer, y más después de tanto alago y piropo intencionado como últimos baluartes del Estado y salva patrias de todo mal.
Puñetas, solo en la bocamanga de las togas, gracias.
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