Ayer el nominal líder de la oposición rebasó cualquier línea implícita o explicita, moral y de respeto institucional, llegando a acusar al presidente del gobierno de amparar por activa o por pasiva nada más y nada menos que presuntos abusos a menores. Semejante barbaridad no puede disculparse por el estado de hiperventilación a la que este personaje es adicto, ni tampoco, por el lamentable estado de su débil liderazgo.
Debe ser horroroso vivir con el aliento desbocado, alentado desde una esquina del ring donde unos listos emboscados le azuzan a seguir golpeando, sin táctica, ni técnica, solo golpear, aunque sea al aire. Para empezar, debería revisar su dieta, pero lo de desayunarse una AK-47 cada miércoles y soltar ráfagas inconexas a borbotones de bombas fétidas nos esta jodiendo a todos.
A lo peor, los datos próximos de la pandemia en Madrid, le permiten rebajar el tormentoso estado de sus bilis y dejan en evidencia la engañifa madrileña de la aldea gala frente al coronavirus.
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