De visita

Con que facilidad le saltan los plomos a esta derecha nuestra, desquiciada y desquiciante, que confundió la visita de Yolanda Díaz al Santo Padre, todo un logro político, con la refundación de la III Internacional comunista.

El tono al pronunciar la palabra “comunista” está volviéndose a reinterpretar en estos últimos años, y ya suena en algunas bocas como aquella definición despreciativa e insultante de la que tanto se abusaba en las agonías del tardo franquismo, sinónimo de diablo, indeseable o criminal. Pero Yolanda, parece más recién salida de la tienda de Christian Dior que de la checa roja.

La visita en cuestión, es otro golpe de efecto de la gallega, que practica una didáctica permanente en sus actuaciones, alejada de cualquier maximalismo estéril y estentóreo, compatible con una firmeza en sus principios no exenta de una calculada cuota de flexibilidad, lo que le ha permitido cerrar acuerdos dentro y fuera del gobierno nada sencillos.

Que lejos nos queda y cuanto dolor de cuero cabelludo se ha evitado Pablito, el de Galapagar-La Navata, porque al cortase la coleta, se ha evitado desmochar su antaño lozana cabellera al tirarse de los pelos, cada vez que ve y oye a nuestra Yolanda, luciendo palmito y maneras en cada una de sus intervenciones. Es como comprar el pan en una tahona artesana de barrio o en una gasolinera en un desolado cruce de carreteras, a los dos los llaman pan, pero ¡quia!

Yolanda llega con facilidad, convence y debate con esa educación medida pero contundente, pizca irónica y basada en pocas conjeturas. Si la dejan los suyos, que es su verdadero problema, puede dar grandes tardes de gloria, y podría dejar “para las mulillas”, en cualquier debate, a la caterva de mediocres que creen ser los lideres políticos actuales.

Amén.