Netflix haría bien en eliminar cualquier atisbo de filmación, de los últimos quince días, en el documental que esta montando, sobre la vida, obra y milagros del presidente Sánchez. Un par de semanas horribilis, donde se han fraguado una media diaria imposible de tropezones, además de poner de manifiesto una negligente desconexión con la realidad, tan perceptible en el ambiente como el puñetero polvo sahariano, que han permitido darle aire y abrir de par en par las puertas al populismo más barato.
Santificar el día 29 de marzo, como día de todos los milagros y mágicas soluciones, no debería haber sido incompatible con alguna medida concreta y urgente para rebajar el precio de los combustibles, la Europa que tanto reclama nuestro presidente, le ha dejado en una solitaria evidencia, gobiernos como los de Francia, Italia o Portugal han dado pasos concretos para oxigenar las calles, sin encomendarse a ningún santoral, ahorrándose muchas protestas y aliviando la descontrolada ansiedad social que nos gobierna.
El problema del trasporte de mercancías, no es algo coyuntural, sino un problema estructural que peina canas, de un sector atomizado por grandes plataformas que llevan ahogando los márgenes de los autónomos y pequeñas empresas hasta la asfixia. Haya o no interferencia fachorra en las movilizaciones, el gobierno no puede dejar de atender a los impactos que ocasiona en agricultores, ganaderos, industria y consumidores, limitándose a repartir culpas y no atender al descuadre entre ingresos y gastos de las personas que nos llevan y traen el pan y la sal.
Es verdad que la solución del orondo déspota rey de Marruecos, sobre el enquistado conflicto saharaui, ha recibido las bendiciones y un apoyo muy explicito de dos superpotencias, EE.UU y Alemania, entre otras, dejando la tradicional postura española más triste y sola que la verdad en un discurso de Abascal, pero no hay por que batir el record de torpeza política, tomando una decisión de cambio de postura de la política exterior del estado, sin haberse molestado en comunicárselo a nadie excepto a su perrita y a un amigo que es fotógrafo.
Creo que toca volver grupas a galope tendido a la senda del acuerdo y el pacto, evitando los bandazos y con la mesura y prudencia indispensable en una coyuntura tan diabólica, como la actual.
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