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Mucho ruido



 




Como si fuera el mismísimo puente de agosto, así se me ha quedado el barrio, vacío, casi silencioso y mortecino, menos mal que una señora con un perrito pequeñajo y feo, iba gritando a alguien por el móvil, durante los casi quinientos metros que me ha acompañado su vocerío: ¡¡tu lo que tienes que hacer es calmarte, Paqui, calmarte!!, gracias a ella he vuelto a la realidad y sospecho que la interfecta, la Paqui,  no creo que consiguiera calmarse nada de nada y no seria raro, que ande la pobre ya en severo tratamiento, después de la sobreexposición al decibelio telefónico.

 

En estas cálidas tierras iberas, andar por la calle sin hablar con nadie, excepto con tus propios pensamientos, quien los tenga o aplicar a cualquier conversación un tono de cierta intimidad, se puede ver como una patética anormalidad que choca con las interferencias que provocan las retransmisiones en abierto de esos viandantes que nos regalan con sus regañinas, vaciles, consejos y cháchara, sin ni siquiera cuestionarse lo poco que nos importa a los demás. Me ha venido a la memoria, hace ya unos años, un poquito más al norte, en Helsinki, conté mas de seis personas hablando cada uno por su móvil en un autobús urbano, y el run-run era más leve que el apareamiento de una pareja de mosca común, a lo mejor es un problema de latitud y yo sin saberlo. El autobús de la peña “la bandurria”, ya anochecido y de vuelta del concurso de jotas de Calatayud, puede ser mas silencioso que cualquier bus urbano de por aquí, y eso habiéndose llevado de calle el primer premio. No obstante, después de mucho pilotar con verdadero éxito e inigualable pericia, el carrito donde transporto a mi nieta, he llegado a la conclusión que el problema del elevado tono callejero, se debe, por un lado, a un error de interpretación medica, la mayoría de las personas adultas, sin distinción de sexo, les debe parecer que los niños y los perros son sordos o tienen algún déficit de audición que inexplicablemente afecta a la totalidad de la población infantil y canina, razón por la que dan lo mejor de sus cuerdas vocales al hablarles,  y en el caso de la socialización de la conversación con el móvil, es evidente que subyace una desconfianza generalizada hacia las nuevas tecnologías y nadie se cree que el otro lo este captando todo, sin hacer La Traviata a pleno pulmón.

 

Mucho ruido, cada día es un reto, nadie sabe lo que cuesta dormir a un bebe por estas latitudes. 



Muy de tu rollo

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