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Biografía de un tipo irrelevante venido a menos



 



Biografía de un tipo irrelevante venido a menos

 

Un elixir contra el insomnio

 

1.     Introducción (para no ser menos que otros)

Sin poder asegurarlo, pero creo, muy a mi pesar, que no hay una sola biografía y menos las que escribe un tercero sobre alguien, que diga la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad y esta no iba ser menos. La única verdad es que después de más de 21.900 días de aquí para allá, consumiendo oxigeno y participando, sin especial entusiasmo, esa es la verdad, en el vertedero en el que estamos convirtiendo al planeta, podrían dar mucho juego y jugosas historias, pero para no andar con cuitas, ni ventas de crece pelo, que nadie espere descubrir lo que no soy, ni tampoco me voy a inventar lo que me hubiera gustado ser, si es que alguna vez logro averiguarlo.

 

 El reto es que haya algún lector, y llegado el milagro, que sea capaz de terminarse este misal, que aun no estoy seguro, pero me da que me ha quedado un hibrido entre un libro de caballerías y la ultima pagina del TBO, la Rue del percebe nº 13, del gran Paco Ibáñez, creador y padre de Mortadelo y Filemón, pero sin su gracejo.

 

Ni las mentes mas preclaras, ni las personalidades super arrebatadoras de la historia son autores únicos e inequívocos de su propia vida y andanzas, el gran Julio Cesar, no hubiera sido emperador y todo lo que fue, si hubiera nacido en Albacete en 1962 y no en aquella Roma y en la familia Julia. A mi me hubiera gustado pensar que yo, podría haber sido mucho más y mejor, pero no tengo duda alguna  que nunca hubiera sido Julio Cesar de haber nacido en sus mismas circunstancias y entorno. Así que me he armado de resignación pagana para evitar echarle la culpa al empedrado y asumir que el recorrido de mis más de 21.900 días son cosa mía y de ellos solo yo debo dar cuenta.

 

 

2.     Datos Personales

Víctor Herranz Mejías, yo mismo (1962)

Empecemos por el alias. Ya mayorcito me enteré que a mi familia paterna les/nos llamaban de mote o apodo “los quietos”, tuve que recurrir a mi abuela para que me explicase tal desatino, siendo tanto mi padre como yo, dos pura sangre de la inquietud. Resulta que un antepasado mío, fue el causante del apodo, precisamente porque no paraba de moverse y al parecer de tanto decirle, “estate quieto”, terminaron apodándolo así. Hubo salvedades familias muy notables, sin ir mas lejos, mi abuelo paterno, la opinión unánime de todo el mundo que me han hablado de él, es que era la persona mas vaga y despreocupada jamás conocida, y según mi abuela, el más guapo y los ojos verdes mas seductores del mundo, pero la larga historia de “los quietos” debe esperar a otro momento. 

 

Vayamos ahora a por el nombre, el mío, Víctor. Mi madre tenía el empeño de hacerlo todo fácil, pocos días antes de dar a luz, pactó en su soledad, si nacía niña; Victoria y si era niño Víctor, no se puede ser ni más optimista ni tener mas esperanza en la vida, pobre mía. Como fui, según todos los indicios, esto último, así me llamo, mi abuela Leandra, de manera incomprensible, intentó sin éxito incluir un segundo nombre en recuerdo a mi abuelo Benito con el que fue tan infeliz, excepto cuando la miraba a los ojos, pero hasta mi padre se opuso y me libraron de semejante aberración.

Como ya anticipé, nací prematura y precipitadamente, sin avisar, mi madre estaba sola, lavaba ropa en la pila que había junto al pozo en casa de mi abuela, estaba de siete meses, recién cumplidos según sus cuentas, aunque en realidad no había más cuentas que las suyas y el intenso dolor y el liquido que corrió por sus piernas no dejaban lugar a dudas, iba dar a luz, y así, sin médico, ni matrona ni incubadora nací yo a eso de la hora de comer, toda una premonición, en un parto rápido y doloroso como todos, sin poder precisar peso alguno, porque la bascula más cercana estaba a varios kilómetros.

 

3.     Infancia y permanente inmadurez

Según mi familia y vecinos, mis primeros meses en este mundo fueron una constante pelea contra el maldito silencio que me debía abrumar de lo lindo, por lo que me pasaba días y noches llorando como una sirena antiaérea, parando los justito para mamar como un poseso, lleno de ímpetu y apetito constante, de tal forma que a pesar de los agotadores ejercicios pulmonares constantes y de mi natural sudoración extrema, conseguía ganar peso a ojos vista, seguíamos sin bascula cerca, pero cada viernes, que es cuando aparecía mi papá por casa, excepto algunos que por impedimento laboral inexcusable no podía llegar, me miraba muy serio y decía, si, va cogiendo peso. Es una pena, pero la verdad es que no me acuerdo de casi nada, como le pasa a la mayor parte del genero humano de mis primeros años, tanto mi madre como mi abuela decían que era un niño bastante sonriente y movido, pero eso, después de casi diez meses de llanto imperturbable al que ya me he referido.

 

Los continuos traslados, diurnos o nocturnos, según la urgencia o las deudas de papá, de domicilio y pueblo, confundían mis recuerdos, a veces identificaba en mi memoria una escuela y la asociaba a una localidad en la que vivimos, o una casa con una escuela y nada de esto me cuadraba ni concordaba, ya mayor y para aclarar mis profundas confusiones,  inicié entusiasmado una especie de safari escolar por los recintos que recordaba haber asistido y pude recomponer el puzle de imágenes confundidas que arrastraba. Para ser sincero, de mi infancia me acuerdo de pocas cosas excepto de un perro chato que tenia un vecino y que me atormentaba con sus ladridos y sus gruñidos amenazantes, hasta tal punto que intente su asesinato en varias ocasiones, asestándole furiosas puñaladas con una espada romana de plástico que alguien me había regalado. 

Por imperativo legal, me llevaron a la escuela de un pueblito, donde inicié mi andadura escolar. En el colegio, además de hiperactivo, aunque en aquella época te llamaban nervioso, o que tenias azogue y con eso ya estaba todo dicho y sabido, era un vago de libro, no creo que cumpliera ningún día de mis primeros años escolares, con los deberes que mandaba aquel pobre maestro que se las veía con más de cincuenta niños de ocho cursos distintos.  Cada tarde al salir del colegio yo no daba tregua al juego hasta que se imponía la oscuridad, momento, donde ya no quedaba más remedio que ir para casa, no había una sola farola en aquel pueblucho. Cada tarde, podía perfectamente jugar a una docena de juegos distintos, lo imposible para mi era aguantar a jugar a algo un buen rato, por ejemplo, un partido de futbol, único deporte posible en aquel descampado, lleno de pedruscos y cardos con sus dos magnificas porterías que consistían en un par de piedras, en el mejor de los casos llegaba a la mitad de la primera mitad y ya buscaba alguna alternativa nueva que inventar, esto me granjeaba eternos enemigos entre los compañeros de equipo a los que dejaba en desventaja y eso que mi torpeza y poca finura  futbolística eran patéticas, sin embargo algo me perdonaban porque radiaba el partido en directo mientras jugábamos, como si fuera un locutor de radio del carrusel deportivo de los domingos e imitaba a un locutor deportivo argentino muy de moda en aquellos días, eran muy celebrados mi largo canto del goooooool.

 

Mi natural inquietud, me llevaba irremediablemente hacia la independencia de cualquier tipo de socialización humana, (bandas, pandas o grupo de amigos), era un anti-tribu sin saberlo. No lo dudéis, la única neutralidad rentable conocida en el mundo es la de Suiza, por lo que tuve que pagar el peaje de esa libertad auto-inducida en un mundo que se dividía irremediablemente en bloques, sin ir mas lejos, la pandilla de la estación y los del pueblo de arriba se llevaban a matar, así era aquel pequeño far west serrano. En algún caso y debido a nuestro breve paso por la localidad, ni tiempo había para poder iniciar ningún tipo de conflicto, para alivio de todos. Lo peor de mi infancia, fue el tiempo que mi padre estuvo “ausente”, por asuntos de dineros, letras impagadas y cosas así, a gastos pagados por el Estado español, residiendo en el madrileño barrio de Carabanchel donde se ubicaba una importante cárcel, lo recuerdo con especial amargura, mi pobre madre intentaba mantener a duras penas, un tono de felicidad y entusiasmo, pero ella nunca fue una buena actriz, además el llanto, aun siendo débil, es muy audible en el silencio de la noche.

 

El viejo y achacoso maestro, al que le he perdonado casi todo, excepto hacerme recitar, porque decía que mi voz era muy apropiada, miles de veces los versos de José María Pemán, poeta regulero y coñazo del que fue amigo desde los tiempos que ambos militaron en la falange española. Aquel empacho me ha condicionado toda mi vida, jamás he leído un solo libro de poesía, sin en cambio, me encantan los versos de los grandes poetas españoles cuando estos son cantados. Además, aun no tengo claro si perdonarle o no, con solo 12 años y aun sin completar el ciclo de enseñanza primaria, aquel desecho de magisterio, con todos los respetos, era un pésimo maestro, pero esta vez, hizo una hábil jugada maestra,  sedujo a mis padres, perdón puntualizo,   en realidad a mi madre, que era la única que estaba, y la convenció de mi gran capacidad intelectual y talento, para iniciar de inmediato el bachillerato, mi mamá, tan falta de buenas noticias en su vida,  halagada y henchida de orgullo aceptó sin más, pero Don Leopoldo, el maestro y yo, supimos siempre, siempre lo hemos sabido, que aquello fue producto de su necesidad psíquica y física de quitarme de en medio, porque mi salida de su abarrotada aula fue un balón de oxigeno para su mermada existencia, estoy seguro que yo era su principal problema y quebradero de cabeza, en el aula.

 

Para ir al instituto, tenia que tomar un tren cada día, fue mi primer gran éxito financiero, aquello mejoro sustancialmente mis ahorros, porque jamás pasé por la taquilla de la estación, un amigo que su padre era ferroviario tenia una cartilla para viajar gratis, el dinero diario que debía emplear para ir al insti nos lo repartiríamos al 50%. Además, eche mano de mi astucia y para sacarle partido a la cartilla ferroviaria, los sábados y los domingos me apostaba en la estación y por la mitad del coste del billete le dejaba la cartilla a alguna chica, nunca a un hombre, mayor que yo, que iba al pueblo de al lado a la discoteca o al cine. Lastima que en una de las crisis financieras provocadas por mi padre, mi madre nos pidió que juntáramos todos nuestros ahorros en la mesa de la cocina, asombrada vio la cascada de monedas de mi hucha, me fulminó con la mirada, al parecer los tenderos del pueblo le habían dado un ultimátum, ya no la fiaban más. Jamás volví a meter el dinero en la hucha, hice como todo buen inversor, diversifique los escondites donde guardaba mi dinero y así evite cualquier otro intento de expropiación familiar.

 

Antes de continuar, debería decir que mis hermanos, Paquita y Fede, no tuvieron ni de lejos los mismos problemillas que el primogénito en el colegio, ambos fueron siempre dos alumnos listos, callados y sobre todo con una disciplina encomiable. Cuando los dos, solo se llevan un año de diferencia entre ellos y tres y cuatro respectivamente conmigo, llegaron al instituto, al mencionar nuestro común apellido, despertaba el lógico recelo, mas bien escalofríos, entre el personal docente, pero ellos y solo ellos con su naturalidad y educación hacían olvidar cualquier parecido, eliminando el temor de profes y bedeles y como dijo el director, ¿Quién nos iba a decir que algunos Herranz eran tan dóciles? Paquita, sacaba unas notazas de aúpa y Fede no tan buenas, pero siempre estaba entre los primeros de la clase, como yo, que siempre me sentaban en la primera fila, pese a que las clases se ordenaban por orden alfabético con la primera letra del apellido.

 

Os preguntareis a que venía tanta inquina contra mi persona. En realidad, yo solo era un niño tocapelotas, no hacia graves travesuras ni daño a nadie, excepto a mi mismo en ocasiones, pero no paraba de incordiar, de ser el graciosillo y de debatir y rebatir todo lo que se ponía a tiro, desde una formula matemática hasta la incontestable inexistencia de dios.  Metidos ya en el tema religioso, debo decir que hice la comunión gracias a la intervención de mi abuela, ya que el cura párroco del lugar, un verdadero memo con sotana, no aceptaba que yo discutiera con el durante el acto de la confesión, momento que a mi me parecía perfecto `para intercambiar impresiones y teorizar sobres algunas cosas que dicen los evangelios, que sin animo de ofender, son de traca. También se enfadó muchísimo, cuando le propuse eliminar la tortura medieval que suponía estar confesando de rodillas, además con pantalón corto, prostrado en aquel trozo de madera reseca y rugosa, mientras él permanecía sentado y con un cómodo respaldo, así que se me ocurrió una mejora en nuestra relación y le propuse sentarnos ambos cómodamente y poder así charlar, en un ambienta cordial, silencioso e intimo. Aquel memo, clamó a su cielo y me amenazó con dejarme sin comunión, cosa que me importaba bien poco, excepto por el chocolate con buñuelos que me había prometido mi abuela y por la colecta familiar que suponía iba recibir, cosa que no ocurrió así, ni mucho menos. Lo que mi abuela Leandra, hablase con aquel individuo con alzacuellos, nunca lo sabré, pero algo debía saber para que aquel idiota cambiara de actitud tras la breve visita de mi abuela, desde ese encuentro se limitó a mirarme lo menos posible y no volvió a preguntarme ni un solo pecado capital, ni tal o cual mandamiento, ni oraciones, ni nada de nada. El día de la comunión llovió a cantaros, la ceremonia fue un tostón interminable de más de una hora y sí, hubo chocolate y familia vino poca y francamente, siempre he pensado que habían podido ser más esplendidos conmigo. No he vuelto a confesarme más en toda mi vida.

 

Mi experiencia de bachiller, fue cambiante, en realidad seguía manifestando aburrimiento por la exasperante falta de ritmo de las clases, todo era mortecino y lento, las hacían tediosas, al margen de la materia, y yo demandaba una vitalidad imposible, así que empecé a soñar despierto y a escribir cuentos e historias inutiles en los exámenes, el resultado de todo ello, fue una catástrofe total en junio, 9 suspensos 9, solo se salvó de la humillante quema, gimnasia. En septiembre recupere todas las asignaturas menos religión y física, pero me pasaron al siguiente curso, si alguien se pregunta como demonios hice esto, le diré que fue facilísimo, estudié sin estudiar, entendiendo por estudiar lo que hacen las personales normales, sentarse en una silla, poner el libro en la mesa y empezar a leer, con el sano y loable objetivo de aprenderte aquello o memorizarlo, yo busque un método alternativo a lo que sabia era incapaz de hacer, me inventé una situación disparatada, que básicamente fue hacer de profesor para unos alumnos invisibles que yo solo veía, en la pequeña cuadra vacía de mi abuela, allí simulé un aula y allí me preparaba la clase y al día siguiente me ponía a jugar a ser maestro, así que a base de enseñar al espacio vacío, incluidas telarañas, y otros bichos propios del lugar, conseguí aprender todas aquellas terribles materias. Sinceramente me alegré sobre todo por mi mamá, ella había pensado, en connivencia  con la interesada opinión de mi ex maestro, que yo era un lince listísimo, puro talento y cuando llegó el macro-suspenso de junio, tuvo que escuchar muchas pullitas por tiendas y esquinas del pueblo, aquella innecesaria cura de humildad fue dura y lacerante para ella, así que cuando pasé de curso, no dijo nada a nadie, y esperó pacientemente los comentarios de vecinas y chismosas en general para sanar el escozor de sus heridas, pero sin querer hacer sangre, ella era así.

 

Mi inquietante inmadurez y la imposibilidad de concentrarme o estarme quieto más allá de unos minutos, limitaban mi vida social, pero sin embargo y sin saber muy bien porque, me hicieron muy popular entre las chicas, ya que era de los poquísimos, junto a Ricardo “el gordo” y a Planas, que era uno de los tipos más feos que he conocido en mi vida, que no les dábamos el coñazo y nos evitábamos el ridículo al no participar en los bochornosos rituales de apareamiento que intentaban el resto de compañeros. No era raro, que las chicas se dirigieran a mi para preguntarme algo o para hablar de cualquier cosa rapidita, lo que despertaba unos terribles celos entre la chavalería, en ese momento descubrí la enorme diferencia que había entre nosotros y ellas, y me quedé fascinado de lo maravilloso que era compartir algunos instantes con aquellas personas tan sensibles e inteligentes, excepto algunas almas cuya candidez rozaba la bobería y una o dos que se creían eran una copia mejorada de Ava Gadner. Todo fue bien, hasta empezaron a utilizarme como intermediario entre los intereses de los unos/unas con los otros/otras. Llego a tal nivel la cosa, que cuando leí el famoso libro de Rojas, “la Celestina” hubo unos patéticos momentos donde mi vi reflejado en él, así que tuve que abandonar mi natural simpatía, sobre todo cuando Pepe “el turco” y Nachete “el patas” me acusaron los dos de lo mismo, de haber perjudicado a uno respecto al otro, al malmeter ante la joven damisela de sus sueños, la tal Nati, que era una chica, como lo diría yo, volátil respecto a sus deseos amorosos y cuya única gran virtud, seamos sinceros, es que  había sido la más madrugadora en tener pecho, bueno un gran pecho. Así que, después de recibir una buena tunda por parte de ambos, y el incomprensible menosprecio de la dama, decidí cambiar de táctica y buscar más la conversación casual con las menos pretendidas por el rebaño de machos y su sobredimensionada testosterona masculina.

 

4.     Estudios y esas cosas

Cuando terminábamos cuarto curso de bachillerato, que como podréis imaginaros yo solo pude finalizarlo en septiembre después de otro verano dando clase en mi aula particular, se hacia la revalida que era una especia de temible puente que daba acceso al bachiller superior, incomprensiblemente lo aprobé sin ninguna dificultad, aun hoy sigo sin explicármelo. Los dos últimos veranos de bachillerato, tuve por necesidades económicas endémicas e inaplazables en nuestra casa, que ponerme a trabajar, primero en una tienda de ultramarinos, ahora se llaman supermercados a estos sitios, donde desempeñe el sufrido empleo de recadero, llevando viandas a cuestas por medio pueblo, de esta forma debo decir que conocí a mucha gente, especialmente de fuera, llamados veraneantes, que se evitaban los calores de la capital en la localidad. Gracias a ellos lograba juntar unas sabrosas propinas, que no estaban nada mal, y que no entregaba en casa, para evitar el riesgo de requisa por urgencia económica  así que seguía diversificando en diversos escondite aquellos ahorros en “b”. Allí en una de aquellas entregas de genero, puedo afirmar tajantemente que fue la primera vez y creo que la única que me he enamorado hasta las trancas, Eva, así se llamaba aquella espléndida mujer, guapa, pelo ondulante, figura delirante y con una sonrisa que te dejaba absorto, su voz era una cascada de música celestial y su simpatía conmigo un bálsamo ante un mundo con el que no acaba de entenderme del todo. Yo procuraba alargar las visitas todo el tiempo posible, inventaba noticias, le indicaba lugares que conocer en los alrededores y por supuesto me ofrecía desinteresadamente para lo que ella precisara. Un día, inolvidable, caluroso y con un molesto viento de solano, Eva, abrió la puerta de su jardín, luciendo su mejor sonrisa y con un bañador negro que algún ángel del cielo había diseñado para su inigualable cuerpo, que me produjo un estrangulamiento de las cuerdas vocales durante varios segundos y no contenta con aquella depravada exhibición, me sedujo, aun más, ofreciéndome una Coca-Cola con hielo, pensé en morir en aquel momento y habría sido poéticamente perfecto, pero todo se vino abajo cuando resonó a mis espaldas un ¡hola! y un tipo altísimo y barbudo, que dijo ser su marido, me saludó amablemente y me agradeció todo los consejos de rutas y paseos a su mujer, pero, con una mirada que decía lo contrario, me aseguró que no eran necesarios ya que el gigante era del pueblo. Salí de aquella casa con las piernas temblando sin parar y un dolor en el pecho que laceraba mi corazón “partio”, tan ciego estaba que casi me parto la crisma con un corre pasillos, luego supe que era de su hijo, que andaba por allí tirado. Por si mi dolor no hubiera sido suficiente, a los pocos días, Eva con su sonrisa de nácar, me presentó a su prima, quien también veraneaba en la localidad, pero apenas salía, para que le sirviera de cicerone y le presentara a lo mejor de lo mejor de la juventud local, cual no seria mi dolor en aquellos días, que no soy capaz ni de recordar el nombre de aquella chica.

 

Lo soñé todo con aquella mujer y todavía lo hago, llegado el otoño, muchas tardes me pasaba por la puerta del jardín de la casita de Eva, bueno en realidad era de la familia de su maridito, ya sin nadie, y la nostalgia me envolvía en un frío sudor y en una congoja que no he sentido en toda mi vida. Eva es hoy una feliz abuela y sigue siendo la mujer mas bonita de la galaxia, toda mi vida he hecho lo posible por cruzarme con ella en cuando tengo la mínima ocasión y su saludo y su sonrisa me siguen sabiendo a cielo azul. En aquellos espesos días, apareció en mi vida la posibilidad de convertirme en un rockero de fama mundial. En aquel pueblo había un grupo musical, el Lolo y sus muchachos, que tocaban en bodas y en las fiestas del pueblo a base de chunda-chunda y pasodoble torero. El hijo del Lolo, el Sebas, más conocido por “burrito”, muy a su pesar el poeta Juan Ramón Jiménez le hizo una fea faena, denominando al burrito de su famoso libro como Platero, pues ese era el apellido del Sebas y no hace falta dar más explicaciones en aquella época y en aquellos pueblos donde poner un mote era casi una cuestión de principios, como iba diciendo, el Sebas quería montar una banda de rock sinfónico, el tocaba y sigue haciéndolo como profesión de manera brillante el saxofón y buscaba guitarristas, acordeón, batería, etc. Aquella tarde de otoño, pasaba por la puerta de su casa, cuando escuché un enorme estrepito casi musical, que pretendía ser un ensayo y me asomé, por puro cotilleo, ¿Qué hacéis? , a los diez minutos estaba sentado en la batería, plaza vacante hasta el momento en el grupo, intentando aprender lo que el líder y maestro trataba de explicarme. Supongo que nunca llegaría a ser un Ringo Starr, pero le daba con ganas y duro, esa es la verdad, aunque al cabo de unos pocos meses y tras dos actuaciones en el salón parroquial del pueblo, el Sebas decidió que su primo Jaime podría hacerlo mejor que yo y fui reemplazado sin más explicaciones, ni miramiento alguno, eso si, ofreciéndome la posibilidad de acompañarlos con instrumentos de escasa notoriedad, como la pandereta, la campanilla, o el cencerro, decliné la oferta. Me gustaba aquello, sobre todo cuando destrozábamos a lo grande la mítica canción de Los Bravos, black is black.

 

Cuando llego el siguiente verano, y por medio de un señor al que yo le había llevado diversos pedidos de la tienda el verano anterior, repetí mi destino veraniego como recadero, pero esta vez de cafés, bocadillos y de documentos oficiales y bancarios por medio Madrid, entré a trabajar de botones o chicos de los recados en una empresa de importación y exportación. Aquella empresa se dedicaba a ganar mucho dinero comprando y vendiendo mercancías que jamás pasaban por sus manos, me explico; compraba café en Brasil y lo exportaba a Francia, por ejemplo. Pero su mejor negocio, la joya de sus transacciones era llevar y traer cosas de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS), importaban petróleo, vodka y caviar y le vendían café, lavadoras y montañas de carne de vaca argentina, gran parte de aquel territorio y tras la perestroika y los cambios políticos es hoy la temible Rusia de Putin. La clave que facilitaba el negocio y la relación residía en los orígenes y talento de un hombre joven, a penas 35 años, que se llamaba Vladimir Parlovsky Martínez.  Hijo de un comandante de la guardia roja soviética, con mas hojalatas en el pecho, en formas de medallas que la fabrica de conservas Isabel y de una española, que llegó al paraíso soviético, junto con otros miles de niños españoles huyendo de la guerra civil. Vladimir hablaba un perfecto castellano y como comprenderéis, un ruso inmaculado. Además de su natural simpatía e inteligencia, Vladi, ese el diminutivo castizo que utilizamos todos, tenia amigos hasta en el infierno y eso le facilitaba que las puertas de la burocracia española y rusa se le abrieran con mas rapidez y fluidez que a nadie. A pesar de la diferencia de edad, nos hicimos amigos y conversábamos horas y horas e mil cosas, pero sobre todo de la enigmática URSS, me describió con una sinceridad poco o nada habitual en la época la realidad de la vida de la gente que no pertenecía a la nomenclatura del partido y su impotencia para ejercer su verdadera profesión con libertad en su país, el periodismo. Por eso vino a España, para poder ampliar su visión de la vida y el mundo, y le encantó, Vladi decía ser el madrileño más ruso y castizo que había habido y es verdad, lo era, tenia una gracia especial para casi todo y conquistó todo lo que se propuso en los casi diez años que vivió en España, pero una novela y un autor ruso, le complicaron la vida y decidió irse a vivir a Estados Unidos. Vladi, dejo de ganar mucho dinero y de tener una vida casi de ensueño, por comprometerse con la verdad al convertirse en editor para la versión española de un libro que conmociono al mundo y puso de los nervios al presídium soviético, “Archipiélago Gulag”, cuyo autor, Aleksandr Solzhenitsyn (Premio Nobel de literatura 1970), denunciaba el sistema de represión política en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en los duros campos de concentración de Siberia.

 

Vladi me hizo ver y me explicó los valores y el verdadero objetivo del periodismo, el compromiso con la verdad por encima de todo, el valor para defenderla. De vez en cuando escribía algún articulo, sin demasiada profundidad critica, dadas las relaciones que debía mantener con la embajada soviética, en el diario Pueblo, un periódico vespertino de gran tirada en aquella época. Un día hablando con él, le propuse una idea, que escribiera como fueron sus primeros meses e impresiones al pisar España y más concretamente Madrid, cosa que le encantó y me pidió que yo fuera su “corrector” para darle al texto una frescura juvenil simpática y desenfadada, así que nos pusimos manos a la obra y en unos días apareció un primer articulo de una serie de cinco, que se titulaban “un Ruski en Madrid”, fue emocionante y disfruté muchísimo, llegándome a emocionar sobre todo cuando en la ultima entrega, al final del texto decía “ Gracias a mi amigo Víctor Herranz”, aun los conservo todos. 

Sin duda aquella convivencia y experiencia fue la que me decanto definitivamente a estudiar periodismo, cosa que hice nada mas terminar un latoso bachillerato superior y sobrevivir a  la tortura de aprobar el acceso a la universidad. Pero aquí surgió un grave problema, tan endémico en mi casa, el dinero, mis notas no daban para beca ninguna, en aquellos años si eras pobre la única opción para acceder a una carrera era tener unas supernotazas, algo inalcanzable para seres tan medianamente mortales como yo, de toda mi camarilla de amigos y amigas, nadie fue capaz de utilizar la beca como instrumento de salvación, por lo tanto, o alguien pagaba la matricula y libros o “hasta aquí hemos llegado, amigos”, The End, como las pelis.

 

La situación económica de la familia, seguía como siempre, precaria y caótica, mi padre estaba en aquella época vendiendo la moto a quien se dejara, era representante de Vespa, entre otras muchas otras “actividades comerciales” como decía él muy pomposamente, pero aquella locuacidad comercial no se traducía en billetes verdes (mil pesetas), azules (quinientas) o marrones (cien) y siempre navegábamos peligrosamente a la deriva, sin barca.  Solo la providencia y la habilidad de mi madre y abuela consiguieron salvar aquella angustiosa situación. Resulta que a principio de aquel verano se produjo un. incendio en la montaña donde mi abuela y su amado Benito, mi abuelo, tenían la casucha donde vivieron en la época de la guerra civil, además de poseer medio monte preñado de jaras y cardos. El incendio se inicia cuando se estaban realizando unas maniobras militares y dada la peculiaridad del terreno el fuego tardó en arrasarlo todo, lo mismo que un cura loco en persignarse. El alcalde del pueblo, el tío Cipriano, que también tenia algún terreno por la zona, tan chamuscado como el de mi abuela, inició una reclamación al ministerio del ejercito, quien, muy a su pesar, no le quedó más remedio que pagar daños y perjuicios a los propietarios.  Mi madre y mi abuela, ocultaron aquel dinero a mi padre, y gracias a el pude matricularme en la universidad, aunque no tuve mas remedio que buscarme algún trabajo para completar las necesidades de estudiante de periodismo. Gracias a mi amigo Vladi, me “coloque” de botones en el diario “Pueblo”, donde llevaba cafés, papeles o bajaba desde la redacción a la imprenta los documentaos que redactores y el temible director del periódico me encomendaban.

 

La universidad de aquella época era un hervidero de testosterona, de política y de agitación psicodélica. Sinceramente, mi profunda inmadurez no me dejaba mucho margen para saber moverme en aquel mundo tan estridente y complejo, solo mi desmedido afán por allanarle el camino a la suerte, principio básico de toda mi vida, si a la suerte se lo pones difícil es posible que no la veas en toda tu vida, me permitió que esta, la suerte, me beneficiara con un par de compañeros extraordinarios y con algunos profesores con verdadero talento. Dejadme que os cuente con cariño y admiración al gran Guillermo Antúnez, hijo de un ministro militar del gobierno del recientemente fallecido dictador, y sin en cambio, la persona mas liberal y graciosa que he conocido en toda mi vida, nadie tiene mas anécdotas y todas para partirse de risa que el gran Willy y nadie ha sido capaz de ligarse a lo mas florido de la universidad, excepto a la diosa Mamen, explicando el origen del cabernet sauvignon. Su afición y su extraordinario paladar para los buenos vinos y la cocina, le llevaron con el tiempo a ser el mejor cronista gastronómico del país, algunos de sus mejores amigos le llamábamos Willy Bodegas, ahora dirige un complejo hotelero de lujo-asiático, y nunca mejor dicho, en un rincón maravilloso de la costa tailandesa. Lalo Equineche, un navarrico de Tudela, era el otro amigo del que os hablaba, tan sencillo como inteligente y con un timbre de voz que le permitió durante muchos años actuar y presentar numerosos programas de radio, y ser uno de los grandes actores de doblaje, luego la vida, en forma de quiniela millonaria, le llevó a retirarse a Lanzarote donde vive rodeado de perros y gatos, mirando al mar. Lalo y yo, comenzamos a estudiar ingles en una academia en plena puerta del Sol, muy de la época, imprescindible para viajar por el mundo, yo además, y gracias a mi amigo Vladi iba cada sábado por la mañana a una oscura buhardilla en el barrio de Lavapiés, donde vivía un exiliado soviético, cuyo único nombre sabido era Igor, que malvivía aparentemente dando clases de ruso, el grupo estaba compuesto por un divertidísimo  grupo de descerebrados convencidos comunistas de Usera y el pozo del tío Raimundo y yo, pero era un tipo tan ameno y divertido que las cuatro horas pasaban volando y sinceramente fue un acierto que me valieron de mucho ,pasado un tiempo.

 

La vida no esta para perder el tiempo, o como dijo aquel castizo torero, es como el dinero, pronto y en la mano, así que yo arrancaba mi jornada de madrugada y llegaba a casa minutos antes del ultimo telediario, ser hiperactivo también tenia que tener alguna ventaja, aunque esto suponía mantener de manera permanente una sensación de cansancio agotadora. Quizás por eso o sencillamente por mis lamentables cualidades como don Juan, durante los años de universidad, no creo que anduviera muy lejos del record mundial de fracasos amorosos e intentos frustrados de ligue, aunque de siempre he mantenido la teoría que el hombre no liga en las relaciones entre distinto sexo, es ella quien accede a parecer ser ligada, que es muy distinto,  en mi caso por unas o por otras, no había manera. Pero a tal punto llegó a ser mi frustración que tome la decisión de no permitirme hacer más el ridículo y deje de intentarlo, y cosas que pasan, a los pocos días, Mamen Subirats, la diosa, me pidió una cita para repasar la preparación de un examen de metodología en la cafetería Hontanares, templo de las quedadas en la zona de avenida de América, y me dije, ahora que no lo intento me quiere ver la diosa de la complutense. ¿Cómo era Mamen?, dejadme que os de unas breves pinceladas. Sus compañeras la llamaban celosamente “perfect barby” y solo os diré que había varias pintadas en las paredes de la facultad dedicadas a ella, recuerdo dos que hicieron furor; “Mamen tu si eres un bombón y no Trapa” y “Mamen te conseguiré el mundo 915605921”. Cuando a las cuatro y media de aquel sábado, entré en la cafetería, vi desilusionado que ella no estaba, es verdad que habíamos quedado una hora más tarde, pero yo en mis sueños imaginé que su impaciencia la empujaba a anticiparse. Una hora y cuarto después llegó y con una sonrisa que me provoco una taquicardia, me dijo, ¿llevas mucho rato esperando?, sonreí amablemente y antes de poder decir algo amable, me soltó sin previo aviso, “pues empecemos ya”. Fue una tortura tener que mirar el libro y los apuntes, teniendo a Mamen a menos de un metro de mí y para mi solo, cerca de las nueve cuando ella dijo, “bueno, ya esta bien”, yo intenté hacer alguna broma simpática, pero nada más traspasar la puerta de la calle, toda ella se giró hacia mi y retándome con esos ojos azulones, me dijo, “oye Víctor, no te engañes, esto solo es trabajo de clase, tu y yo ni una mínima relación de amistad, ¿queda claro?”. 

 

5.     Periodismo

 Un día cualquiera mi tío Ignacio Mejías, aquel novillero frustrado que se anunciaba en los carteles como “arruguitas”, tal original apodo venia desde sus inicios en el mundo del toro, por su inútil intento de convertirse en sastre de pret a porter, me invitó a las Ventas. Alguna vez había ido con mi padre, básicamente porque le sobraba alguna entrada, pero mi tío era un verdadero apasionado y como pude comprobar luego un hombre con un don especial para ver los toros, las posibilidades del animal, sus potenciales cualidades antes que nadie. La jornada empezó a las 12 de la mañana, cuando se realiza el apartado y sorteo de los toros a lidiar por la tarde, ese día una corrida seria y astifina del hierro portugués de Palha, acojonaba a profesionales y publico en general, allí entre ellos divisé a un periodista de mi periódico y critico taurino relevante en la época, Antonio Jardón, nos saludamos a lo lejos, mientras mi tío miraba en religioso silencio y con verdadero celo al grupo de animales, en estas estábamos, cuando se volvió hacia mi y me dijo, nos vamos a divertir esta tarde, el numero 23 y 76 van a ser de bandera sobrino. Bajando las escaleras, una vez finalizado el sorteo, coincidí con Jardón, ¿Qué tal Víctor?, me saludó, ¿que te han parecido? Y yo dándomelas, le solté, bien Don Antonio, nos vamos a divertir esta tarde, ya vera usted el de sí que van a dar el 23 y el 76. Mi tío lo clavó y los dos toros fueron dos bravísimos ejemplares, así que Antonio Jardón, me llamó a su mesa el lunes por la tarde y me propuso si quería comentar en radio Intercontinental el resultado del sorteo, cada domingo por la mañana y en la feria de San Isidro y lanzar mi predicción o pronostico, el participaba en los programas taurinos de esa cadena. Y así fue como empecé a salir en antena, para regocijo de mi madre y asombro de mis hermanos, mi padre aquellas semanas no apareció por casa, aunque este asalto al periodismo taurino me costase soportar el cachondeo de Willy Bodegas, que pasó a llamarme “Curro Feten". Cada domingo, por cien pesetas, y doscientas los días de la feria, siempre con mi tío al lado, nos pasábamos por el sorteo y luego hacia una llamada de un par de minutos a la emisora, así estuvimos dos años, hasta que mi tío enfermó de cierta gravedad y me tuve que inventar una excusa para dejarlo, claro, básicamente porque en esos dos años, no aprendí absolutamente nada y además nunca logré encontrarme cómodo en un mundo tan encorchetado como el taurino. 


No obstante, de la mano de Antonio Jardon participé en un extraño reportaje taurino, que me gustaría compartir contigo. Los críticos taurinos de aquella época, vivían fundamentalmente , no de lo que escribían, sino de los "sobres" que les pasaban los toreros cada vez que toreaban, para que la crónica del día siguiente fuera a mejor siempre, estuvieran mal o bien. Un buen día, Antonio Jardon, el critico taurino del diario Pueblo, me preguntó si yo conocía a Joselito Castilla "Maravillas", francamente, le dije, como si me hablas de química cuántica. El tal Joselito, era un. novillero, con escasa experiencia, que iba. a hacer su presentación en Madrid y se proponía escribir en el periódico una especia de reportaje para ilustrar a nuestros ávidos lectores lo que sentía un novillero en un día tan importante y bla, bla, bla. El caso es que el padre del tal Joselito Castilla "Maravillas", tenia una tahona en el pueblo casi colindante con Madrid, Las Rozas, y cada día regaba con miles de barras de pan a todos los pueblos del contorno, ademas de tener un despacho propio de pan, en el popular mercado de "las Maravillas" en Cuatro Caminos (Madrid), véase de donde le salía el alias taurino a Joselito. Don Damian, ese era su nombre estaba forrado hasta decir basta y el listo del apoderado, un vividor de pelo engominado y sonrisa de malvado, que llevaba la carrera profesional del hijo, pensó en darle bombo y generar curiosidad a la cita del chaval con la plaza de toros de las Ventas. Mi misión era básicamente seguir al torero durante el día de la novillada y escribirle a Antonio Jardon unas cuantas lineas de mis impresiones, que el transformaría en algo mas "periodístico", curiosamente la entrevista que teóricamente se hacia a Joselito un par de días antes, y que se publicó el viernes , ni tan siquiera existió, desde la primera hasta la ultima palabra, fue inventada por Antonio Jardon en la soledad de su atiborrada mesa en la segunda planta del periódico. 

Mi recuerdo del dia que pasé con el novillero, sigue siendo amargo, ver el miedo en aquellos ojos que adquieran un tono sombrío con el paso del tiempo, la sequedad y color pálido en sus labios, más acrecentado a medida que se acercaba la hora y la enorme soledad de aquel muchacho me conmocionó de manera muy particular. La tarde, ya en el ruedo tuvo dos caras. los dos novillos de la ganadería escurialense de Baltasar Iban, tuvieron mas picante que un batido de tabasco, en el primero corto una meritoria oreja y la sonrisa afloró por primera vez en su rostro sudoroso , en el segundo, espoleado por apoderado y cuadrilla y viendo la posibilidad de salir por la puerta grande, tan soñada, de las Ventas, Joselito se jugó la vida sin trampa ni cartón y la temible cornada sobrevino cuando menos lo esperábamos, salió de la plaza en ambulancia, con el dolor a flor de piel y los sueños rotos.


Mi segunda gran experiencia, me llego a través de un periodista con profundas raíces en el antiguo régimen, amigo de uno de mis profesores, que estaba inmerso en una ardua investigación sobre el envenenamiento de miles y miles de personas que consumieron, sin saberlo, aceite de colza, creyendo que era de oliva, las consecuencias de este masivo engaño fue una verdadera tragedia sanitaria cuyo alcance sigue vigente. Además de técnica periodística y de como preguntar y encontrar la información sin que parezca que lo necesitas mas que el oxigeno, lo único que recuerdo son dos entrevistas que realicé a dos vendedores de la zona sur de Madrid que intoxicaron a miles de personas, y la falta de entraña de estos personajes, a los que yo quería exponer como principales causantes y que consiguieron salir de rositas de la tragedia que ellos mismo ayudaron a construir.  La frustración que sentí al ver que la verdad no importaba, por mucho que este se aireara consiguieron que mis aparentemente solidos principios sobre el periodismo quedasen en estado comatoso. Luego, después de años de profesión, me di cuenta, que en realidad lo normal es excepción, me temo que la verdad cruda y dura solo sale de vez en cuando, cuando la dejan o no hay mas remedio. 


Con estos mimbres terminé la universidad al mismo tiempo que llegó el fin del periódico Pueblo, que dejó de existir en aquel país en la segunda parte de la transición, marcada por el grandioso triunfo de Felipe González. Sin trabajo y sin futuro, empecé a darle muchas oportunidades a la suerte y esta llegó, una vez más, a través, de mi amigo Vladi, mi gran amigo ruso, quien me dijo que en radio exterior de España, estaban buscando alguien que no fuera muy friolero y tuviera un buen abrigo para poder irse a Moscú un par de años de corresponsal, con un sueldo bajísimo y dudosas perspectivas de futuro, ¡perfecto! me dije, y para allí me fui. Mi madre casi se desmaya y mis amigos se despidieron de mi con un grandioso funeral en vida, con corona de flores y discursos que terminaron en una grandiosa cena y borrachera, cuyo reflujo gástrico me acompañó durante días. Así, de esta guisa, pocos meses antes de la inminente llegada al poder Mijail Gorbachov y su perestroika llegué a Moscú y empecé a moverme de aquí para allá, que es lo mío, en busca de la noticia, y también a sentir un cierto vértigo ante un régimen que se desmoronaba a trompicones.

 

Aquel país olía a podrido nada mas bajar del avión, cuando fui a inscribirme en el ministerio de información como corresponsal extranjero, me atendió una simpatiquísima joven soviética con un lejano acento cubano de lo más gracioso y sabrosón, apareció la risa , sin poder contenerme y aquella muchacha estuvo a punto de morir de vergüenza, para arreglarlo la esperé a la salida y la propuse beber algo, esa fue mi primera gran borrachera de vodka, casi 24 horas en cama, vomitando a destajo y con una tiritera que no había manera de parar, mientras que Olga, asi se llama ella, me miraba sin entender nada. Olga Rokoski, es hija tardía de un general ruso, héroe de la segunda guerra mundial, fanático pro-soviético y de su amante, lamentablemente Olga no llegó a conocer a su madre, fue educada en las escuelas especiales del partido, viajo a Cuba donde perdió la virginidad como fanática soviética, nunca me lo ha confesado, pero creo que no fue lo único que perdió en la isla caribeña y comprobó que el idioma español le era muy fácil de aprender y hablar, lo cual le permitió viajar y conocer también España, estuvo un año en la embajada en Madrid y allí descubrió dos cosas de las que se enamoró perdidamente, El Corte Ingles y las tentadoras tiendas de la calle Serrano, donde procesionaba cada vez que podía y se embelesaba con esos escaparates llenos de opulencia, lujo y sofisticación. Si hay algo que les chifla a los rusos, especialmente a ellas, son las joyas, el dorado es un imán irresistible para sus sentidos y Olga nunca fue una excepción. 

Así que lo vio claro, clarinete y cuando volvió al paraíso socialista en Moscú, empezó a estudiar filología española y comenzó la carrera diplomática, con el objetivo de salir pitando lo antes posible, perder de vista a la bestia de su padre y vivir a este lado del telón de acero. Pero salir no era sencillo, ni nada fácil, y había pocas formas de evadirse, una de ellas era el matrimonio con un extranjero, y así es como entre yo de patitas en la vida de Olga.

 

6.     La esposa que surgió del frio

Olga Rokoski, es una mujer inteligente, que se queda en la mitad de todos los baremos convencionales establecidos, excepto como cocinera, donde no supera el mínimo necesario y es un peligro para la integridad física de cualquier comensal, ni alta ni baja, ni gorda ni flaca, ni guapa ni fea, muy lista eso si y con un gusto exquisito y adictivo, al lujo y a la fantasía, muy soviética ella. Empezamos a salir y mis dos años en aquel paraíso forzado, lo fueron gracias a ella, además por sus contactos yo tuve acceso a determinadas noticias que me dieron una inmerecida fama de sagaz reportero y conseguí sobrevivir a varias grandes borracheras a base de vodka y caviar, razón por la que no he vuelto a probar estas delicatesen rusas nunca más en mi vida. Además del frio, aprendí a valorar la verdad en un país que vivía artificialmente en una gran mentira y donde las mafias se iban haciendo poco a poco con el cotarro. Después de una semana de interminables juergas, vodka, caviar y todo lo demás en una preciosa villa del mar negro, Olga me convenció para hacernos una boda exprés por el rito ortodoxo en una pequeña capilla a las afueras de Moscú, el pope (cura ortodoxo, tipo Rasputín) era un primo lejano que apestaba a vodka y a sudor, la buena noticia es que fue breve. El enlace, se basaba en un acuerdo muy básico, casi primitivo, nos queríamos, sin más y así Olga tendría la opción, llegado el caso, de salir del país, además, y esto para mi si era importante, la boda a efectos legales para mi, en España, era como casarse en las Vegas vestido de John Travolta, así que me dije, ¿Quién dijo miedo?.

 

Cuando dejé el abrigo que me salvo la vida dos inviernos y me vine a la vieja piel de toro, ella tenia que tramitar su salida, le prometí amor eterno y que pronto nos reuniríamos, y así fue, un día llegaba yo a casa de madrugada, después de una larga cena con Willy Bodegas, cuando me la encontré medio dormida en la escalera de mi casa con una enorme maleta, se levantó me besó y palpándose el vientre me dijo, tu hijo y yo hemos venido para quedarnos. No descarté que lo del niño fuera una broma, o unos molestos gases mal interpretados, juraría que habíamos tomado casi todas las medidas anti-baby, excepto la abstinencia total, pero una ecografía dibujó con bastante nitidez a una criaturita que no paraba de moverse, lo cual interpreté como un claro signo de herencia genética familiar. Días después en el juzgado de Navalcarnero y ante las miradas aun sorprendidas de familia y amigos nos casamos, solo mi madre cumplió su papel dignamente y con creces, dando todo un recital de llanto incontenible y jamás olvidaré la sincera y agradable felicitación de mi papi, que ese día si estuvo de cuerpo presente, quien me dijo, “siempre pensé que irte a ese puto país no traería nada bueno y así ha sido”.

 

Antes de seguir con mis azarosos días, y para que el lector, si aun permanece despierto, pueda acabar esta parte de mi vida, seguiré con la evolución de la vida de Olga en este occidente capitalista tan tentador para ella y me reservo para otras páginas, aun no soy capaz de tener claro como escribirlo, sobre mi extraña paternidad.

 

Mientras que yo tropezaba de periódico en periódico, debido a las toscas interpretaciones de sucesivos directores sobre el fondo y significado real de las palabras disciplina y obediencia, que a mi se me han antojado siempre como dos sutiles formas de tortura y sometimiento, Olga se reinventaba en occidente traduciendo todo tipo de libros, cuentos, etc. del ruso al castellano y viceversa. Un día el responsable de una firma de joyería mallorquina que hacen perlas como si hicieran churros, para la que Olga había realizado traducciones de contratos y documentos comerciales, le pidió su ayuda, resulta que la esposa e hija del principal importador ruso de joyas querían viajar hasta Mallorca en busca de una villa de vacaciones y necesitaba una acompañante traductora de total confianza. La semana que duró la búsqueda y hasta sellar el acuerdo de compra de una impresionante villa, con punto de atraque privado en la costa norte de la isla, supuso una experiencia deliciosa para ella y un ingreso que le hubiera costado, mínimo un par de años, de dejarse las pestañas traduciendo novelas y cuentos. Ahi empezó a cambiar todo, desde ese momento Olga, encadenó una serie de gestiones y situaciones parecidas motivadas por la creciente salida del capital ruso hacia lo más caro y lujoso de las costas españolas. Los viajes, fiestas y contactos con el mundo de las altas finanzas rusas y también españolas, obró en ella un cambio difícil de explicar, a veces me paraba a mirarla y pensaba que ningún cirujano estético del mundo sería capaz de rejuvenecer y embellecer sus rasgos de una manera tan optima.

Un día, entre muchos otros ausentes y sin saber donde demonios estaba, apareció en casa con un extraño instrumento, que dijo era un teléfono móvil, al cogerlo y enseñarme su funcionamiento, me fijé, de chiripa, en sus manos y muñecas, donde relucían deslumbrantes una serie de anillos, pulseras y abalorios que por su pinta me parecían de más valor, que el pisito interior donde vivíamos en pleno barrio de Malasaña. Comprendí entonces que la galaxia donde Olga habitaba y el pobre terruño donde yo tropezaba a diario, eran irreconciliables y supuse, con acierto, que su verdaderas ilusiones, pasiones y placeres, no se encontraban ni en aquella casa, ni con aquel destartalado tipo, que era yo. De todas formas, hice un esfuerzo por entender su mundo, pero poco tiempo después la aparición en su vida y en su cama, de un libanés riquísimo lo hizo imposible. Así que me dejó el piso a medio pagar y ni una maleta, además de cuatro horas sin poder moverme del sofá, no sé si de impresión o de qué.

 

El día que me encaminé al Registro Civil, para inscribir en el libro de familia a Iván como hijo de Olga y mío, fue uno de los más felices de mi vida, recuerdo que mis pensamientos se convirtieron a cada paso en un serio y bienintencionado conjuro, donde yo me comprometía con la vida a ser un padre, diferente en todo, respecto al que yo había tenido, en aquel momento mi relación con mi papá, después de su cálida felicitación por mi boda era inexistente, pero de todas maneras su “ausencia” siempre estuvo presente en mi vida. Y saltándome algunos errores propios de la inexperiencia y quizás de mi natural ansiedad congenita, creo que no lo hice nada mal en aquellos primeros años del niño, donde además su madre empezó a viajar de aquí para allá, menos mal que conté con la inestimable ayuda mi mamá, sin ella, sencillamente me hubiera vuelto loco, también hay que decir que Iván, fue un niño muy bueno y una gozada para mi. Cuando Olga se marchó, tuvimos una conversación final con una evidente tensión, mi pregunta fue directa y clara, tenia que dar luz a la duda que llevaba en mi oscuro interior todos estos años, ¿es Iván hijo mío? Olga me miro muy seriamente, se levantó y esbozo una mueca que pretendía pasar por sonrisa y antes de salir de nuestra casa y de mi vida para siempre me dijo; has sido mediocre en casi todo, pero un buen padre pese a que estoy segura que siempre lo has sabido. Esa fue la última vez que vi a Olga, jamás pese alguna llamada suya, que nunca contesté, he vuelto a tener contacto con ella, aunque sé que su vida anda entre la abundancia y el lujo, por lo que me imagino que será muy feliz. En cuanto a Ivan, y luego contaré como lo supe, por razones incomprensibles para mi, volvió a Rusia y vivió con su abuelo, hasta la muerte del general, quizás esto le influyó en su vida de una manera que nunca me hubiera imaginado ni deseado.

 

7.     Reportero sin fronteras

Meses después de mi reciente y forzada soltería, me quede mucho mas solo, porque mi mamá, quizás por el exceso de sufrimiento acumulado durante toda su vida y por el enorme peso de su bondad, no pudo resistir un envite malparido y cruel de su corazón y nos dejó completamente huérfanos una lluviosa y desapacible tarde. Sentí la opresora angustia de la soledad, como una enorme garra que me apretaba sin miramiento alguno el cuello cada mañana al despertarme, fueron meses muy complicados, mis hermanos también sufrieron mucho y en buena medida yo formé parte de la suma de su dolor y preocupación, era muy evidente que mi estado emocional estaba en los niveles más preocupantes de mi vida. Pero de nuevo el gen de “los quietos” tiró de mi y dejé el periodismo de redacción, oficina y teléfono, para lanzarme como un verdadero loco a la aventura más transgresora, el reporterismo de guerras y conflictos internacionales y así estuve varios años, trabajando por libre para las cadenas o medios que me querían contratar, siempre eligiendo lo más peligroso, donde la competencia escaseaba y el dinero y el riesgo eran mayores. De todas formas, todo esto no me ayudó ni a ganar amigos ni a ser feliz, en ese mundo, hay verdaderos energúmenos y gente que vendería su alma por casi nada, además de las horribles experiencias a las que uno se somete sin pretenderlo, pero lo peor es el olor, el maldito olor de la guerra, un olor a muerte y sufrimiento que no se olvida jamás. 

 

Después de años de vivir anestesiado en parte, parece mentira la sensibilidad que se deja uno cuando tu corazón ni siente ni padece y  tras dos días aciagos, como otros muchos, sin saber porque me desperté de aquella vida al margen de todo y todos y abandoné la huida hacia ninguna parte. Veníamos huyendo, un pequeño grupo de periodistas y dos monjitas salvadoreñas  de una masacre en una polvorienta aldea de Etiopia, en un recodo del camino divisamos a un pequeño, casi sin fuerza ni lagrimas para llorar, que apenas sobrepasaba el año de edad, agarrado a una fría mano, de un mujer que yacía semidesnuda y ensangrentada en la cuneta, ninguno de los coches que nos precedieron lo socorrió, pero nada más sobrepasarlo, pedí parar el vehículo, y pese a las quejas de mis compañeros de fuga, tomé en mis brazos a aquella criaturita y le abrace como si fuera lo más preciado de mi vida. Y lloré, lloré durante horas, sin poder detener ni las lagrimas ni mi congoja, porque con aquel precioso niño en brazos me di cuenta que yo había visto escenas y situación parecidas muchas otras veces y jamás había parado, así de sucio y asqueroso me sentí. Afortunadamente a las pocas horas pude entregar aquellos dos ojos negros que desde entonces forman parte de mi vida a una organización que se encargaba de acoger y sacar de la zona del conflicto a mujeres y niños cuyas vidas no valían nada para nadie. Al día siguiente, continuamos el viaje hasta una zona casi desértica, por error nuestro nos metimos en medio de un feroz combate entre los dos bandos, tuvimos que agazaparnos detrás de unas resecas piedras, mientras las balas y las detonaciones se apoderaban del aire y destrozaban el mugriento Jeep que nos había llevado hasta allí. Así estuve varias horas junto a mi gran amigo Tommaso Pietri y su hermana Francesca, reportero y cámara de la RAI Italiana, respectivamente y hermanos de tantas peripecias y miedos,  y yo aun impactado por lo vivido el día anterior y otros miles  días anteriores a este, decidí que había superado el máximo de mi capacidad de indiferencia y también el de mi vejiga, así que, me levanté de improviso enarbolando una vieja toalla, que fue blanca en otra época y empecé a caminar para salir de aquel maldito jaleo, mis compañeros me chillaban horrorizados, pero aquello no tenia vuelta atrás, era blanco o negro y algo debí transmitir a los malos, en esas guerras todos son malos, porque el tiroteo fue cesando poco a poco y logré atravesar, imponiéndose el silencio mas aterrador que recuerdo,  un largo llano que me condujo hasta unas colinas próximas donde me refugié y donde oriné con enorme placer, la mejor micción de mi vida, y desde allí, tras varios días logré iniciar un largo y azaroso viaje de vuelta. Me propuse que nunca más volvería a vivir como reportero, y así evitarme la repugnante visión y presencia de lo más sórdido, cruel y detestable de la condición humana y de paso, intentar asegurarme no volverme a encontrar otros ojos tan llenos de horror y desesperación como los de aquel niño.

 

Debo decir, que podría escribir varios libros sobre los años que viví en la nebulosa y el letargo, pero no puedo, la vergüenza y el espanto se mezclan confiriendo un sabor a bilis de esa parte de mi vida, que no parece que sea mía y por eso deseo olvidarla con toda mi alma, pero  no puedo, como dice mi amigo Willy Bodegas, es una condena en la que tu no conoces su duración y hasta puede ser perpetua.

 

Precisamente Tommaso, el gran reportero italiano y hermano, un par de años después me llama de improviso, nada más y nada menos que desde Siria, en plena guerra, y tras un breve saludo, me dice; sabes que he estado tomando vodka con un capitán ruso, que aunque no se parece a ti en nada, se apellida como tu, Herranz. Tarde varios segundos en entenderle y otros tantos en cerrar la boca, Ivan, aquel hijo inscrito por mi en el registro civil, al que cuidé y amé los primeros años de su vida con todo mi corazón, al parecer seguía conservando mi apellido, y ya como oficial del ejercito ruso andaba arrasándolo todo en aquellas peligrosas tierras y llevando a la muerte y a la miseria a esa pobre gente. Me emocionó saber de él y también el cariño con el que Ivan guardaba sus recuerdos sobre mi. Tommaso le puso al día de mi vida y gravó un pequeño video que me envió, maravilloso, donde un Ivan completamente desconocido para mi, después de una breve descripción de su vida en ingles, se despedía en un torpe castellano, diciendo: Un beso, te quiero, papá. Todo lo que no lloré cuando su madre me dejó, lo hice aquel día, no he vuelto a saber de él pero solo espero que este bien y sea muy feliz, pese a vivir y pertenecer a a un país y un ejercito tan detestable, al menos para mi.

 

8.     El retorno y como vendí mi alma dos veces, por dinero, claro

Con mi alma en los huesos y el pelo ensabanado, nada más llegar a España, me di cuenta que mi prolongada ausencia me había dejado mis recuerdos en la prehistoria, no reconocí ni el país, ni a mis propios sobrinos, casualmente nos cruzamos por la calle, pasaron por mi lado como si tal cosa y no fui capaz de saber quienes eran, hasta que ellos me pararon. Mis hermanos habían cambiado poco y mi padre nada, seguía exactamente igual que siempre, vendiendo burras a derecha e izquierda y troleando hasta cuando intentaba decir la verdad. Apenas unas semanas después una “milagrosa” angina de pecho, no muy fuerte, pero lo suficiente para acojonarle, le tuvo a un paso de lo peor y se obró el milagro, aquello le hizo ver un posible cercano y chungo final par su destartalada vida y reculo, como ya he comentado a través de mi hermano le buscó un trabajo en una portería de Ávila, donde su vida cambió y todos nosotros, bueno en menor medida en mi caso, descansamos de sus idas y venidas.

 

Mi pisito después del abandono de tantos años, se había convertido en una lúgubre y tétrica caverna, menos mal que un famosísimo cantante, casualmente muy admirado por mi, había comprado todos los pisos de la plana superior construyéndose un medio palacete castizo y urbano, su reforma afectó a varias estancias de mi cuchitril, así que cuando llegué, le hice una visita de reclamación que se torno en cañas y además de firmarme un autógrafo, regalarme su ultimo CD, nos bebimos una botella de whisky se comprometió a arreglarlo todo, cosa que hizo y aprovechando el viaje, me propuse hacer algunas mejoras que me parecían apremiantes, convirtiendo un piso ramplón en un apartamento con cierta gracia. A fuerza de verlas pasar muy estrechas a mi mamá de pequeño, aprendí el valor del ahorro, además en las guerras hay poco donde despilfarrar, excepto los sobornos y ningún capricho donde dejarse las pestañas, excepto para esos viciosos de todo, pero esto también forma parte del negocio, así que había ahorrado lo suficiente para no tener demasiadas estrecheces en mi regreso, aunque el primer día que quise llenar la flamante nevera americana, hacia cubitos de hielo automáticamente, me di cuenta que aquella España barata que recordaba, se había entregado vilmente al capitalismo sin decoro ni aviso.

 

La vuelta a la realidad profesional fue una verdadera decepción, el periodismo en España se había convertido en el brazo tonto de la política, sesgado y manipulador, alejado de los conceptos y filosofía que yo aprendí en la universidad y en aquel periódico vespertino en el que fui becario y donde la verdad era noticia, fuera la que fuera. Los directores y jefes de redacción eran creadores de opinión y no periodistas y algunos manipulaban sin decoro alguno con tal de justificar sueldos y conferencias millonarias. No me veía yo trabajando con comodidad en ningún medio importante, pese a que tuve algunas oportunidades de hacerlo, así que siguiendo el ritmo rutilante de mi personalidad y para no estarme quieto perdiendo el tiempo y la poca decencia que me quedaba, empecé a colaborar por libre con varios medios, tan dispares como una revista de viajes, un semanario muy popular con portadas de mucha teta y muslo y algunos periodistas famosos que necesitaban a “un negro” que les escribiera la base de sus artículos o fuera capaz de perseguir e investigar indicios que pretendían convertirse en una gran primicia.. Así tiré un tiempo, hasta que me encontré con dos personas en la vida que casi me hicieron rico, pero yo no me deje.

 

Paco Gómez, era un redactor en radio Madrid, uno de tantos, pero con trienios. Si Paco Martínez Soria le hubiera conocido, sin duda, le habría dado un papel relevante en todas sus películas donde aparecía el tipo con pinta de bruto de pueblo con la clásica boina, aunque a este con o sin ella daba el perfil perfecto. Paco, un segoviano, callado y listo como el hambre, tenia merecida fama de tacaño y huraño, tiempo atrás habíamos coincidido en el diario Pueblo, y cuando me lo encontré tomando un café cerca de la Gran Vía, me di cuenta que hay personas que se momifican en vida y Paco era uno de ellos. Nos pusimos a hablar y a los diez minutos me dijo, invítame a cenar este viernes que te voy hacer medio rico, si te dejas.

El caso es que Paco, tenia montado un negocio de maquinas tragaperras que había colocado en diversos bares y mesones de la sierra segoviana, y se había dado cuenta que el juego es un vicio potentísimo en cuanto a la adicción, pero que el gran dinero no estaba en los pueblos pequeños, sino en las grandes ciudades y con maquinas de ultima generación y con sistemas inteligentes de juego, así que buscaba socios capitalistas para forrarse del todo. Nunca he sido un puñetero pesetero, pero reconozco que caí asquerosamente en la avaricia, no solamente le puse dinero nada más contármelo, sino que le busqué cuatro tipos dispuestos a poner más, porque Paco lo tenia todo tan meticulosamente pensado que no había duda posible. Paco introdujo unas maquinas con memoria en lugares inéditos, en aquella época en Madrid, por ejemplo, los mercados municipales que tenían todos cafeterías o bares, el decía que las mujeres lo tenían que catar y cuando lo hicieran serian una mina, y así fue. A alguno de los inversionistas les dio para comprarse un bonito apartamento, a otro un cochazo alemán de toda la vida y a mi amigo Billy Bodegas, entrar como socio preferente en una bodega en Jumilla, que luego se hizo muy famosa, por mi parte, yo no hice nada de nada especial, solo la lujuria me llevó tan solo a una escapada a Paris, donde había quedado con Francesca, la cámara italiana con la que tuve una breve y bonita aventura. Paco, nuestro gran Paco, no se compró ni una camisa nueva, llegó a decirme una vez, y creo que no me mentía, que el viaje más largo y desenfrenado de su vida, fue una semana de playa en Gandía. Una vez le pregunte que iba a hacer con tanto dinero, solterón y sin hijos, hay unas monjitas, me dijo, en un pueblecito cerca de Cantimpalo, que me garantizan una misa diaria, rezando por mi alma, durante cincuenta años si les dejo todo el capital. No se para que coño quieres que te recen unas monjitas durante cincuenta años después de muerto, por si acaso, me contesto. Mis ultimas noticias es que Paco sigue vivo, pero el monasterio ha cerrado por falta de vocaciones y consecuentemente de repuestos, así que no sé como piensa mi amigo resolver el problema de su alma después de muerto. Por mi parte mi conciencia, siempre llego tarde a su inevitable cita, se me despertó de improviso una mañana en un bareto del barrio, era sábado y desayunaba con cierta calma en el bar de Javi. Una mujer mayor, jugaba sin parar en una de las maquinas tragaperras, sentaba sobre un taburete y con un carro de la compra al lado vacío. En un momento determinado se vuelve y le dice a Javi, déjame veinte euros que luego te los traigo, esta calentita Javi, el tal Javi que era bastante patán, todo sea dicho de paso, la miró como una apestada y le dijo, aquí no se fía ni para beber ni para jugar y aquella mujer le cambiaron sus ojos, se le velaron turbios y con una profunda desesperación, sinceramente me hizo volver a recordar las miradas que había visto tantas veces en algunos barrios de yonkis y desesperados de algunas de las ciudades del mundo por las que había transitado mi vida. Cuando la pobre mujer cabizbaja se fue, Javi a preguntas mías, me explicó que las maquinas tenían enganchada a mucha gente y que había perdido algunos clientes porque en otros sitios si les prestaban, cobrando intereses de usura y el no. Sin salir del bar y sin más preámbulo, llamé a Paco, le dije lo que había visto y quería deshacerme de mi inversión, Paco intentó con poco convencimiento serenar mi propia indignación y me pidió un par de semanas y ahí terminó mi aventura con los dividendos del juego.

 

Andaba yo por la salmantina sierra de Francia, tenia que escribir y fotografiar, un articulo sobre el valle de las Batuecas y toda aquella maravillosa zona, cuando me sonó el móvil, esos Nokias que sonaban hasta cuando no había cobertura. Un conocidísimo reportero de TVE, un asiduo al programa Informe Semanal, me buscaba para decirme que había un gran banquero que andaba en ciertos apuros políticos y judiciales, le había pedido ayuda para ver como remediar la caída al abismo por la que transitaba su imagen y mi amigo le dijo que para eso y tal y como le estaba sacudiendo la prensa, era portada varias veces a la semana, necesitaba algún periodista intrépido acostumbrado a mil batallas y a no dejarse intimidar fácilmente. Hacia tan solo unos días que había leído con cierta curiosidad, en realidad yo leo siempre con curiosidad y de todo una nueva figura aparecida en Estados Unidos, el Community Manager, que suena de muerte y parece la leche. Me desplacé a la gran finca toledana del banquero y después de contarme su versión de su situación, que si, era bastante complicada, me pidió mis sugerencias para intentar frenar la cascada diaria de malas noticias referentes a él. Así que decidí ser tan directo y sincero como casi siempre; Bueno mira, tuteándole, algo a lo que no estaba muy acostumbrado, yo no creo en los milagros y en tu caso menos aun, pero lo primero es apaciguar la ventolera, para que el ruido a tu alrededor se reduzca al máximo, después es necesario que vayan apareciendo algunas noticias positivas y por último habría que conseguir que algunas plumas cualificadas pasaran de la ofensa a la defensa, y todo eso lleva mucho tiempo y mucho dinero. Aquel tipo, estirado, engreído, que se había creído el rey del todo el mundo, me miró con la misma proporción de curiosidad que de recelo y después de juntar sus manos en una aparente plegaria al dios del poder o del yo soy único y el mejor, preguntó; ¿Cuánto? Y yo le dije una cifra, sencillamente escandalosa, debo confesar que con la tibia convicción por mi parte que el pájaro se asustaría y volaría hacia otros parajes, pero me contesto, ¡adelante!

 

En un par de meses, además de engordar casi diez kilos, me pasaba los días con comidas, cenas y saraos con todo tipo de imbéciles, que se creían los mayores defensores de la honra, y la verdad en el periodismo, pero que se plegaban con una patética facilidad ante una magnifica cena, un carísimo ribera del Duero y ya no digamos una noche de farra a lo grande. El engrase a esas almas en venta empezó a dar sus frutos, pero había algún miura que no podía plantearle la cuestión de esa forma tan casera y ancestral. Sobre todo, eran aquellos tipos que más le doraron la píldora al personaje, cuando este crecía y se apoderaba de la constelación bancaria, y participaban en sus cacerías y fines de semana en lujosos hoteles, esos eran los peores, los más empeñados en salvarnos a todos del personaje. Así que desplegué a varios colegas por el territorio de la información confidencial y como las primeras gotas de una tormenta estás empezaron a caer poco a poco, hasta que llegó el diluvio, porque tenían tantas cosas que tapar que les faltaban manos y paraguas, así que una vez recopilada la suculenta información, me fui citando con algunos de ellos en sus amplios despachos de directores de periódico o jefes de redacción de alguna cadena de radio y les sugerí amablemente abrieran un periodo de tregua y revisaran su beligerancia desatada y mordaz, el nada sutil mensaje hizo efecto y el personaje fue languideciendo en las primeras paginas y titulares de los programas de mayor impacto y audiencia. Así que comenzó la segunda fase, que era dar a conocer el lado humano, social y generoso del personaje, que no lo tenia ni por asomo, ni lo tendrá nunca, porque es un tipo engreído como el puto sol y solo se ama a si mismo, pero se hizo el paripé y paso a aparecer en determinados actos beneficios y acudió a programas de entrevistas con un aire desenfadado y cercano que nos inventamos, para rematar la oferta con un pack gourmet de humanismo, humor  y compromiso social, que hizo cambiar en gran parte, los milagros no existen, su imagen ante la opinión publica, sin parecer inocente del todo, al menos si procuramos sembrar muchas dudas sobre su culpabilidad. Después de dos años dedicado a este trabajo, haber aguantado las arcadas mas profundas de mi conciencia y de haber ganado una millonada y un evidente sobrepeso, paso lo que yo sabía que iba a pasar. Me citó a comer, posiblemente el mejor periodista de investigación de la historia del sector en España, al que conocía muy bien, me dijo que mi cliente tenia más de doscientos kilos en un banco en las Bahamas y aquello olía que apestaba a dinerito sembrado en más sitios y lamentándolo nada,   la información se iba a publicar en un máximo de 72 horas. Esa misma tarde pedí una reunión urgente con el famosísimo banquero y le pregunté si era cierto, intentó evadirse con una serie de estupideces propias de su endiosamiento, así que me levante del mullido sillón, deje el whisky de malta sin tocar y le desee buena suerte. No la tuvo, imposible, porque era culpable y pagó con años de cárcel su arrogancia, pocos según mi modesta opinión.

 

9.     La transición antes del lio gordo

Con mucho dinero y muy arrepentido por este nuevo volantazo en mi loca trayectoria profesional, volví al periodismo caníbal, a la dureza de la espera de una llamada, de un encargo o de un chivatazo para seguir una noticia. Me metí en unos cuantos fregados de los que puede escapar de milagro indemne, aunque una familia de narcos de la raza calé y acento de la bahia me estuvieron persiguiendo durante meses y no para darme un abrazo, precisamente, menos mal que la policía les pilló con un alijo de record y se han mudado a una celda en el talego para cosa de una década. Tampoco estuvo nada mal la manía que les entró a una pandilla de muchachos latinos, que en vez de darle por la salsa o el reguetón se convirtieron, y aun lo siguen haciendo, en el terror de barriadas enteras de Madrid, un par de reportajes, firmados por mi,  en la tele autonómica y me buscaron con verdadero ahínco, después de un tiempo tomando precauciones y tras una avalancha de noticias sobre palizas, muertes y robos, con el consiguiente acoso policial, me figuró que facilitó mi pase a la reserva de enemigos indeseables a machacar.

 

Quizás os preguntareis si mi soledad era completa o alguna vez tuve alguna pareja en mi vida. Sinceramente cada relación que finalizaba hacia que la anterior pareciera mas larga y mejor, se puede decir que la racha fue casi infinita y frustrante, creo que llegó algún momento donde me salió un callo en el corazón y casi me daba igual estar solo que no . La verdad es que la única mujer que me atraía muchísimo, fue Francesca, la intrépida fotografía italiana, no me importaba en absoluto que le gustaran tanto o más las mujeres que los hombres, pero tenia un problema de inmediatez tremendo, podía enamorarse de dos o tres mujeres tan solo subiendo por las escaleras mecánicas hasta la planta sexta de oportunidades de El Corte Ingles y si volvía a hacer el mismo trayecto de bajada, pues repetía el amore súbito, como decía ella, con ese endiablado acento romano. Es un encanto de persona y una mujer bellísima, nos queremos mucho y por eso, ella nunca me dejó que le pidiera nada, tan solo, algún taxi de vez en cuando. 

 

No me digáis porque, pero un buen día, se me ocurrió la idea de proponerle a una cadena televisiva, la idea de un programa de aventuras con cuatro personas de la calle, normales, con hijos, hipoteca y pocos sueños. como cualquier vecino, que viajaran por algún lugar del mundo con poco dinero, y para empezar les propuse recorrer américa de sur a norte, el premio era llegar el primero con los mismos medios de salida que el resto a un punto determinado. La idea les gustó y me propusieron hacer una presentación al Comité de Dirección. Fácil, pensé, me puse a ello y preparé un guion y una presentación bastante realista y escueta, con una memoria económica de grandes números y poco detalle, esta es una vieja táctica que en este tipo de presentaciones funciona muy bien. Cuando entre en la sala, donde había sentadas unas quince personas, la directora de Medios me presentó a todas las personas que allí había, hasta que en un momento determinado, y mientras que yo sonreía a una broma de la ultima persona a quien saludé, Luis Racionero, viejo amigo y periodista de pluma fácil, mis ojos se encontraron con el sueño de mi juventud, y ni mi boca, ni mi destartalado cuerpo fueron capaces de articular el más mínimo movimiento.

Víctor, te presento a nuestra consejera por parte del accionista mayorista italiano, que nos ha pedido expresamente estar presente, Mamen Subirats. (Subrayado y en negrita como se merece)

Hago un inciso, por si algún lector ha resistido hasta aquí, y aun entendiendo que os he procurado uno o varios relajantes y profundos sueños en muchos momentos, os pido que recordéis conmigo a aquella muchacha que era la musa de la universidad complutense, la perfect barby para sus envidiosas compañeras del sexo femenino y quien me dijo después de una tarde de estudio en una cafetería de Madrid, mientras yo babeaba asquerosamente, “oye Víctor, no te engañes, esto solo es trabajo de clase, tu y yo ni una mínima relación de amistad, ¿queda claro?”.

Esa Mamen Subirats, me saludaba con su sonrisa indescriptible y sus ojos que centelleaban como un ramillete de rayos laser me hipnotizaban, esa misma y juro que no lo soñé, se me acercó y me dio dos besos, uno en cada mejilla cuya suavidad aun perdura y perdurará siempre.

Supe entonces, que si no reaccionaba, mi proyecto se iría al basurero de la tele y yo quedaría como un puñetero baboso que aun no era capaz de digerir con cierta normalidad la belleza inigualable de una mujer guapísima, así que sin mas preámbulo, me arrodillé ante el asombro de todos y le dije, te he idolatrado toda mi vida sin ninguna esperanza, pero ahora si me lo permites tengo una presentación que hacer y me incorpore ante la sonrisa de todos, menos la de ella, que la note un pelín forzada.  Aunque mi intuición me dice que con su ego vagando por la zona más alta de la mismísima vía láctea. El programa se aprobó e hicimos dos temporadas, una en América y otra en Asia, fueron un par de años muy divertidos, porque yo asumí la producción del mismo y los resultados económicos y de audiencia fueron buenos.

En realidad, se que estas pensando, que a ti el resultado de la serie te importa una castaña pilonga, tu ataque de curiosidad va por otros derroteros, es saber que paso entre Manen “la diosa” Subirats y yo. Aquel día nada, es más, cuando terminé la presentación, les dije que me retiraba para que ellos hicieron su propio debate y me fui, pero….en posteriores reuniones ya con el presupuesto aprobado Mamen “la diosa” Subirats no apareció por allí, ni supe nada de ella, pero…..un día, acabada, con éxito,  la primera temporada y con el contrato firmado para la segunda, ¡oh sorpresa! me llamó por teléfono y me propuso quedar a comer en un lujoso restaurante de la capital, entonces aguanté a duras penas unos segundos sin decir nada, ella impaciente dijo…. ¿Victor, Victor?, a lo que yo le respondí, ok, si es una comida de trabajo, porque debes sabes que entre tu y yo ni una mínima relación de amistad, después de unos segundos de angustioso silencio, solo escuché; “gilipollas” y la comunicación se cortó. No puedes imaginarte la cantidad de veces que me he odiado a mi mismo por haber sido tan capullo, y las que me he sentido orgulloso, pero no lo pude evitar, me puso el balón votando y la portería vacía, solo podía hacer una cosa, chutar. Le devolví la estúpida frase que casi treinta años antes me había desarmado por completo y me dejó para el arrastre durante semanas y la verdad es que no fue por venganza, sino para llamarle engreída y niñata de mierda, que es lo que era en su juventud y seguía siéndolo, pese a su impresionante belleza. Ni que decir tiene que en esa cadena fui vetado y ni tan siquiera se me ponían al teléfono personas con las que tenia una magnifica relación, excepto Julita, una maquilladora simpatiquísima, que me chivateo el griterío que monto la señora consejera del mayoritario accionista italiano por todo el edificio, naturalmente me fui a comer con Julita al restaurante tan famoso y carisimo. Fue una deliciosa velada de venganza y risas.

 

Después de aquello, en la despedida de mi amigo Billy Bodegas, que se iba al lejano oriente a dirigir una resort de superlujo, coincidí con un matrimonio, compañeros de facultad, que se ganaban, y muy bien, la vida escribiendo guiones y tras varias botellas de vino, pasamos a  abusar sin recato alguno del Jack Daniel´s, fantaseábamos con alguna ocurrencia divertida para hacer algo en televisión y recordé una conversación con un buen amigo, que tiene una relación de amor y odio con su comunidad de vecinos muy curiosa y divertida. Básicamente mi amigo juega a poner de los nervios al resto de comuneros y por supuesto al administrador, al que cuestiona y pregunta cada partida de gasto, exigiéndole respuestas y justificantes, aunque sabe sobradamente están bien para luego proponer cambios y exigir un debate con los otros vecinos. Con las derramas, su sistema es desquiciante, impaga todas las derramas que tiene la obligación de pagar, hasta que la comunidad se plantea presentar una demanda, momento en el que solicita un aplazamiento y así lo paga en cómodos plazos. Todo esto nos llevó a momentos de risas y estas a ocurrencias e ideas que empezaron a dibujarnos un posible proyecto.  A los pocos días nos volvimos a ver y me dijeron que habían estado en una cadena, de las grandes, de la televisión privada y les habían encargado un guion piloto para hacer un episodio de prueba sobre la idea de una comunidad de vecinos completamente alocada y surrealista. Nos pusimos a escribir los tres y tras dos días, casi con sus noches, parimos una divertida, pero sobre todo disparatada situación que una vez realizada en un capitulo piloto, resultó todo un éxito, y con el paso de los años se ha convertido en una serie mítica de la TV. Nosotros tres fuimos los guionistas los dos primeros años y luego la productora decidió montar un grupo de escritores muy jóvenes para darle frescura y futuro a la serie, cosa que he de reconocer fue un acierto absoluto. 

Por aquellos días, después de ver por enésima vez una actuación del gran maestro Gila, tome varias decisiones transcendentales, seguir escribiendo disparates absurdos, comprarme una bici y prometerme por lo mas sagrado que jamás me volvería a poner una corbata. Aunque Gila ya lo había inventado hacia más de treinta años, se puso de moda los monólogos en televisiones y teatros, asi que tiré de tarjetero y empecé a contactar con unos y otras ofreciendo mis legajos llenos de piruetas mentales, presuntos chistes y estupideces, y así comenzó otra etapa de mi vida, donde desde la sala, cocina, portal de mi casa, son todo una sola pieza, continué escribiendo sin parar historias que pretendían ser graciosas y diálogos delirantes, para lo cual no me hacia falta la corbata para nada y si la bicicleta para salir y despejarme de vez en cuando, abusando de mi físico en terroríficas etapas rompe piernas de casi media hora, por el parque del retiro madrileño. El problema de este trabajo, no fue la falta de clientes, que llego a desbordarme en algún momento, sino la falta de pago de los mismos, jamás pensé que en la farándula había tanta jeta y tan poca decencia, pero cuando tomé la decisión de no volver a escribir para este o aquel si no me pagaban, me di cuenta en muy pocos días, que mi tiempo libre aumentó de manera exponencial y mis piernas empezaron a resentirse y ser un lastre doloroso y pesado por el exceso de tanto esfuerzo ciclista. Asi que para vengarme de tanta insolencia y desfachatez, gravé un escueto y breve mensaje en el contestador de mi teléfono, simplemente decía; -¡si eres un cómico que te den!- y mi mochila y yo , nos fuimos al lejano oriente a pasar una temporada con mi gran amigo Billy Bodegas en su suntuoso refugio tailandés.

 

10.  El lio gordo

Aquellos meses en el paradisiaco rinconcito asiático, llegue a la conclusión, y créeme no me fue nada difícil, que las mujeres ricas del planeta, sin importar su color, país o religión, son más guapas que la media mundial y los maridos o acompañantes mas viejos, esto no es dogma de fe, una realidad incuestionable y no hay excepción alguna en el caso de mujeres y hombres ricos rusos. El problema para un tipo como yo, es que ese esplendido glamour de ellas se hunde en el abismo de mi desprecio en cuanto aparece el endiosamiento, la soberbia y mala educación que esas divas se gastan casi por unanimidad y no digamos sus veteranos maridos o paga joyas, asi que un pagafantas como yo, era un mirón y poco más en aquel Edén. Andaba, es un decir, yo degustando un dry martini perezosamente relajado en una tumbona confortable y cálida como los brazos de una mamá, cuando escuché una nítida conversación en ruso de dos fulanos con pinta de ricos capos de la nueva Rusia, cuando uno le señaló al otro con un ligero movimiento de cabeza mi presencia, este le dijo, no te preocupes, es un amigo del director, es español, me dije, aquí hay tomate, al tiempo. Sin prevención alguna ni miedo, el uno le dijo al otro, en un ruso que entendí perfectamente, que tenia señalizados y asegurados varias piezas de caza y citó entre otros: elefantes, leopardos, leones, antílopes y hasta un rinoceronte, en varios rincones de África, y  le ofrecía compartir la cacería que duraría unas dos semanas, por un precio que no me atrevo ni a escribir, pero que me dejo con la tensión tocando los cocoteros de las palmeras que me cobijaban bajo su fresca sombra.

 

Así que harto de tanta belleza y postureo, con la bilirrubina por las nubes, moví mis pesquisas y sospechas por varias agencias y revistas del mundo, y no me quedo otra que aceptar una generosa oferta de la prestigiosa revista Times, para ello contrate a una fotógrafa y piloto de drones famosísima entre la profesión, una valentísima africana que conocía al dedillo algunas de las posibles regiones y nos pusimos en marcha para volver a la dura vida del periodismo intrépido, en busca de las caravanas de estos asquerosamente ricos cazadores furtivos en el sur del continente africano. Después de semanas y muchas indagaciones y de soltar un abultadísimo fajo de dólares, dimos con el como se gestaba estas miserables cacerías, era muy sencillo, sobornaban a los agentes de los grandes parques estatales, para que estos “empujaran” a determinadas manadas hacia los bordes de los espacios protegidas, entrando en  zonas no protegidas, de tal forma que los tenían controlados hasta que aparecía el ricachón con su rifle y solo tenia que apretar el gatillo con las máximas facilidades y con una comodidad cobarde y ruin. Después de varios intentos al final , y por medio de un dron, pudimos obtener unas primeras imágenes de estas matanzas y con ellas, hicimos un chantaje de lo más amistoso y cordial al máximo responsable de parques nacionales de Bostwana, quien había perdido la chaveta y el norte por una lindísima señorita de compañía, ahora se les llama escort, quien aceptó, previo generoso pago,  pudiéramos colocar una cámara en su alcoba, de tal forma que el tipo quedo retratado, él y su generosa y tremenda anatomía, en diversas posiciones y posturas. Este buen hombre, consintió, entonces, y nos filtro una serie de nombres de oligarcas del mundo mundial como los afortunados y con mejor puntería del planeta, así que me pasé tres días revisando imágenes del dron, poniendo nombres a las caras que aparecían y que pudimos identificar razonablemente y escribí un articulo realmente bueno, dejemos de timideces y  monsergas, que la revista partió en tres entregas sucesivas, el lio fue gordo y yo salí pitando lo antes que pude, porque me temía cualquier accidente fortuito en cualquier momento.

 

En las imágenes que pudimos visionar, unas cuantas horas, había una repugnante escena donde varias personas, remataban a un viejo y enorme elefante que moribundo vendió cara su larga y triste agonía, a punto estuvo de matar a uno de los guardias del parque. El que aparecía el patrón, portaba un rifle y se tambaleaba peligrosamente, mientras una jauría de pistoleros, pues eso, disparaban con pistolas cortas a discreción al animal, lo cual era llamativo y extraño, el jefe llevaba una enorme gorra y unas gafas oscuras de sol y atendía, según mi fuente, a un nombre que consiguió arrancarme, pese a todo, una irónica sonrisa, decía llamarse Johnnie Walker (Juanito Caminante) como el whisky. Al llegar a Madrid, después de un rodeo y varios saltos de avión en avión, toda precaución es poca y casi sin bajarme del ultimo avión, suena mi móvil y un compañero y conocidísimo y rico periodista, me dice si tengo las imágenes de mi articulo, la primera entrega ya había sido publicado, tan solo hacia un par de días, en la revista Times, porque poseía una información increíblemente importante, un soplo de oro, así lo llamamos en nuestra jerga, de un importantísimo personaje español afectado por este tinglado. No se porque, pero mi pregunta al tipo en cuestión fue: ¿llevaba escolta?, ya lo creo, mucha escolta, me aseguró mi compañero y entonces me vino de repente la imagen de aquella grotesca matanza que Johnnie Walker y sus hombres habían protagonizado en las inmediaciones de uno de los grandes parques de Bostwana.

 

Sin dejarme pisar el felpudo de mi casa, el famoso periodista y hasta entonces amigo, me recoge en un coche, gama sideral, conducido por dos tipos con caras de haber repartido hostias a diestro y a siniestro y me lleva, prácticamente sin hablar hasta un garito de luces en plena nacional uno a veintipocos kilómetros de Madrid, donde entramos por una puerta trasera, para terminar el mosqueante recorrido en un pequeño despacho sin ventanas, donde tan solo había una mesa, un par de sillas y dos ordenadores. El sonido de una música de fondo, nos acompañó durante los minutos que este hombre se dispuso a conectar los ordenadores, mientras él con un movimiento de cabeza, hizo salir a los dos porteros de discoteca, cuya misión aun sigo pensando que era postureo y un exceso de dramatización y yo aproveché sin córtame para nada en repasar con mi cansada y maltrecha mirada cada rincón de aquel cuartucho, buscando inútilmente algún tipo de camara oculta, etc.. 

 Y ahora empieza la fiesta.

-Veras Víctor, quiero hacer un trato contigo, me dice el colega, si tu me dejas esas imágenes que habéis captado con vuestro dron y que supongo solo has visto tu y tu equipo, donde aparece el tal Johnny Walker y yo puedo identificarlo con el personaje que creo es, la suma de dinero puede ser fácilmente de seis cifras medias, con la única condición que el articulo seria solo firmado por mi, tu no figurarías y serias tratado como una fuente anónima.

En este asunto, prosiguió mi compi, esta metida la alta seguridad del estado y hay sospechas que una garganta muy profunda, próxima al personaje se ha ido de la lengua, y los nervios están a flor de piel, por eso he tomado todas las precauciones posibles y de hecho en mi casa ni saben que estoy con este asunto.

Le mire durante unos segundos y empecé a descojonarme de risa, involuntariamente, aunque pudiera parecer lo contario, porque la obra de teatro era mala, el actor daba pena y yo estaba cansado de un viaje de casi veinte horas.

Veras muchacho, le dije, necesitas ver las imágenes y rezar que la ropa o algo coincidan con el tipo al que quieres chantajear vilmente que creo es nada mas y nada menos que el jefe de nuestro estado democrático y de derecho. Así que porque no empiezas por contarme la verdad y luego yo decido si te dejo ver las imágenes o no.

 

Como suponía, este individuo, el hábil gacetillero del nuevo periodismo, estaba asociado a un famoso ex comisario de policía, un verdadero truhan diabólico, que a su vez trabajaba en esta trama para una señora muy señoreada y muy enfadada, en pleno ataque de cuernos económicos y con quien nuestro amado jefe del estado había compartido cama y sueños durante muchos años. Ósea, querían dejar al personaje real, en el más espantoso de los ridículos, pero eso no parecía suficiente relato escabroso para una suma tan generosa que se me ofrecía, por lo que supuse, sin pensármelo dos veces, había mucho más que dinero en juego. Si Johnny Walker, era nuestro amado jefe del estado, las imágenes le otorgaban , irremediablemente un solo billete de ida a las puertas del vertedero de la historia y si eso era así, ¿que ganaba la despechada amante?, ¿le merecía la pena quedar señalada como la verdugo del simpático y campechano personaje? 

No, me dije, aquí había otros beneficios y beneficiarios de los que no se me quería hablar, pero en ese momento pensé, que tampoco a mi, una plumilla floja, ni a mi pellejo nos interesaba pisar ese desconocido y siniestro terreno convertido en negra historia que jamás se sabrá, todo aquello olía al pavoroso perfume del golpe de estado light, era un jaque mate al rey en toda regla. 

Así que, para meter un poquito de ansiedad a la figura consagrada del periodismo español, le dije - ¡me estoy meando y no es de risa!, dile a los dos puertas que me acompañen al baño, por si acaso me secuestran los geos o la cia. El pavo en cuestión, sonrió deportivamente y me dijo, ya sabes, aquí como en todos los sitios, al fondo a la derecha, joder como te lo conoces compañero, contesté.

Cuando mi interlocutor vio las imágenes, a punto estuvo de sufrir un verdadero espasmo en los flácidos músculos de su feo careto, ¡joder que desastre!, mientras su sonrisa se abría paso de manera creciente y el entusiasmo se iba haciendo incontenible, dándole un brillo especial a su apergaminada piel, ¡lo tenemos joder!, esa fue su frase y después mirándome muy fijamente a los ojos, emocionado y harto de felicidad, me dijo una cifra tan elevada, que en efectivo solo puede pagar en España Doña Manolita.

 

Cuando mi hermana Paquita me fue a recoger y me vio salir de aquel antro con luces de neón como un inmenso arcoíris, ya había oscurecido hacia rato, arrastraba yo dos pesadísimas maletas, manejables gracias a las ruedas. De primeras, su gesto era elocuente, tu no eres mi hermano, menos mal, que ya en el coche cuando escuchó la versión adecuada para no invadir ni dañar su integridad moral y rectitud, solo me dijo, ¡ay Víctor, Víctor!

Tan solo unos días después, una foto, que no tenia nada que ver con las imágenes que yo había cedido, en la que aparecía el gran personaje con un par de guías nativos posando delante del enorme elefante muerto, cubría la primera pagina de un periódico que pertenece a un grupo de comunicación, donde casualmente el gran periodista, mi doña Manolita particular, había sido promocionado a director general. La foto y la portada, obligaron al poderoso cazador a realizar una breve aparición de pocos segundos en TV, además de pedir disculpas a sus súbditos, se ganó de calle para si y para toda la eternidad el record universal del ridículo más bobo e infantil que se recuerda en la historia. Pero el cazador cazado, no salió a la palestra por una foto tradicional de una cacería poco oportuna, y más en tiempos de animalismo desaforado, sino para evitar que los chantajistas exhibieran las imágenes de la cacería salvaje de él, un tanto tambaleante y sus guardaespaldas acribillando a balazos a aquel enorme paquidermo. Poco tiempo después, el gran cazador y yo casi coincidimos, ambos hicimos maletas, dimitimos y nos fuimos, él a vivir como un rey y yo , bueno lo mío os lo sigo contando ahora.

 

Como ya venia uno aprendido de pequeño, el contenido en forma de billetes de las maletas fueron distribuidos en diversos escondites, ya sabéis, diversificar evita riesgos, excepto dos partes, una viajó, conmigo hasta Nairobi (Kenia), donde después de dar muchas vueltas y jugar al despiste puede entregarla, con la máxima seguridad para ella,  a mi colaboradora y piloto del dron que todo lo vio, entendí que era mi obligación hacerla participe del primer premio de la lotería del chantaje real y un segundo paquete para mi queridísima sobrina y su preciosa niña Emma, de quien estoy profundamente enamorado, afortunadamente no les es imprescindible para su despensa y vidas este inesperado desembarco monetario pero era mi deseo, intentar asegurar su futuro al máximo, supongo que esto demuestra que estoy entrando en la vejez sin trampa ni carton.

 

Al volver a mi casa de mi periplo africano, reconocí nada más entrar que allí había habido alguien y no había sido la señora de la limpieza, nunca existió tal figura entre esas cuatro paredes, por lo que todo hacia indicar que había sido objeto de un registro en toda regla, eso si, muy profesional, porque tan solo un par de fallos clamorosos, los libros los tengo ordenados por orden alfabético y había algunos cambiados y los dos cuadros de la pared principal y únicos en toda la casa, los habían intercambiado de posición. Al encender el móvil, esa misma tarde, me habían dejado dos mensajes, cancelando dos posibles entrevistas relacionadas con mi articulo en la revista Times sobre los cazadores furtivos riquísimos, y no había suspirado dos veces, cuando segundos más tarde mi móvil volvió a la vida presente  y sonó  y vi que la llamada era de la directora de una importante emisora de radio, habíamos estado negociando mi participación como comentarista en un programa nocturno sobre aventuras y viajes, se confirmaron mis peores temores, las excusas de la directora fueron tan pueriles y vacías de verdad y su despedida tan elocuente, que tuve claro que sobre mi nombre se había escrito una marca para bloquearme de manera definitiva, “es mejor para todos que no participes en programas de esta casa”, sentí y olisquee el olor del apestado en mi propia ropa y comprendí que aquellas dos maletas repletas de fondos reservados  eran ni más ni menos que un acuerdo de prejubilación no oficial por ser nombrado, en exclusiva, chivo expiatorio de aquella conspiración, mientras mi amigo el periodista “quien lo destapo todo”, surfea en la cresta de ola, perdonando al mundo todo lo que puede y dando lecciones de ética y honestidad.

 

11.  Al final llego el final

Mi pobre hermana casi le da un parraque del susto cuando se lo conté, suspiró, me miro fijamente y me dijo; porque no haces como papá y paras de moverte de una puta vez Víctor. Solo escuchar de su boca el más mínimo paralelismo de un servidor con mi señor padre me produjo un escozor genital solo equiparable a regar una herida abierta con un buen chorro de tequila barato, aunque consiguió encender el cohete supersónico que tengo alojado en el lugar donde debería estar mi cerebro, así que la miré con el enorme cariño que le tengo y le dije; Paqui ¿tu me venderías tu parte de la casucha en ruina del monte?

Quizás lo recordéis, si es así, es un milagro, gracias, pero mis abuelos, Benito y Leandra vivieron en una casita en el monte, allí mi abuelo pasó la guerra civil, sin presentarse a filas cuando fue requerido, sentado a la sombra en el verano y al calor de la lumbre en el invierno. Probablemente también recordareis, que la casa y todo el terreno fue objeto de un fuego maravilloso, cuya indemnización permitió mi matriculación en la universidad. La casucha, apenas tiene cincuenta metros cuadrados, estaba en ruinas, solo las paredes de piedra habían sobrevivido al fuego y al incesante paso del tiempo. Las vistas son increíbles, pero claro alguna desventaja tenia que tener estar en lo alto de un monte, y la principal es el acceso, una tortuosa vereda estrecha permite subir, si los pulmones y piernas lo permiten o si se dispone de una moto de montaña y de pericia en grandes dosis. Mi hermano Fede junto a mi sobrino Antonio, un portentoso ingeniero, no solo me cedió su parte de la casita y el pedregal con su inseparable sonrisa, sino que, sin yo abrir la boca, trazaron un hábil plan para ensanchar la vereda y conseguir un acceso suficiente para transportar los materiales y enseres para conseguir la resurrección de la heredad familiar y convertirlo en refugio cartujo para este pobre exiliado. Además, diseñaron un sistema de construcción muy adaptado al terreno, esencial para conseguir por medio de molinos y placas solares la energía eléctrica necesaria para abastecerme sobradamente las necesidades en todos los días del año. Afortunadamente a pocos metros de la casa existen dos grandes manantiales con agua potable todo el año que, al unirse, se convierten en un tímido arroyo que se abre paso entre piedras y arboles monte abajo.

 

A punto de echar el cierre al pisito, me encontré con mi vecino, el gran artista, quien nada más conocer mis intenciones, me hizo una oferta para quedarse con la chabolita y así poder montar un estudio de grabación propio, cosa que le apetecía desde hace años y ahora si podía permitírselo, así que casi en la penumbra de la escalera, pegando manotazos al automático de la luz cada dos frases y media, nos estrechamos las manos y el trato quedo cerrado. Dando ejemplo de formalidad y buenas maneras, me propuse despedirme de varios colegas y amigos, pero casi todas las invitaciones o fueron rechazas sin más o el nivel de las diferentes escusas fue tan chabacano que decidí, despedirme yo solo, comiéndome un bocadillo de calamares y una ración de bravas en un bar mítico de la glorieta de atocha, y luego me di un largo paseo por esos lugares de Madrid que tanto me gustan, hasta que un taxi salvó in extremis lo poco que quedaba de mis cuádriceps y gemelos.

 

Aunque resulte vanidoso por mi parte decirlo, estoy seguro que estás deseando saber como es mi vida ahora, en este retiro-exilio-ermita, pues sigo en movimiento, con la inercia de toda mi vida, sin parar, pero sin hacer nada relevante. Nada más llegar, me sorprendió la crudeza del invierno en estas altitudes, así que busqué refugio en la chimenea y amparo en las muchas horas que pasé escribiendo sobre mil cosas, todas ellas de vida efímera, duraban tan poco que ni una sola alcanzaba a ver el día siguiente, hasta que sin saber como, pensando en mi maravillosa sobrina-nieta, escribí un cuento y luego otro y otro y otro. Animado por mi familia los envié a un par de editoriales, bajo seudónimo, no me gustaría despertar a la bestia que duerme en las cloacas del estado, y el resultado fue un lamentable y doloroso, silencio solo silencio, por lo que también todo el proyecto infantil ha pasado a la papelera de los sueños rotos.

 

Cada mañana diviso desde mi soledad, aun no puedo afirmar con plena seguridad si es feliz o no, el perfil de los montes y el sombrío verde de valles y prados, mi vida huele a leña casi siempre, solo me afeito los sábados y me divierto viendo la vida de otras especies que, a mi alrededor, como yo, han decidido sobrevivir pese a todo. He aprendido a hacer pan, criar gallinas y ordeñar una cabra, que me hace cerrar los ojos a cada sorbo de café con su leche. No paro de imaginar proyectos, libros, novelas, mientras paseo o me recuesto en el viejo fresno que hace casi cien años plantó un abuelo al que no conocí y las raras veces que bajo de mi atalaya, es por necesidad imperiosa o para enjuagarme las amarguras con un ratito con mi familia y sobre todo con esa niña que es un sueño.

 

Si has llegado hasta aquí, muchas gracias.

 

POR FIN

Muy de tu rollo

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