Me contaba mi abuela, y lo hizo unas cuantas veces, cuando ella y mi abuelo vivieron en aquel Madrid imposible de reconocer, en una casa de vecinos de dos alturas, que abrazaba un amplio patio central donde existía un pozo de abundantes y salobres aguas, que solo utilizaban para el aseo y la casa, para beber y el puchero, había que ir a una fuente no demasiado cercana.
En los bajos de este edificio mi abuelo arrendó un establo donde mantenía cinco esplendidas vacas holandesas, que llegaron en tren a la antigua aduana de la desaparecida estación de ferrocarril de las Peñuelas. Cada día, después del primer ordeño, liberaba a sus “joyas vacunas” de la atadura del pesebre y pastoreaba con mimo y sin prisas a sus animales, dejándoles pastar a su antojo en una extensa vaguada donde abundaban los pastos y los desechos de las huertas, aquel lugar hoy lo conocemos como la M-30.
Aquel populoso edificio, era casi o muy parecido a una corrala, albergaba a más de diez familias, once si contamos las cinco holandesas (vacas) de mi abuelo, y un alpargatero en un bajo, el señor Daniel cuyo merito no solo era saber hacer aquellas alpargatas indestructibles y a buen precio, si no conseguir hacerlas con un solo brazo, el otro se lo dejo en Cuba, cosas de la guerra.
Mi abuela siempre recordaba aquella época con cariño, solo empañado por los dos abortos y los dos recién nacidos que se le murieron sin saber como ni porque, hasta que nació mi padre. Pero como lo perfecto no siempre es deseable ni existe, aquella comunidad de gente humilde tenia su pega, y esa era la señá Patro.
La señá Patro no hubiera sufrido daño alguno, si el tejadillo de aquel edificio se hubiera venido abajo de repente, no una sino cien veces, salvo satánico milagro, porque la tal Patro se pasaba la vida en el patio rumiando o al acecho emboscada por rincones y escaleras.
- Anda que el Benito, que asco de hombre, ¡virgen del cielo como venia anoche!, que pestuza a vinazo y luego se le pone flamenco a la pobre Juana.
- Si, si, la Tomasita, muy mona la chulapa y muy buen tipo, todo lo que tu quieras, pero ya veremos, si al final se queda soltera como su madre.
- Pues el Justo y la Fermina ayer, y bien tarde era, llegaron en taxi, a saber, de donde vendrían, luego comen de fiado al colmado del señor Aguado.
- Y que me dices del Sebas, otra vez sin trabajo y la pobre Rufina fregando suelos y palanganas en la casa de putas de la fuente del Berro.
La señá Patro era licenciá y prospera a partes iguales, pero sus mejores momentos se empezaban a teñirse de una negrura muy singular.
La invasión de cucarachas se produjo de golpe, sin previo aviso, hasta el brocal del pozo, había que limpiarlo a paletadas. Como seria aquello, que los vecinos se apropiaron de unos sarmientos y cada atardecer hacían una fogata donde las quemaban.
- Aquí lo que falta es higiene, agua y jabón y sobran muchas guarras, si lo sabré yo – clamaba la señá Patro, brazos en jarra y bien fuerte, para que se la oyera.
Pero Marcialin, un crio de apenas ocho años, salió una tarde corriendo a voz en grito al patio comunal.
- ¡¡Ya se donde nacen los bichos, ya lo sé!!.
Al griterío del chaval, acudió toda la vecindad y este les guio escalera arriba, hasta una puerta semiabierta, donde un ejercito de asquerosos bichos negros desfilaban en desordenaba formación para continuar el asalto a aquella humilde corrala.
La puerta daba entrada a la vivienda, justamente de la señá Patro, que atónita permaneció, esta vez, callada.
Al parecer y por lo que contaron los vecinos que con arrojo y valor se atrevieron a entrar, en aquella casa, allí no se podían comer ni nueces.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, esta en todo, no hay barro donde no se revuelque ni escalera o esquina donde no largue lo mas grande, gasta salvas de saliva poniendo mas caliente al micrófono, que el de una despedida de solteros en un karaoke. La sobreexposición de su populista bla,bla,bla ininterrumpido y constante puede no dejar ver las cucarachas que le salen en desbandada por las puertas de los centros de salud, hospitales y las residencias de mayores.
Quizás no lo sepa, pero los números mas increíbles de los grandes magos del ilusionismo no son magia, son trucos, falsas ilusiones. Cuando reduces los presupuestos de los gastos, fingiendo que las bajadas de impuestos aumentaran la recaudación, te quedas sin margen de maniobra y ahora sencillamente no tienes para pagar las mejoras que permitirían la sostenibilidad del sistema de salud que a ella, la seña Patro, solo le incordia y nada le importa.
Me acuso y confieso que he caído en las odiosas fauces de la fiebre, las toses y el infame moqueo, así que ni corto ni perezoso, tiré de electrónica y pedí cita a mi centro de salud y oh, la la la, nada de sorpresas, diez días presencial y mas de veinte on-line.
Espero haberme curado por mis propios medios y saberes como curandero ocasional para entonces, y que los médicas y enfermeras consigan sus justas reivindicaciones y puedan cuidarnos como nos merecemos.
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