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El camelo del relato


 






La palabra relato ha emergido desde las profundidades del olvido hasta una actualidad saturada por su uso o abuso, que en la mayoría de los casos no se ajusta en absoluto al significado lingüístico de la palabra en sí.

 

El relato en estos tiempos que compartimos, no trata de resumir un acontecimiento de manera breve y explicita. Su utilidad se ha ido sesgando de manera gradual hacia otros menesteres que nada tiene que ver con su esencia.


El relato cada vez se parece más a una mentira.


Ni el relato es capaz de tapar las vergüenzas, al Ministerio de Igualdad, que sigue en su loca carrera pro-suicidio colectivo de la izquierda, y disfruta micrófono en mano en no dejar de hacer   un ruido que suena, cada vez mas nítidamente, a patético y agotado.

 

Tampoco (el relato) ha podido sacar del entuerto a un Núñez Feijoo cuya debilidad argumental y el notable temblor de sus gallegas canillas, ha quedado retratado en sepia, cuando desde el púlpito se le ha llamado al orden y él casi se ahoga en el nausabundo charco en propiedad que la derecha cavernícola tiene sobre el derecho al aborto.

 

Hay relatos históricos que de repente enseñan su verdadera faz, y si no que se lo digan al F.C. Barcelona, que ha mantenido durante décadas la famosa cantinela; dando por hecho la compra de árbitros, jueces de línea y hasta acomodadores por parte de su contrincante blanco madrileño y ahora le estalla en mil pedazos el relato inverso, salpicando de heces a una competición que entra en la UCI de la duda.


Y ante la desventura de lo sabido, nace un relato tan viciado como impostor por parte del presidente palanquero del club, donde insinúa que todo esto sale a la luz, por la magnifica marcha del equipo. 

¿se puede tener menos vergüenza?, precisamente él, que bajo alguno de sus mandatos se pagaron cientos de miles de euros a este singular impostor del arbitraje.

 

En este déficit sistémico de la verdad y solo la verdad, que disfrutamos como si tal cosa, nos han colado esta palabreja como una pieza más del vestuario que la manipulación más grosera y la mentira más repetida utiliza para taparse lo suyo.

 

El relato, en resumen, es pura manipulación, los populistas son unos verdaderos maestros en su manejo, lo cual no es muy conveniente a efectos de la lucidez y el progreso.

 

¡Y hay tantos populistas!......como el de la foto.

Muy de tu rollo

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