La figura emergente y glamurosa de la izquierda, más allá de Ferraz, es exclusiva de Yolanda. Además, ella es la cara más tolerable para ese totum revolutum al que algunos llaman a los desventurados y camaleónicos votantes de “centro” en España, algo que indirectamente puede beneficiar a su principal mentor y padrino de alternativa, Pedro Sánchez.
Sin Yolanda, el gallinero de ese puzle de caras y nombres, que es en realidad la izquierda diseminada, quedaría en manos de la “secta podemita”, donde su gurú en jefe (Pablo y su inseparable entrecejo), suscita tanta adhesión y obediencia dentro como recelo en la periferia ideológica más cercana.
El fondo, pero mucho más las formas del “Podeminismo” se ha llevado por delante muchas complicidades prestadas, “el local de moda de la izquierda” se ha quedado en un “bareto” muy de clientela habitual donde todos se conocen y abrazan. La consistencia electoral de los Belarra-Iglesias, aunque esta por ver, no parece que vaya a reverdecer viejos laureles, pero también parece claro que Yolanda, pese a sus educadas y sensatas formas y su glamour no son el relevo tal cual de una gran parte del reducto electoral morado.
A Pedro Sánchez, la jugada se le puede volver en contra si el matrimonio de conveniencia, por no decir forzoso, a su izquierda no llega ni a pisar el altar y la desunión solo le puede acarrear una quita de votos directos de su apadrinada Yolanda, que en vez de sumar, reste.
Para atar el zapato izquierdo con tres cordones a la vez, que es el caso, además de un endiablado e inteligente pragmatismo para conseguir “hacerse” un nudo tan complejo y que no se desate después de dar cuatro pasos, debería cesar tanto ruido que solo aburre, aleja y desmoviliza.
Una idea:
¿Qué tal un cursillo acelerado sobre la perversa mecánica y las trampas que puede llegar a inventarse la perturbadora Ley D’Hondt?
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