Capítulo I – Punto final
Sacha Ortiz, teniente de la guardia civil (UCO), cerró la puerta de la sala de interrogatorios y caminó pesadamente en busca de luz natural y para saciar de una vez por todas su acuciante necesidad de respiro, el tortuoso sótano de la comandancia provincial de Guadalajara le pareció interminable. En el exterior, la vida continuaba, como si tal cosa, ajena a la sórdida y cruel historia que el hombre del pelo pajizo y ojos grises le había terminado por confesar.
Aunque ella siente que aquel hombre ha jugado con la verdad, pero no sabe como se “llama” el juego..
Habían transcurrido casi doce largas horas de duro y tenso interrogatorio. En realidad, piensa la teniente, el tipo ha largado a su antojo alardeando, sin parecerlo en absoluto, con su rol de “malo de leyenda”. Ha tejido caprichosamente un batiburrillo de confidencias, exabruptos, frías confesiones, aderezadas con un sarcasmo perturbador y a veces obsceno que viajaba en el tiempo de unos hechos, tan deslavazados como crueles.
El confesionario, así lo llaman los agentes del cuerpo, a aquel maldito lugar, ha soportado sin inmutarse con el estoico silencio de sus paredes surcadas de sinuosas grietas y su falso espejo sucio, desde hace décadas, las más ruinosas y patéticas de las mentiras, excusas y absurdas negaciones y cientos de confesiones de delincuentes de todo tipo, pelaje y condición.
El hombre de pelo pajizo y ojos grises oye con suma atención, pero hace por no ver nada, tiene los ojos cerrados voluntariamente, el sonido de la puerta que aquella fría y desconfiada mujer, ha cerrado al salir y oye nítidamente sus pasos al alejarse.
Tiene un par de minutos, antes que vengan a por él para abrirle la ficha correspondiente, toma de huellas dactilares y conducción al juzgado de guardia.
Permanece unos segundos inmóvil, casi sin respirar, en el interior de la pequeña estancia para después, emitir un fuerte resoplido, - ¡por fin!, piensa - y mira fijamente la mesa que ha tenido ante sí desde hace tantas horas, ahora vacía, sin el micrófono, la carpeta negra y los papeles y fotos que había manoseado la teniente Sacha Ortiz como si tuviera algún tipo de tic nervioso. También, se da cuenta, que se ha volatilizado el cenicero de cristal verde, tan vetusto como aquel lugar, y que incomprensiblemente, después de años de prohibición para fumar allí, aún resistía numantinamente en aquel agujero que apesta a infelicidad.
El hombre del pelo pajizo fija sus fríos ojos grises en sus dedos índice y pulgar de sus manos, que recorren sin descanso, de un lado al otro, como si quisieran afilar, el borde de metal que como un corsé, abraza ciñéndose a aquella mesa, en la que uno de sus laterales logra empotrarse en la pared lisa, pintada de un color albero desvaído que clama por un repintado urgente.
- Este cuartucho no da para mucho. -balbucea el hombre-, mientras se levanta pesadamente y el sonido de las esposas que amarran y unen a la fuerza, sus dos muñecas, emiten un débil tintineo.
Aparta la silla con su pierna derecha, se yergue y gira su cuerpo hasta enfrontilarse con la pared contraria a donde está la mesa que permanece anclada a la fuerza.
- Uno, dos, tres, cuatro y cinco…. – cuenta el hombre los pasos – y se sitúa firme y erguido rozando con su espalda y sus glúteos la pared a la que acaba de acercarse.
Enfrente, la mesa solitaria y retadora.
Mira con fijeza el gastado tono plateado de la armadura de metal que abraza y bordea aquel deslucido tablero que vuela sobre el viejo suelo, enlosado con un terrazo pasado de moda hace lustros, mediante una única fijación, una pata de metal, en cuya base sobresalen las cabezas cuadradas y ennegrecidas de cuatro tornillos que dan toda la impresión de asegurar una unión, casi indisoluble, entre la mesa y el suelo.
El hombre de pelo pajizo cierra brevemente sus ojos y levanta la cabeza como queriendo imaginar un cielo imposible de ver, respira hondo y pausadamente varias veces.
Cuando baja su cabeza, abre los ojos, que parecen menos grises y brillantes, concentrado, ensimismado, encorva su cuerpo echándolo levemente hacia adelante, realiza con cierta parsimonia, el movimiento de encoger su pierna derecha y de apoyar el pie en la pared.
Tras unos escasos segundos donde su mirada parece engañosamente perdida, así en esa posición, toma el máximo impulso, desplazando toda la fuerza que su cuerpo es capaz de generar y se lanza, con la cabeza por delante, desesperadamente, rasgando el aire con un extraño sonido que solo puede surgir de su garganta.
Llevaba horas planeando el que iba a ser el último movimiento de su vida.
El sonido del duro golpe y un “crack” extraño y seco, producido por la rotura del hueso frontal de su cráneo, se escucha al unísono como un trueno aislado e imprevisto, por toda la comandancia.
El hombre de pelo pajizo y ojos grises había conseguido su último deseo.
Descansar en paz.
Alguien llama e informa a la teniente Sacha Ortiz, que acababa de abandonar la comandancia, y esta queda paralizada, entonces piensa:
- Me has engañado por completo.
Capitulo 0 – Una necesaria introducción
Cuando mi amiga la teniente de la guardia civil, Sacha Ortiz, subió hasta mi solitaria cabaña y me trajo aquel abultado y destartalado montón de fotocopias, encuadernadas, las depositó en la mesa con un suspiro muy elocuente, como quien se deshace de un enorme peso incomodo y ajeno. Sin mediar palabra alguna, supe por su forma de mirarme, que en aquel amasijo de paginas me iba a encontrar con una historia especial y corrosiva.
Aquel cuaderno guiaba por la verdad y parecía contener los episodios del autor y protagonista. Un desgarrador relato que repasaba como si tal cosa todo su pasado y lanzaba una propuesta a ciegas, una sórdida invitación, a alguien inconcreto, para que pusiera orden y método y así escribir y dar luz a la historia de una vida tan asquerosamente alejada de los sentimientos y parámetros habituales.
Hacer un dueto entre el autor material de una biografía tan sui generis y nociva como maliciosa, no me hizo mucha gracia de entrada. De hecho, todos aquellos papeles deberían haber pasado a hibernar varias semanas en la pequeña mesa, dueña y señora, del luminoso rincón donde me paso horas leyendo. Solo mi viejo instinto periodístico, metido en el formol del retiro obligado (1), salvó a la historia de morir ahogada por el olvido y el polvo, y me llevó a leérmelo de una tacada, contactar con urgencia, con parte de la familia del hombre del pelo pajizo y ojos grises. Entonces, y solo entonces, decidí sentarme ante mi viejo portátil, sin saber donde me llevaría todo aquello.
(1) Mi pacto secreto con los servicios de inteligencia españoles me “impiden” toda actividad periodística. La mala suerte y mi instinto quisieron que yo obtuviera unas imágenes en primicia mundial, donde un gran elefante caído en el corazón de África, agonizaba moribundo e indefenso, al ser abatido por los disparos de varios miembros de la escolta oficial de un rey que ya no ejerce. Hasta aquí puedo leer.
Capitulo II – Orígenes
El conjunto destartalado de edificaciones, dieciséis para ser exactos, denominado y conocido por Alamedilla, no tuvo jamás rango de nada, ni de aldea si quiera, aunque siempre lo fue y solo la milagrosa aparición de Google maps fue capaz de situarlo de una vez por todas en los mapas. Se decía en la comarca, desde siempre, que aquel escondido rincón, forzosamente desconocido, enclavado entre un exigente y avasallador entorno natural, en el que su estrechísimo valle sobrevivía encajonado entre laderas boscosas y salpicadas de vetustas piedras graníticas, debió su insignificancia a una herencia maldita que un viejo conde leones le dejó en suerte a su primogénito, porque al parecer el heredero compartía el lecho muy a menudo con su madrastra, así las cosas, solo sus hermanastros heredaron campos de labor, pueblos y aldeas y al promiscuo primogénito le tocó en suerte Alamedilla, lo más inhóspito e inaccesible del territorio del Bierzo leones.
Tal ha sido la ignorancia del mundo con aquel solitario lugar, que todo parece indicar que algunos de nuestros más famosos y feroces invasores; los implacables romanos o las tropas francesas de Napoleón, por ejemplo, que tomaron para sí todo el territorio circundante en su momento, jamás acertaron a toparse con aquel escondido rincón del mundo.
Pero por cosas del destino, Alamedilla, pasó de la practica inexistencia a ser noticia y acaparar las primeras portadas de periódicos y programas de televisión y radio de medio mundo.
Lástima, y ya es mala suerte, que la efímera fama, no la pudieron disfrutar ni uno solo de sus vecinos residentes en Alamedilla a excepción de los mellizos Collado, Damián y Dámaso que cumplían su servicio militar en la base área de Torrejón de Ardoz en Madrid y de Justa Herrero, que andaba la mujer a las puertas de la muerte en el hospital general de León.
La fulminante muerte, a la vez, de cincuenta y tres personas y, al menos, nueve perros, la cifra de gatos no aparece por ninguna parte, pero muy raro seria que no hubiera bajas entre los curiosos felinos, asombró al mundo y maldijo, aún más, el lugar para siempre.
Desde aquel luctuoso día, Alamedilla se condenó perpetuamente a la despoblación total, exceptuando los cuervos, hurracas, jabalís y alguna trucha escondida en los recodos del riachuelo.
Un enlace matrimonial, fue el trágico reclamo para todos, vecinos y un puñadito de forasteros oriundos del lugar, y el bonito motivo de la fiesta, que se inició la víspera a primera hora, de forma recatada y austera, en una apagada ceremonia religiosa en el cercano villorrio de Amocal, luego, un inesperado y torrencial, casi diluvio universal, aconsejo aplazar el convite para el día siguiente.
Ya olvidada la ceremonia religiosa del día anterior y consumada a plena satisfacción, al parecer, la noche de bodas, novios e invitados, se dejaron llevar por la familia de la novia, que había preparado el mejor ágape posible, bajo las arcadas de la casona-cuadra familiar. Habían conservado y curado con todo el cariño dos enormes jamones y dos paletillas de jabalí cazado, a lazo, bien cerquita de allí, que fue ofrecido y servido en formato de cecina. Estas enjutas y sabrosas carnes fueron el gran atractivo del convite y consiguieron nublar de placer los paladares de todos.
Y también este manjar fue la causa del triste aquelarre.
Tan solo dos horas más tarde de la ingesta, la vida cesó en Alamedilla.
Capitulo III – Familia Collado
Rufino Collado, guardabosques de oficio era la tercera generación familiar en ocupar aquella enorme casona, de piedra, barro y entrevigas y sobrado de madera, más cuadra que vivienda cuyos cimientos lamian una antigua mina, de la que se decía, fue rica en plata durante algunos siglos.
Enjuto, mediana estatura e inexpresivo, un tanto taciturno, Rufino fue el único superviviente de cinco hermanos que le precedieron y que murieron por causas desconocidas o por accidentes aparentemente causales.
Rufino había heredado de su padre, la condición y la mísera paga de guardabosques. El solo y su mula, animal que carecía de nombre alguno, solo la llamaba por lo que era, “mula”, se las tenían que ver con una extensión similar a la ciudad de Madrid, pero con el infortunio de no disponer de un solo kilómetro cuadrado que no fuera una ladera escarpad de una montaña, un desfiladero o una pared de piedra que amenazaba a la gravedad con una arriesgada y a veces inverosímil verticalidad.
El sueldo que percibía de la Diputación de León, le hubiera servido para mantener, con cierta justeza, una casa con pocos bocas a las que dar de comer y atender, pero la providencia, la genética y el mal uso de la “marcha atrás” quisieron que, Rufino y Sofia, su prima hermana y esposa antes y después de casarse, engendraran una prole excesiva para sus posibles.
Pudiera parecer escandaloso este matrimonio entre primos, pero por aquellas latitudes, aisladas y de difícil acceso y tránsito, ya venía la cosa de antiguo, no era extraño encontrarse emparejamientos con familiares de segundo y tercer grado, de hecho, Sofia, era hija de primos segundos y los padres de Rufino también tenían algún parentesco entre ellos, aunque más lejano.
Sofia, la prima hermana y esposa de Rufino, quizás por cosas de la consanguineidad o porque su madre la trajo al mundo, sola y aterida entre dos piedras preñadas de un musgo que chorreaba agua sin quedarse nada, en pleno monte, una infernal tarde de perros, entre el aullido huracanado del viento de norte, nació con una cierta deficiencia que se manifestó desde muy niña.
Sofia, tenía una sonrisa bonita y permanente y dos ojos azules que desgraciadamente a nadie de aquel lugar les podía recordaba las turquesas aguas de algunas calas de Menorca o Formentera, entre otras cosas porque nadie de aquella desconocida aldea, por llamarla de alguna manera, había visto, no ya el paraíso balear, sino cualquier lugar bañado por los océanos o mares.
Rufino y Sofia, tuvieron a su primera hija, que la llamaron Sofia, un par de años antes de casarse. Después del primer retoño, les nació otra preciosa niña que bautizaron como Águeda, así se llamaba la madre de Sofia. Y para colmo de males, el tercer embarazo, no deseado, ni buscado, y mira que lo “hacían de pie, entre la vieja cómoda y el ventanuco” como explicaba Sofia sin recato alguno, para evitar males mayores, pues, así y todo, le llegaron los mellizos, Damián y Dámaso, nombres elegido porque así mismo llamaron toda su vida, a los abuelos, materno y paterno respectivamente de los dos gemelos recién nacidos.
Cuando la paridera parecía cosa del pasado, y casi con cuarenta años, Sofia volvió a la gestación inesperada y dio a luz a un sietemesino, al que no pudieron ni bautizar, el pobre niño dejo este mundo a los tres cuartos de hora de haber llegado a él.
Y así se evitaron tener que andar pensando en otro nombre más, aunque las apuestas apuntan a Rufino, como el más a mano y probable
Así las cosas, en casa, Rufino, chafardeaba en el monte echando ganado a escondidas, cazando corzos, jabalís y cabras salvajes, aunque estaba terminantemente prohibido, y haciendo algunas leñeras que luego con mucho oficio que le venía de generaciones atrás, conseguía un carbón vegetal que se lo quitaban de las manos y todo el menudeo de ramas pequeñas, lo convertía en “cisco” para los braseros.
Rufino, aunque disponía de una escopeta oficial, propiedad de la Diputación, cazaba sus piezas, corzos y jabalís incluidos, con el sigilo necesario y sin ruido, mediante el método del lazo. Tal era su conocimiento de los pasos, querencias y costumbres de los animales, pequeños o grandes, que rara era la semana que una o dos hermosas piezas bajaban destripadas del monte a lomos de “mula” y casi siempre, también, con la máxima discreción, la pieza era vendida a algún conocido o vecino, aunque las mayoría de las veces era el carnicero de Amocal, Suso, quien se quedaba con todo.
No es por malmeter, pero la cecina maldita que exterminó la vida humana y de otros mamíferos en Alamedilla, en la trágica boda de marras, bajó aun caliente, en forma de un hermoso jabalí macho, sobre los lomos de “mula”.
Rufino y Sofia, también estuvieron como invitados en la boda.
Capitulo IV – Las chicas Collado
La historia, aun inacabada, de las hermanas Collado es tan dispar como su aspecto.
Sofia, la hija mayor, fue desde muy niña en realidad el ama de casa de aquella familia, con su sacrificado quehacer y templanza dio luz y evitó que aquel frio y destartalado hogar hubiera tenido un transcurrir y un día a día tan caótico como el resultado final de un botellón universitario de fin de curso.
Ya antes de llegar al mundo los dos retoños calcados, Sofia no iba al cole en Amocal por necesidad imperiosa. Su madre, apenas si podía atender como hubiera sido necesario a su hermana Águeda, tan solo 11 meses más joven que ella y a su padre, aunque Rufino, pasaba algunas noches fuera de casa, según él, pernoctaba en alguna de las cabañas que tenía entre los picos menos agrestes del territorio, la Almenara y Cañada Alta.
A Sofia, como a s madre, de pequeña, la llamaban Karina, porque era el vivo retrato de la pizpereta cantante de “las flechas del amor” más bien bajita, de pelo casi rubio y unos ojos azules, casi tan bonitos como los de su madre
Su hermana Águeda, era exactamente el polo opuesto, nadie hubiera jurado jamás que fuesen hermanas y siempre lo fueron, más allá de compartir apellido y ADN. Ni el físico, ni en todo lo demás, había rasgo o similitud alguna, pura divergencia genética.
Águeda permanecía entre los paredones de la casa-cuadra familiar, lo imprescindible, y a veces ni eso. Le gustaba todo lo que no fuera estar entre aquellas paredes. Apenas si tenía contacto, excepto el visual, con su padre y poco o muy poco con su madre. El único hilo que mantenía la corriente entre ella y el resto de la familia era únicamente su hermana Sofia.
Cuando los mellizos aparecieron en su campo de visual, Águeda emprendió una veloz carrera hacia donde fuera para librarse de aquellas dos cosas lloronas y llenos de necesidades que no iba con ella.
Águeda consiguió una beca, que le gestionó el maestro de su escuela, para estudiar el bachillerato, interna en un colegio de León, donde cosechó unas inmejorables notas, para luego iniciar sus estudios universitarios en Valladolid. Terminados los mismos y sin pasar por casa, es Filóloga, se marchó a vivir a Londres donde desde entonces ha impartido clases de castellano en diversos college’s de la ciudad inglesa.
Durante todos estos años, y ya van muchos, solo ha mantenido el contacto con su hermana Sofia, única persona que conoce algo de su vida y a su pareja, una italiana llamada Genoveva.
Sofia por su parte y harta hasta decir basta, se fue de su casa, poco antes que los mellizos tomaran el petate y se fueran a hacer la mili, lo que les libro de la muerte. La mala suerte se cebó con ella, nada más llegar a León cayó rendida en los brazos de un chulo proxeneta que la embauco.
A Sofía le hacia falta un milagro para sacar la cabeza y la vida de aquello y el milagro se llama, Román, un viejo solterón, propietario de una cercana granja con más de mil gallinas y una bonita casa, que cada sábado era cliente fijo en el puticlub donde terminó su idilio con el proxeneta la buena de Sofia, Román la salvó de ese mundo pidiéndole matrimonio.
Bueno en realidad lo que le dijo exactamente un azaroso Román fue:
- ¿Y si nos juntamos y dejas esto?
Ahora, la feliz pareja y sus trabajadores gestionan cada día a más de dos mil gallinas, con sus huevos y desechos correspondientes.
Capitulo V – Los chicos Collado
Decía la señora Leoncita quien ayudó a Sofia a parir a aquellos dos robustos bebes, casi cuatro kilos por cabeza, que Damián no lloró ni una maldita lagrima, pese al par de azotes en las nalgas que le propinó la mujer, pero que Dámaso berreó por los dos, antes inclusive de que su cabeza abandonara del cuerpo de su madre, sin casi nacer y esa fue la constante en la crianza de aquellos dos nenes, que mamaban como chotos hambrientos de una madre, que tenía leche para saciar a un orfanato, según se decía en la aldea.
La señora Leoncita que hacía de partera en la aldea, poseía las manos más expertas en hacer parir bien a vacas, mulas y burros, además, era el mejor remedio conocido para “los males de asiento”, muy prolijos en la comarca por el tipo de alimentación tradicional de la zona. El estreñimiento tenía los minutos contados si el estreñido o estreñida exponía su vientre a las manos de la señora Leoncita, quien lo sobaba de aquella manera, con manteca de cerdo y un chorrito de aceite, y era cosa de cinco a diez minutos, lo que tardaban los “pacientes” en salir cagando leches, y nunca mejor dicho, hacia el monte, donde daban rienda suelta al atasco tras emboscarse tras algún árbol, arbusto o piedra.
A Damián, el mayor de los mellizos, sin poder señalar el autor de la acertada ocurrencia, le apodaron Caín, casi desde que anduvo a gatas. Su vida consistía en hacer sufrir y padecer a su hermano, y a todo animal o cosa que anduviera en su radio de acción.
A Damián, nunca le incomodó aquel apelativo, que el mismo recuperó muchos años más tarde, como si fuera su nombre de “guerra”, su marca genuina.
Todos sus actos destilaban crueldad, no eran travesuras propias de la inquietud o el “azogue” infantil, no, era excepcionalmente dañino y descarado, normalmente el reía cuando su hermano o quien fuera lloraba o se quejaba.
Nadie recordaba haber visto crecer a un niño como aquel en el lugar.
No se percibía en él, un miserable atisbo de dulzura, cariño o reposo, cada gesto, cada movimiento traslucía una mensaje inquietante de maldad y una inquina impredecible, podía saltar, arañar o morder en cualquier momento y por los motivos más diversos. No confundía a nadie, nada que ver con la travesura infantil.
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- No había paz en aquel corazón, -dice su hermana Sofia-ni tan siquiera conmigo. No – dice reflexivamente- no fue jamás cariñoso ni mostro ni una sola vez, que yo recuerde, la más mínima ternura. Pero bueno – prosigue-, mi padre tampoco lo era y nunca hizo el mal, aunque lo permitiera bajo su techo
- Sofia, -le digo-, tu hermano en sus escritos te define como su única hermana de verdad sirena y dice que siempre anduvo pegado a tu cuerpo, lo cuenta como una relación muy especial.
- Desde niño, primero con mi madre y luego conmigo, lo único qu calmaba un poco a aquella criatura, era estar engancho a una teta.
- ¿Cómo?
- Si, todas las noches antes de dormir, se acurrucaba entre los pechos de mi madre y empezaba a chuparle los pezones, como si mamara, eso le dejaba medio dormido y tranquilo. Hasta que mi madre, decidió sin más que aquello debía terminar.
- Mi hermano, no lo entendió así, y la primera noche que mi madre se lo negó, empezó a pegarle patadas y puñetazos. Así que me lo llevé yo a mi cama y sustituí a mi madre como “biberón seco”.
- ¿Cuántos años tenías, Sofia?
- Doce y mis hermanos siete.
- ¿y que dijo tu padre?
La Sofia sonríe son cierta sorna.
- primera vez que lo vio metido en mi cama, solo dijo “hay que joderse que manía más tonta la de este crio”, y se fue.
Sofia me mira, toma un sorbo de su café y suspira.
Nuestro primer encuentro se celebra en una cafetería en pleno centro de León. Ese martes lluvioso llevábamos hablando casi una hora. Con gesto serio, perdiendo su mirada a través del amplio ventanal del establecimiento, le puso detalle y otra visión a las escuetas referencias que hizo su hermano en su cuaderno. Después de oír y grabar durante las dos horas siguientes lo dicho por Sofia, entendí que, en lo más remoto del alma del hombre del pelo pajizo y los ojos grises, ella fue su única excepción.
Mi hermano Damaso – comienza Sofia – fue un niño bueno, tierno y sufriente, sufrió mucho siempre, siempre supeditado a los dictados de su hermano mellizo, al que empezó a tenerle pánico antes de andar. No hay nada que pueda decirte en él para anotar en el debe de su alma o en su comportamiento, excepto la sumisión a los mandatos de su hermano.
La vida en Alamedilla en aquellos años era una rutina tediosa y repetitiva, que tercamente aparecía cada amanecer de todos y cada uno de los días del año.
Los hombres, mujeres y sus descendientes, vivían en torno al ganado y a las pocas labores que permitía aquel escarpado terreno y un clima tan poco amable para los cultivos. Todos veíamos amanecer en Alamedilla y el anochecer siempre nos pillaba trabajando en cuadras, ordeñando, limpiando o repartiendo el heno o el maíz a los animales.
Las pocas familias del lugar vivíamos con estrechuras y sin ningún aliciente que no fuese la pura supervivencia. Por no haber, no había ni taberna, ni luz, ni iglesia. El primer aparato de televisión llegó a Alamedilla, a casa de Doña Pura, a finales de los 70, y se veía mal casi siempre, y eso gracias a la primera línea de tendido eléctrico (125W), que habían instalado los propios vecinos un pocos años antes.
La escuela no nos pillaba cerca que digamos, estaba a casi cinco kilómetros, cada día caminábamos por el camino que recorría el desfiladero, paralelo al arroyo, hasta salir a la esplanada donde se ubica Amocal, un pequeño pueblo donde vivían unos cientos de personas, pero a nosotros nos parecía una ciudad deslumbrante, había un par de tiendas, peluquería, luz eléctrica y baile los domingos.
- Yo – dice Sofia – deje de ir a la escuela a los 12 años, mi madre empezó a caminar por el monte horas y horas, le dio por ahí, dejando la casa y a mis hermanos pequeños desatendidos. Mi padre me dijo, que ya había estudiado bastante, asi que, me encargue de la casa.
Cuando le pregunto por Damaso, su cara se ilumina, aunque solo durante unos pocos segundos.
- Damaso era exactamente todo lo contrario, bueno, discreto, callado y sobretodo muy obediente y responsable.
- Pero tenía una dependencia, casi esclava, de su hermano Damián, ¿no?
- No, siempre he pensado, y ahora lo tengo más claro que nunca que Damaso, sencillamente era débil y nadie concia mejor esa circunstancia que Damián y este sabio de sobra que no podía luchar ni interferir en las cosas de su hermano.
- Hay – prosigue Sofia – en unos de los momentos mas duros y difíciles que yo viví en esa casa una escena, demuestra a las claras lo que te acabo de decir.
- Cuando abuso de tu hermana Águeda, ¿no es así?
Mi conversación telefónica con Águeda, no había durado más de cinco minutos, me dijo que llevaba muchos años, justo desde la noche que huyo de su pueblo, después de haber sido violada por su hermano.
- Llevo años deseando escuchar que el monstruo ha muerto. Sofia te dará los detalles, yo no puedo. – y la llamada se interrumpió -
En ese momento no caí, pero me extrañó que su hermano, tan gustoso en exhibir su maldad y crímenes, en sus apuntes, no hiciera referencia alguna a este terrible suceso.
Águeda, había vuelto a la casa que tanto odiaba aquella semana santa, sencillamente el internado/colegio mayor se cerraba y el plan de irse a pasar unos días con su amiga Loreto, se fastidió inesperadamente, la muerte de la abuela de su amiga justificaba el cambio de planes.
La mañana de aquel sábado de gloria, la había pasado repasando temas y asignaturas, donde ella detectaba alguna debilidad que pudiera constatarse en próximos exámenes. Subida como tantas otras veces en el tejado del gallinero, aprovechando los tímidos rayos de sol y a pesar de que la temperatura era fría, pero el chaquetón de invierno y su concentración la permitieron olvidarse casi por completo del frio. Águeda sabía de la importancia de las notas a final de ese curso, su beca era la llave que le permitía cerrar año a año la puerta del regreso a su casa, y cada año sentía más viva y cercana la esperanza de no tener que volver a pisar aquel maldito lugar nunca más.
Después de comer, Sofia había preparado unas judías con oreja que la convencieron para dormir la siesta, algo inusual en ella.
Al día siguiente, por la mañana tomaría el camino para volver al colegio mayor de Valladolid y dejar atrás todo aquello.
Los sueños de Águeda, aquella tarde la transportaron al dormitorio compartido, donde cada noche, procuraba estar metida en su cama, antes que su amiga Loreto, iniciara el ritual de desvestirse y le permitiera la dulce visión de un cuerpo que deseaba en secreto.
La dura y cortante opresión en ambas muñecas, el peso de un cuerpo ajeno sobre ella y un aliento desconocido, la despertaron de improviso en un sobresalto horroroso.
El sueño se convirtió en una cruel pesadilla tan demencial como real. Sobre ella su hermano Damián forcejeaba con su ropa, mientras que sentía su boca, lengua y sus dientes por su cara y cuello.
Los jadeos de aquel animal desatado y su poderosa energía hacían desfallecer todos los intentos de Águeda para liberarse de aquel ataque brutal, incomprensible, inesperado y opresivo. Cuando en uno de los forcejeos su cabeza giró, para esquivar la repelente boca de su agresor, en dirección a la puerta, pudo ver con toda claridad la figura quieta, inmóvil de su otro hermano Damaso, y quizás eso o el agotamiento de unas energías ya a punto de rendirse, hicieron que las lágrimas brotaran de sus ojos como un chaparrón de dolor e impotencia, mientras que el desgarro más doloroso de su vida se hacía presente en su cuerpo.
Esa tarde, apresuradamente Águeda salió de su casa, nunca más volvió.
Damaso le salió al paso, al inicio del camino que conduce a Amocal, nadie más había visto o sabia lo ocurrido.
- Águeda yo…….lo siento – dijo –
- Jamás – prosigue el relato Sofia – volvieron a verse, esas fueron las últimas palabras que Damaso le dijo a su hermana, de las que no obtuvo respuesta alguno, ni una mirada si quiera.
- ¿y tú, como reaccionaste?
- Solo recuerdo que cuando llegué a casa ya casi anochecido, había estado lavando en el arroyo, presentí que algo había pasado, hasta que llegó Damaso y después de no poca insistencia por mi parte, me lo contó todo. Jure matarlos a todos. Fui a buscar a Damián, sabía que podía estar en casa de Doña Pura, pero él me rehuyó, estuvo tres días sin venir a casa. Lloré, sin poder aguantarme y pensar lo insignificantes que somos ante el mal. Fui un alma muy desgraciada, me sentí sola como nadie en el mundo y además tuve que soportar que el día que apareció mi hermano, lo único que hizo mi padre, fue sin levantarse de la mesa, estaba cenando, tenía el porrón de vino en la mano fue decirle a Damián, al violador Damián :
- “estas jodiendote a Doña Pura y no tienes bastante que tienes que molestar a tu hermana”
- Y para terminar añadió; “desgraciao que eres un desgraciao”, echo un largo trago al porrón y siguió cenando, yo me fui llorando y al rato, mi hermano Damián apareció por detrás de mí y me susurra al oído; “esta noche acudiré a tu cama como siempre, estas avisada”.
No me había dado cuenta ni ella tampoco, pero Sofia era un baño de lágrimas, que se vertían de una forma natural e incontrolada, ningún tipo de contracción o gesto en su cara que parecía la viva imagen de una virgen dolorosa. Su dolor se convirtió en una amarga cascada de angustia y de una rabia propia, consigo misma, que aún le dura.
Su blusa empapada y su cansancio hicieron inviable continuar nuestra conversación.
Me arrastre de pena después de haber visto a la doliente Sofia, sufrir sin aspaviento, de una manera tan cruda que aun hoy me sigue estremeciendo.
Capitulo VI – Donde le nacieron los primeros delitos
Doña Pura enviudó de repente, Martin Recio, su marido, era un fornido y guapo hombretón que cayó fulminado una tarde de verano, en el remanso del rio donde el matrimonio gustaba bañarse desnudos y practicar el juego que más les gustaba a ambos.
En Alamedilla aquel matrimonio era un escándalo que no tenían otro remedio que aguantar..
Doña Pura era hija del notario de Astorga, que gustaba de la caza “ a lo bravo”, y en una de esas cacerías se hizo acompañar de su hija pequeña, Purificación de Prado, sus otras cuatro hijas eran mujercitas de la alta burguesía y muy devotas.
Martin Recio era uno de los hombres del lugar que ahuyentaban a las piezas de caza para que estas tirasen, en su huida, monte abajo hasta llegar al pequeño valle, allí los cazadores emboscados lo tenían fácil para acribillarlos sin misericordia alguna. Después de la cacería, había comida, mucho vino, un acordeón y fiesta hasta que ya caída la noche cada cual volvía a lo suyo.
Pues en su primera cacería, Doña Pura, Purita en aquellos años, quedo preñada, algo que tampoco extrañó, aunque fue un monumental escándalo y disgusto aquella familia numeraria del Opus Dei, teniendo en cuenta que la niña con solo 13 años, en un merienda de domingo, les preguntó a sus hermanas, en presencia de la tata y la cocinera de la casa:
- ¿vosotras os tocáis?
Ante el estupor general, y después que la chocolatera de porcelana se le fuera de las manos a Josefa, la cocinera, con el consiguiente estrepito, Doña Pura, remató la faena con un brevísimo comentario con dos simple palabras: ¡que sosas!
Doña Pura estaba suscrita a la revista Hola, que llegaba sin día fijo, y ella fue la que “invento” el apodo de Karina, para Sofia madre, luego lo heredaría la hija, con quien se paraba a hablar, cosa inhabitual en el lugar, y a la que hasta le servía de peluquera de vez en cuando, Doña Pura adoraba el cabello casi rubio y los maravillosos ojos azules de Sofía.
Las malas lenguas hablaban de envidia, pero Doña Pura sencillamente adoraba todo lo bello.
Martin Recio, era lo más parecido a un terrateniente en aquel lugar, sin serlo. Disponía de más de una docena de vacas de leche, algunas más para carne, y más de cincuenta árboles, entre castaños y nogales, además de huertos, gallinas, cerdos, etc.
Doña Pura, recurrió a la familia de Rufino y Sofia, alguien debía ordeñar el ganado y hacer las tareas que su difunto marido hacía de forma incansable. Así que, aun siendo casi unos niños, con solo 14 años, los mellizos Damián y Damaso, quedaron encargados del ordeño al alba de las vacas lecheras, limpieza del establo y por la tarde recogerlas del prado y después de una abundante ración de pienso, avena y heno, volver a ordeñarlas. Rufino, en sus ratos libres se ocupaba de otras labores y hasta Sofia madre e hija intervenían para cubrir las necesidades de Doña Pura, que ni antes ni ahora, se había manchado jamás las manos con algo que no estuviera en la cocina o en la casa.
Una tarde de agosto, con el calor en máximos, el inquieto Damián vagueaba con la intención de bañarse en la “poza de los gallos”, una pequeña y recóndita piscina natural que ofrecía el arroyo, casi en exclusiva para la dueña de los terrenos de ambas márgenes, Doña Pura. El había espiado más de una vez al matrimonio y presenció la fogosidad de ambos, dentro del frio agua del arroyo o sobre la hierba de la ribera. Siempre había sentido una evidente atracción por Doña Pura y no le había pasado desapercibido algunas de las miradas que esta le dedicaba desde que trabajaba para ella.
Pero aquella tarde la mala fortuna para su propio destino quiso que una enorme sorpresa le facilitara una serie de elucubraciones malignas para llevar a efecto.
Doña Pura disfrutaba en el remanso junto a la madre de Damián, Sofia, quien se dejaba querer y extasiada correspondía con entusiasmo a los envites pasionales de la viuda.
Doña Pura comprendió que la amenaza de aquel jovencito, con airear la escena del rio entre vecinos y viandantes, era un chantaje al que debía oponerse, pero no lo hizo, además tuvo que aceptar que aquel muchacho se metiera en su cama, cosa que empezó a gustarle de inmediato, estableciendo un triángulo sexual que ya quieran haber ideado más de un guionista del cine porno, si es que existen, claro.
Todo esto no da para ninguna causa penal, aunque de mucha pena. Sin embargo, a partir de ese momento Damián se hizo cargo de todo y empezó a manipular todo lo que podía en pagos y cobros, hasta que descubrió la caja de acero, donde Doña Pura guardaba unos sustanciosos miles de pesetas y algunas joyas de gran valor heredados, pero esperó su oportunidad.
Una familia recién llegada al lugar, se estaba iniciando, el desmonte y asfaltado del camino que unía a Alamedilla con el resto de la comarca, tenía entre sus miembros a un muchacho de la edad de los mellizos con el que Damián había hecho buenas migas.
- Si quieres trabajo – le dijo Damián al joven – vete esta tarde a eso de la cinco a casa de Doña Pura, ella está buscando gente y seguro que algo te puede ofrecer.
El joven jornalero fue para allá y buscó y rebuscó a Doña Pura, ante las miradas de algunos vecinos que acertaban a pasar a esa hora por el camino. Pero Doña Pura andaba metida en las frías aguas del remanso con Sofia, mientras Damián permanecía sentado como si tal cosas, a la vista de todos, en el lugar en el que con mucha imaginación podría ser el equivalente a la “plaza del pueblo”.
La caja había desaparecido y aquel joven termino ingresando en la prisión provincial con una condena de varios años.
- Algún día lo pagaras Caín – chilló, el joven reo, en pleno ataque de impotencia al oír la sentencia.
Despejemos la duda, a estas alturas del relato. No lo consiguió.
Capítulo VII - La mili y “el melli”
El último año en la casa-cuadra de Alamedilla, antes que los mellizos Collado tomaran el petate para ingresar en el ejército, el obligado servicio militar no perdonaba ni a los “trogloditas” de aquel lugar, fue lo más parecido al hundimiento del Titánica.
Sofia, la hija-madre harta, desesperada y humillada, había huido un día que la ansiedad casi la ahoga para siempre. Ya no soportaba más ni aquel vivir en vilo, ni aquella gente, aun siendo su familia, se habían convertido en algo parecido a unos extraños monstruos para ella.
Damián, pasaba casi todo el tiempo de farra en los pocos garitos de la comarca, o en casa de Doña Pura, quien vio transformada su vida, sin casi darse cuenta, hasta que lo supo.
Un día ante el espejo Doña Pura se sobresaltó, sus ojos le devolvían una mirada tan desconocida como la imagen de aquella anciana, arrugada, mustia e insegura, lo contrario de lo que nunca fue. Miró a su alrededor, y se sintió transformada, de dueña y señora a esclava de los caprichos de aquel muchacho y sometida a un silencio en la que ni ella misma era capaz de comprenderse.
Desasistida y sola, Doña Pura aliviada por la marcha del amante-verdugo que había marchitado su vida y su esperanza, puso a la venta todo su patrimonio en Alamedilla, quería salir de allí como fuera, sin mirar atras, pero una inoportuna invitación a una boda, se cruzó en su camino y esta circunstancia arrancó de raíz, todos sus planes de futuro.
El sorteo, que no la suerte, quiso que los dos hermanos Collado fueran destinados al ejército del aire. Después del breve período de instrucción y la ceremonia consiguiente de jura de bandera, terminaron asignados a la 11ª escuadrilla en la base área de Torrejón de Ardoz.
Y allí, se les cruzó, especialmente a Damián, en su vida Ricardo Ramírez, más conocido por “el melli”.
“el melli” cuando se reía, se le habría un extraño hueco en la boca, que era inevitable mirar, cosa que le importaba una mierda, le faltaban los dos dientes delanteros, los llamados “paletos”. Bien jovencito era, cuando se los dejó en un barrizal después de una dura pelea, mas reyerta que otra cosa, a las espaldas del canódromo de Carabanchel. Unos malentendidos sobre la venta y distribución exclusiva del “jaco o caballo iraní” y otras sustancias nocivas para la salud, fue la causa de aquel violento encuentro entre su banda y los Amaya.
Su banda perdió la “batalla comercial” y el sitio y “el melli” los dientes.
Se decía en su ambiente que el cuerpo de “el melli” había soportado más “monos” que el zoológico de Madrid en toda su historia, incluida la antigua casa de fieras del Retiro. Delincuente de pura cepa, padre en la cárcel una vez más y madre haciéndose la calle Montera de lunes a domingo. “el melli” era un maestro perfecto para todo lo que pudiera ser o constituir un delito.
Pero “el melli” en realidad era un adicto a todo lo que pudiera ser trasgresor o peligroso y además era generoso en mostrarlo a quien quisiera y más, muchísimo más en despilfarrarlo todo en una mariscada en lo mejor de la calle Orense o invitar a un encierro en una suite del hotel Wellington, un par de días con “las lumis” de máximo tronío y precio de la costa Fleming o del todo Madrid, regando las horas y el frenesí con el mejor champagne y la coca más pura de la ciudad.
- Porque los gustos caros, nos molan a todos, ¿eh, que no? – decía machaconamente-,
Palos a farmacias, joyerías de barrio, coches, motos y asalto a determinados chalets de las afueras, estaban en el ámbito de sus operaciones.
“al melli” lo conocía todo lo peor de Madrid y también, la policía.
Tanta actividad daba dinero, menos de lo que pudiera parecer, aunque la adrenalina andaba en máximos, y eso era parte del encanto de aquella vida.
- Lo malo es que en cuanto te fichan, ya pierdes el elemento sorpresa y los “maderos “ya entran a matar, a degüello– decía pensativo “el melli” el día que a más de la mitad de la banda la habían subido en un furgón. Les habían pillado en una fiesta después de haber atracado el mayor bingo de Madrid.
No mucho dinero y high rise (alto riesgo) es una ecuación antinatural, odiosa para cualquier inversor, al margen de tamaño o cualificación y eso lo vio claro Damián, que pronto destacó por su sangre fría y su enérgica y cruel determinación en los grandes momentos del crimen.
La mili cedió paso a una vida, donde Damián quiso encauzarla a su manera. Pronto su mellizo Dámaso entraría, gracias a aquel milagroso aprobado en Correos y Telégrafos, no era mala cobertura para sus intereses y “el melli” le había hecho un curso intensivo de acceso al delito en la gran city y eso le había permitido contactar con algunas de las personas que manejaban el cotarro a lo grande.
Había que dejar el menudeo, para aquellos pobres diablos y “al melli”, que se conformaban con poco o simplemente delinquían para satisfacer la tarifa diaria para chutarse mierda.
Dar “palos” a estancos, farmacias y relojerías cutres y trincar algún buga de buen ver, había molado, pero lo suyo era más sanguíneo, mas face to face, más dolor y cero compasiones, él no había conocido jamás a un tipo tan “duro” y cruel como él, y esa era su ventaja, pensó.
Capitulo VIII – Un cartero llamado Dámaso Collado
La 11ª escuadrilla de la base área de Torrejón era un batiburrillo donde se mezclaban la soldadesca de remplazo con “los enchufetas”, familiares de militares y de gentes cercanas al poder del estado que se incorporaba a filas como voluntarios o eran desplazados desde otros destinos menos gratos.
En la 11ª escuadrilla la mili era menos mili.
El pase pernocta era el señuelo perfecto para que “los enchufetas” pidieran aquel destino tan poco exigente en general. Cada día laborable, los festivos se santificaban como dios manda, a las cinco de tarde, hora taurina, se abría el portón de la base área y la muchachada de azules uniformes salían cono miuras dispuestos a comerse la tarde y noche.
Adrián Corberó, era uno de los “enchufetas”, que se pasaba las mañanas camuflado en una oficina olvidada, estudiando para opositar a correos.
Los hermanos Collado, eran vecinos de taquilla del tal Corberó.
- ¿Pero tan difícil es ser cartero? – le preguntó Damián un buen día –
- Es un coñazo, tronco, aunque yo lo hago solo por mi tío – respondió Adrián-
El tío carnal de Adrián, era D. Celestino Estepa, subdirector general de Correos y Telégrafos y jefe último del tribunal de oposiciones. D Celestino debía ser un cabrito redomado, además de su “mal café desde la cuna” según su sobrino carnal, este se había agriado aun más por su reciente viudez y todo su mundo se ceñía a su hijita Claudia de catorce años de edad.
- Pero te aprobará, ¿no?
- Hombre claro, mi hermano José María ya trabaja en la central con él, y ha enchufado a más gente.
- Si tan fácil es, ¿tu no podías hablarle de mi hermano Dámaso? – preguntó Damián
Faltaban tres meses para licenciarse y cuatro para celebrarse las oposiciones a Correos y Telégrafos, no era mal plan, pensó Damián.
Adrián sonrió abiertamente y dándose la vuelta se despidió diciendo:
- Ni de coña, tronco.
Pero no había dado ni tres pasos cuando escuchó a su espalda.
- Ya lo veremos capullin.
Tan solo un par de días mas tarde, el orondo brigada de la compañía, quien buscaba azaroso su pluma estilográfica, con capucha de plata, regalo del general Estiarte, recibió un anónimo donde se le advertía que en una de las taquillas de la escuadrilla, se escondía una cantidad apreciable de droga.
Se formó a la escuadrilla y los ciento y pico hombres en posición de firmes, vieron a los cuatro miembros de la policía área empezar a inspeccionar una a una las taquillas de los soldados allí formados.
El acojone se podía masticar en el aire.
El opositor a Correos y Telégrafos, Adrián Corberó, presenciaba aquel espectáculo con hastío y fastidio, pero de repente una voz a su espalda, que reconoció de inmediato, era Damián Collado, le dijo:
- Vas a ver lo que les pasa los panolis que me tocan los cojones, atento a la siguiente taquilla.
En la quinta taquilla, ocupada por un insignificante y desdichado soldadito también enchufado, que nada tenia que ver con todo aquello aparecieron varias barritas envueltas en papel de plata de hachís y la pluma perdida del seboso brigada.
Con lagrimas en los ojos y jurando por su honor y el de su abuelo, el coronel Castaño, creador de la patrulla Águila, al panoli le cayeron dos meses de calabozo.
Después de aquello Adrián Corberó, facilitó toda la información que Damián le solicitó, sin quedarse con nada.
El subdirector general de correos y su hija, se subieron al flamante mercedes-benz para encaminarse a la pequeña iglesia parroquial del cercano pueblo de Zarzalejo, iban a la misa dominical.
Antes de acceder a la carreta local, en la puerta de la pequeña finca de recreo, dos tipos con una moto, les hicieron detener el vehículo. Uno de ellos se dirigió a la puerta delantera del coche en cuyo asiento permanecía sentada la hija del Subdirector General, abrió la puerta y le puso una enorme navaja en el cuello. Mientras el otro tipo, se acercaba a la ventanilla, que D. Celestino Estepa había bajado para ver que pasaba y se encontró con un pedazo de destornillador apretándole la carótida.
- Perdone D. Celestino, pero su sobrino Adrián no ha podido venir a hablar con usted para darle el nombre de un opositor que va aprobar usted en la próxima convocatoria.
- Aquí le dejo escrito sus datos, y así su hija seguirá su vida como si tal cosa, virgen hasta el matrimonio y Adrián, podrá terminar la mili sin mayor incidencia y no en alguna cárcel militar por trafico de drogas y robo.
Y sintiendo un apretón del destornillador en su cuello y escuchando un horrorizado gritito suave de su hija, que sintió de repente como el filo de la navaja provocaba un pequeño hilo de sangre en su cuello, D. Celestino Estepa, Subdirector General de Correos y Telégrafos, congestionado y a punto de defecarse encima, tomó una inequívoca decisión
Dámaso Collado no daba crédito, aquel lunes de mayo en el hall de entrada del antiguo Palacio de Correos y Telégrafos que protegía desde tiempo atrás las delicadas espaldas de la diosa Cibeles, cuando se vio en las listas de aprobados a la oposición recientemente celebrada.
- Y yo que pensé que me había salido regular el examen, ¡¡joder!!
Capitulo IX – Y en esto llego, Caín
Necesitaba entender algunas cosas, que las fotocopias no me aclaraban, todo estaba descrito en segunda persona, lo cual no tenia sentido, cada párrafo o secuencia parecía un disparo seco y mortal, no había filtro alguno, todo era directo, sin concesiones y eso me llevaba a callejones en mi comprensión y se me aparecían flecos o líneas inconexas que me hicieran comprender aquella locura.
La teniente Sacha Ortiz había buceado en la historia y había hablado con mucho policía de aquella época tan dura, los años 80, donde la verdadera movida, no eran aquellos tipos que aporreaban guitarras y teclados con canciones pegadizas llenando clubs y plazas de toros.
La movida dura y gorda, fue el nuevo orden de la delincuencia en el país, que se había girado hacia formas y maneras más propias de otras latitudes con más años en los primeros puestos del ranking del crimen.
- La policía empieza a escuchar el nombre de un tal Caín y lo vincula, de entrada, al entorno de un tipo llamado Paco Romo, - así inició su relato Sacha –
Paco Romo era un mediano constructor al alza, que llegó a ser muy grande y que hizo muchísimo dinero, prestando dinero como usurero, en las apuestas del hipódromo y también en las timbas de póker clandestino y casinos ilegales.
Paco Romo, fue creciendo y creo de la nada una organización muy parecida a la mafia italiana, los Romos fue la banda mejor organizada que hubo en el Madrid de la época, tocando todos los palos de los bajos fondos, excepto dos excepciones, muy notables, ni la droga ni la prostitución.
- No pienses – prosigue Sacha – que mantenerse alejado del narcotráfico y la prostitución fue una decisión soberana y moral, nada de eso, sencillamente Paco Romo astutamente comprendió como la competencia a sus negocios se volcaba en la nueva estrella del hampa, la droga y en el boom de los burdeles a las afueras de la gran ciudad y la prostitución, con anuncios en prensa, a domicilio, lo cual le permitía campar a sus anchas en otros negocios y con la poli a otras cosas.
Caín evitaba aparecer por casinos, clubs o lugares donde se le pudiera ver o asociar con la organización.
Caín, estaba siempre en la sombra.
Caín, era el ultimo recurso.
El definitivo.
- Nadie sabe, aunque el dice que fue por voluntad propia, quien puso en la mano de Caín una primera pistola. Hasta ese momento su trabajo requería del manejo de un buen bate de béisbol, puños americanos y una buena navaja, pero el crecimiento en los negocios, en el riesgo y en el volumen de dinero que movía la organización de Paco Romo, exigía algo más.
Según los ficheros policiales y las fotocopias lo confirmaban, la primera victima por arma de fuego en el historial de Caín, fue el asesinato de Efraín Valdez, un narco de tamaño medio y mucho descaro y ambición, venezolano, que quiso iniciar una guerra abierta y asaltó varios de los casinos y partidas de póker de Paco Romo.
Un par de años después Caín, se hace autónomo. Trabaja por encargo para quien pague lo que el pide.
Y aquí llega su primer gran golpe.
El secuestro de la esposa del acaudalado banquero, D. José López-Mesada.
Damián Collado (Caín) se recrea en cada palabra de sus papeles escritos, con una evidente saña, con esta historia y su protagonismo femenino.
Alguien, un tipo misterioso llamado Don Jaime, aunque el supo años después, de donde procedía el encargo original, le ofrece cinco millones de pesetas fijos, por llevar a efecto el secuestro de esta mujer.
Doña Catalina Ruiz de Alma, desde la cuna fue una aristócrata. Ya con años, la podríamos situar en el último tramo de lo que podía llamarse, mediana edad, tenía un agradable rostro que aparecía con cierta frecuencia en revistas donde las bodas, bautizos, desfiles de modas y eventos de la alta sociedad eran un escaparate al mundo y además no era raro verla compartiendo rifas benéficas o mercadillos solidarios con la hija única del dictador, ya fallecido, con quien mantenía una antigua amistad, casi desde niñas.
El banco del banquero Sr. López-Mesada, llevaba su apellido, lo fundó su tatarabuelo, quien amasó una ingente fortuna, tan excesiva, que no cabía en banco alguno, así que no se anduvo con remilgos y se inventó uno para él, su familia y todo lo suyo.
El tatarabuelo y luego siguió poniéndole todo su empeño, incansablemente en esa labor, su bisabuelo, fue el principal tratante de esclavos de todo el Caribe, aunque en una biografía que mandó hacer a su padre, el actual presidente del banco, D. José López-Mesada, ordenó reescribir la historia convirtiendo a sus antepasados en ejemplares comerciantes, de oro, plata, paños y productos vegetales, además de benefactores de la santa madre iglesia y de todos los menesterosos que hallaban en su camino.
La Banca López-Mesada y su principal y casi único accionista, D. José, estaban intentado adquirir las acciones de otro banco de la competencia, muy similar en tamaño y en tipo de negocio, aunque este ultimo con una interesante cartera industrial. Los dueños de este ultimo banco, primos lejanos y al parecer no muy amigos, el Banco del Norte, se resistían vehementemente, llegando a amenazar con querellas y demandas al interesado comprador por el fuerte acoso sufrido.
Caín, esperó pacientemente a que el chofer de Doña Catalina aparcara el coche casi en la puerta de la iglesia de los Jerónimos de Madrid, donde cada día a las diez de la mañana acudía puntualmente.
Manolo el chofer de Doña Catalina, apagó el motor del BMW y salió del automóvil, a pesar de que la mañana no estaba muy cariñosa, el viento frio se dejaba sentir, encendió un pitillo acompañado de una tos carrasposa que sonaba a un interior mal ventilado. Entonces vio acercarse, con un cierto apremio, a un hombre moreno con barba y gafas de sol, con un uniforme muy parecido al suyo y con una gorra de chofer calada en la cabeza.
- Manolo, buenos días, soy Julio, me manda D. José López-Mesada, toma este dinero (y le entrega un billete de mil pesetas), tienes que irte deprisa al hospital de la Paz, tu hijo está ingresado allí, ha habido un accidente, yo me encargo de Dña Catalina.
Un Manolo angustiado y perdido, además de echarse las manos a la cabeza y maldecir varias veces, pregunto desquiciado:
- ¿pero es grave, eh, es grave?
Y salió precipitadamente calle abajo en busca del Paseo del Prado, donde encontraría fácilmente algún taxi.
Terminada la misa, Dña. Catalina bajo la gran escalinata, donde le esperaba aquel hombre perfectamente uniformado y educado, que le dio la terrible noticia y dijo venir en nombre de su esposo.
- Válgame dios, pobre Manolo.
La mujer alarmada, se dejó acompañar hasta el automóvil, estacionado muy cerca, y al entrar sin saber como entró en un sueño imposible de contener, es lo que tiene el éter, ya se sabe.
Doña Catalina, despertó en un lugar de una oscuridad absoluta y con ese olor tan peculiar que siempre destila un sótano, aunque no sea especialmente húmedo, como era el caso. Se incorporó con cierto esfuerzo del suelo duro y rugoso donde se hallaba. Sus manos le confirmaron que conservaba su ropa, excepto los zapatos, pero algo le sobresalto de inmediato.
No llevaba ropa interior y además una extraña sensación, y un ligero escozor, hizo que su mano buscase entre sus piernas.
Muy asustada y avergonzada, a punto de entrar en modo “pánico”, comprobó que alguien le había rasurado el vello púbico.
Después de unos segundos de respiración alterada, un sudor frio recorría su espalda y su pecho, hizo un esfuerzo ímprobo por serenarse, aunque su respiración decía exactamente lo contrario.
Sus brazos y manos se extendieron en frente de su cuerpo, y su pie derecho dio un tímido paso hacia adelante, pero nada parecía haber a su alrededor, hasta que un potente foco la situó en la realidad que le tocaría vivir varios días, semanas.
Se encontraba en una especie de jaula, en un rincón de un sótano, sin ninguna luz o ventana al exterior.
Una voz, dura, sin un acento especifico que pudiera reconocer, le hablo desde detrás de aquella incomoda luz, a la que no podía mirar de frente, aunque hubiera jurado que era la misma que el chofer que la recogió al pie de la escalinata de la iglesia de Los Jerónimos.
- Bienvenida al gallinero – dijo Caín – y la mujer se sobresaltó.
Sin que pudiera evitarlo un líquido caliente se precipitaba por sus piernas sin control alguno.
- Si doña Catalina, esto es un secuestro, saltará aun más a su merecida fama, ahora le hará sombra al futbolista Quini o Emiliano Revilla, así que disfrute de mi hospitalidad.
El secuestro de Doña Catalina, no saltó a la opinión publica como los de Quini o Revilla, , fue llevado con la máxima discreción por su marido y la policía, no fue de dominio público.
Una breve pausa, y la mujer seguía sin reaccionar.
- A su derecha tiene un cubo para hacer sus necesidades y papel higiénico. Al otro lado dispone de un colchón y dos mantas. Tiene también un cubo de agua y una taza de plástico para beber y asearse un poco. El catering Doña. Catalina será una comida diaria, seguro que usted esta a régimen y querrá seguir manteniendo su magnífico aspecto.
Doña Catalina no podía distinguir el día ni la noche, tampoco era capaz de orientarse por el horario de la comida diaria, escasa y siempre fría, era evidente que aquella voz evitaba la regularidad en las horas a sabiendas.
Después de una larga eternidad, la voz le dijo que, en un par de días, volvería a casa y para celebrarlo le había preparado una comida especial, un magnifico caldo de carne y jamón del bueno.
Después de comer, Doña Catalina no podía con el sopor que se le hizo insoportable, no era capaz de mantener sus parpados abiertos, en la oscuridad, Doña Catalina creyó escuchar un ruido que a duras penas identificó como la apertura de la puerta de la alambrera, una débil luz la iluminó, y al poco, sintió algo pesado sobre todo su cuerpo, la aplastaban.
Doña Catalina despertó aterida, mancillada y exhausta, tiritando de frio, en pleno amanecer, recostada en un rincón casi invisible, escondida tras unos altos arbustos. La calle aquel domingo era un desierto. La habían liberado en la fachada trasera la facultad de veterinaria, en la ciudad universitaria de Madrid.
Ella no lo sabía, pero había estado nueve días secuestrada, dos más de lo que había previsto D. Jaime, el contratador de Caín, quien según lo convenido, ordenó la libertad de la secuestrada mediante la publicación de un anuncio en el diario ABC : “se alquila céntrico semi-sótano, 45 metros cuadrados, ventilación y aseo Tlf. 2605921 Srta Catalina”.
D. José López-Mesada, desistió en realizar la compra de acciones del Banco del Norte. Curiosamente un par de años después, la entidad del marido de Doña Catalina, la Banca López-Mesada fue adquirida por un gran banco en expansión que a su vez se fusionó posteriormente con el Banco del Norte, pasando los primos de D. José López-Mesada, a ocupar los principales puestos en el Consejo de Administración.
Después de estos avatares del complejo mundo de los negocios bancario, D. José López-Mesada evadió todo su capital a la ciudad de Zúrich (Suiza), donde reside oficialmente en la actualidad.
En sus apuntes Caín, describe a Dña. Catalina, como su primer “polvo aristocrático”
También, desliza unos comentarios soeces y zafios sobre su físico, aunque reconoce, que en ocasiones la ha seguido por la calle, para verla de nuevo.
Capitulo X – Los comedores de espagueti.
Luciano Scalessi, era el hijo mayor del gran capo de la Cosa Nostra; Máximo Scalessi, quien junto a sus hermanos, Fabrizio y Bruno, eran los amos de Sicilia, aunque su “reino” llegaba y se extendía por todo el mediterráneo.
El patriarca y sus hermanos recibieron a una delegación de una de las grandes familias de la mafia de New York. Los primos americanos querían que Palermo y toda Sicilia fuera su puerta de entrada y punto de tránsito de toda la heroína que les llegaba procedente de oriente medio y Asia.
El dominio marítimo de los Scalessi, les garantizaba un seguro y fácil tránsito de la mercancía en buques de carga, que partían de diversos puertos del sur de Europa hacia Estados Unidos
Cantidades enormes del terrible polvo marrón y baúles llenos de billetes verdes de 100 dólares americanos con la conocida cara de Benjamín Franklin, estaban en juego.
Pero el gran capo y sus hermanos no estaban por la labor.
La cautela les paralizó, la empresa era ingente para aquella familia de contrabandistas sicilianos que se ganaban muy bien la vida, sin llamando la atención lo menos posible y con menos riesgo.
Luciano Scalessi, se rebeló ante aquella humillante cobardía y su padre le exilió en una de las fincas mas inaccesibles de las altas montañas sicilianas.
Con valor y con la lealtad pagada de algunos de sus mejores soldados, Luciano Scalessi logra escapar y se traslada en absoluto secreto a Túnez.
Una de las modelos emergentes de la moda en Europa es la top model italiana Lina Marcone. De origen siciliano, visita España muy a menudo.
Esta mujer tiene un organizado encuentro “casual”, en una celebre discoteca de Madrid, donde habitualmente se deja caer Caín.
La bella Lina provoca con sus miradas calculadamente insinuantes el acercamiento de Caín a su pequeño reservado, y Caín, mitad decepcionado y a su vez halagado, recibe de aquellas largas manos y finos dedos un abultado sobre que contiene 200.000 pesetas y un billete en primera clase para un vuelo entre Madrid y el aeropuerto internacional de Túnez.
- Allí te esperan – dijo la bella Lina-
Cuando Caín, la toma por el talle y acerca su rostro, la belleza italiana, Lina pone sus manos en el pecho, frenando las intenciones del hombre, quien, no obstante, insiste y entonces, Lina además de sacudirle una sonora bofetada, con cara de asco le dice:
- Viscido spagnolo (baboso español)
Se levanta y meneando sus caderas, ante la mirada expectante de “toda la peña”, se va, cuando en la sala, suena a todo trapo uno de los temas de moda de The Police.
- Ya nos veremos, puta - le dice aquel hombre de pelo pajizo y ojos grises fríos y temibles, con una sonrisa irónica que la hubiera estremecido de haberla visto ´.
En Túnez, Luciano Scalessi, le explica que para quitarse de en medio a la caterva de viejas glorias que ocupan la cúspide de su clan familiar, necesita un ejecutor frio e inteligente y que sea absolutamente desconocido en Sicilia.
La oferta son cinco millones de pesetas y la amistad eterna de la familia Scalessi, bueno, de lo que quede ella, con Caín, una especia de renta vitalicia.
- ¿Y me dejaras pasar un ratito con la modelo esa? – pregunta Cain.
- No, amigo, no, Lina no puede entrar en el trato, es solo para mi – contesta incomodo el futuro capo -
Después de varias semanas de preparación y de viajar a Sicilia haciéndose pasar por un cura español, que visita la isla para recorrer las principales iglesias y santuarios, Caín sitúa sus objetivos y espera.
En pocos días la abuela el clan Scalessi, la matriarca, Doña Tonina, cumple 87 años. Esa fiesta siempre se celebra en la vieja casa familiar, perdida entre barrancos y almendros, en el sur del sur de la Isla.
Tan cerca como si fuera un anexo de la vieja vivienda, se halla la ermita de Santa Águeda, patrona de Sicilia, el mismo nombre de la hermana ya olvidada por Caín.
La minúscula ermita es un santuario casi exclusivo de la familia Scalessi.
El cura, ofrecerá una misa a la familia y en esta ocasión contara con la ayuda inestimable de aquel cura español que vino con una recomendación del obispo de la diocesis, a quien Luciano Scalessi había chantajeado convenientemente, el prelado gastabas varios vicios inconfesables.
Matar en aquella pequeña ermita, solitaria, encaramada en lo alto de un monte, cercano al mar, no era algo muy fácil. Alguien, hacía ya días, había introducido en la ermita un AK-47 (kalashnikov) con un cargador de 25 balas, mas que suficiente, pensó Caín, aunque salir vivo era harina de otro costal.
El cura español, recomendado por el obispo, un peregrino callado y contemplativo, según describió a la policía el sacerdote italiano que ofició la interrumpida misa en la ermita, era un hombre moreno de pelo excesivamente largo, según las costumbres pastorales de la isla, poblada barba, lentes gruesas y un ligero tartamudeo que ponía nervioso a cualquiera. Lo más raro, insistía el párroco italiano:
- ¡Es que yo vi como le cachearon!, delante justo de mí, Carlo, el guardaespaldas de Doña Tonina. ¿Dónde tendría aquella horrible ametralladora? – se preguntaba el compungido cura.
En la pequeña ermita, los hermanos Scalessi, sus esposas, Doña Tonina y su guardaespaldas de toda la vida Carlo, además de los dos sacerdotes que apenan si podían moverse en el minúsculo altar comienzan el oficio.
Llegada la eucaristía al momento de la comunión, el cura español, el padre Marcelo, buscó en la hornacina el cáliz y las sagradas formas.
15 segundos después, solo el viejo cura siciliano se mantenía en pie.
En la huida monte abajo, hasta donde una moto le esperaba, Caín sintió en su muslo derecho la quemazón inequívoca de un balazo.
Una bala calibre 23 le había atravesado la pierna, dejando dos boquetes por lo que sangraba abundantemente, el kilómetro y pico hasta llegar a la pequeña dársena, donde un pescador y su bote le esperaba, fue todo un ejercicio de supervivencia.
Ya en el barco, el viejo capitán le hizo una cura de urgencia.
Caín se desmayó.
La travesía hasta Túnez fue muy dura.
No fue el único encargo del nuevo gran capo Luciano Scalessi. La relación de negocios duró varios años, aunque no había exclusividad alguna, Caín se postulaba para cualquier trabajo que le pudiera satisfacer, lo de menos era la tarifa, él disfrutaba con todo lo demás.
Caín, decidió que el ultimo encargo de Luciano Scalessi, el secuestro de la hija, una menor de edad, de un discreto, pero tenaz fiscal italiano, que estaba investigando muy a fondo, a su más leal servidor, su consiglieri seria eso, el último. Si la investigación llegaba a buen puerto, no solo peligraba la cabeza de su hombre, esa no era la mayor preocupación del capo Luciano Scalessi era un tipo pragmático, y hacía mucho tiempo que había dejado de creer en Papa Noel, lo que le llevó a dejar atrás su confianza en la secreta ley de los suyos, “la omertá”, por lo que no esperaba en absoluto la heroicidad de nadie, que no fuera “untada y engrasada” por una suculenta recompensa.
El fiscal no cedió, y su joven hija desapareció de por vida. El fiscal recibió una urna con unas cenizas. La nota era muy contundente, para mayor seguridad describía algunas características físicas de la hija del fiscal, que no admitían duda. Quien escribió la nota había tenido a su hija a su merced y desnuda.
Se celebró el entierro de las cenizas de la joven y después de recibir el pésame de un numeroso grupo de personas, el fiscal se sorprendió al encontrarse una bala en el bolsillo de su chaqueta, junto a una nota escrita a máquina.
Ne abbiamo di più (tenemos más)
El fiscal suspiró, y el sonido de la voz de su mujer y de su otro hijo pequeño le encogió el corazón y un ligero tembló le sacudió su mentón.
Caín describe las mas desagradables y repugnantes depravaciones a las que sometió a la joven. Quemo, con leña y carbón, durante más de diez horas el cadáver, en un hoyo cavado en la tierra.
Esperó pacientemente, saco las cenizas aun calientes, luego lo relleno de nuevo con tierra y envío una foto desde un móvil de un solo uso, veinte minutos después la transferencia había llegado a la cuenta en las Islas Caimán, donde según sus instrucciones la transformarían en oro, en puro y duro oro.
Al día siguiente, Caín realizó un viaje relámpago a la isla de Ibiza, en una incomparable villa, que Caín conocía muy bien, está pasando unos días la modelo italiana, ahora ya convertida en una gran estrella de las pasarelas, Lina Marcone. La mujer que le abordó en la discoteca de Madrid para concertar la primera reunión entre Caín y el Capo Scalessi, en Túnez.
No habían vuelto a verse durante estos años. Lina era una de las amantes de Luciano Scalessi, quien en un par de días la visitaría en la isla.
Caín, no tuvo que pedir la llave para entrar y satisfacer sus instintos, todos eran bajos, ruines, y atroces, con aquella mujer. La corta visita de Caín, tuvo el resultado que cabria esperar; Lina, la bella Lina, pasó casi diez días ingresada en el hospital y tardó meses en recuperarse, después de someterse a diferentes operaciones estéticas.
Lina, dejó las pasarelas y era difícil verla en algún acto público. Años después, seguía precisando terapia continua para poder soportar y vivir bajo el peso de aquel terrible recuerdo.
Caín, en su cabeza, justificó todo aquello, como una venganza por el desaire de aquella mujer y ya puestos, por la arrogancia de aquel hombre que se creía ya intocable.
Luciano Scalessi, juró vengarse.
Capitulo XI - El regalo .(unos años antes de su viaje a Túnez y pocos días del secuestro de Doña Catalina)
Damaso Collado, seguía trabajando en el mismo lugar desde que entró a formar parte de la plantilla del servicio postal de Correos. Cada día, él y sus cartas, paquetes y avisos de giro y certificados, se pateaban una buena zona del distrito de Villaverde de Madrid, donde era apreciado y conocido.
Damaso vivía en un ínfimo pisito, en la ruidosa calle de Marcelo Usera, tres autobuses habían fijado, sin querer, su parada debajo de la única ventana de la vivienda, que daba a la calle y se había matriculado en la Universidad a Distancia, estaba estudiando Magisterio. Seguía soltero, su nivel de éxito con las mujeres rozaba el 2, (escala del 1 al 5) y había tenido una novia un par de años, pero al final los dos se aburrieron de todo.
Hacia varios meses, muchos, que solo había mantenido contacto a través del teléfono, aunque muy de tarde en tarde, con su hermano, algo que siempre le hacía mantenerse alerta, sabia mejor que nadie que Damián podía presentarse en cualquier momento.
Y lo que se temía que ocurriría, ocurrió. Cuando apareció su hermano ante él, en ese momento cruzaba la avenida de Andalucía con su petate de cartas y revistas, Damaso no pudo evitar un sobresalto y notar como la tensión iniciaba una loca carrera desde sus pies hasta el último de sus cabellos.
- Venga termina pronto, que nos esperan en una notaría cerca de aquí, te he comprado una casa – ese fue el saludo de Damián-
Desarbolado y desbordado, Damaso salió de aquella notaria siendo propietario de una casa unifamiliar en el pueblo de Trijueque (Guadalajara), que constaba de dos planta y sótano, con un total de 163 metros cuadrados y un terreno circundante de 3.367 metros, colindante con el llamado camino del puente y con el parque forestal “la Veguilla”.
Trijueque, 458 habitantes, está enclavado en el centro de la comarca de” la miel”, un total de nueve pueblos con casi cuatro mil vecinos, cuya actividad principal es todo lo relacionado con el monte y la apicultura, al parecer hay casi el doble de colmenas como vecinos en la zona, donde millones de abejas producen pacientemente una miel de alta calidad.
La compra de la casa de Trijueque, es como poco, no habitual.
La oportunidad llega a las manos de Damián, a través de Paco Romo. El dueño de la vivienda no había devuelto el dinero que tomo prestado al usurero, la cosecha de miel llevaba años siendo mala y escasa, además, una enfermedad había afectado a millones de sus abejas trabajadoras, lo que le había dejado, al apicultor, al pie de la ruina. Necesitaba nuevas colmenas que le hicieran sobrevivir y salir de aquella ruina inesperada.
Damián debía “visitar y explicar” a aquel tipo que tenía solo 24 horas para pagar la deuda, con sus intereses de usura correspondiente a Paco Romo, pero cuando llegó al lugar cambió el plan previsto sobre la marcha, aquella casa era perfecta para él.
Después de presentarse entró en la casa, sin atender a permiso o indicación alguna, donde el nervioso “colmenero” y su tímida esposa, miraron al recién llegado con un indisimulado pavor. Damián, así de entrada y en frio, sacó su pistola y con una estudiada naturalidad, no era la primera vez que representaba el papel, la depositó sobre la mesa.
Aquella gente palideció.
- Quien me paga, que no es mi jefe – les dijo mirándolos con aquellos ojos tan especiales – me ha pedido que os asuste un poco para que paguéis mañana los 35.000 euros y los 21.000 de intereses que le debéis. Pero me huelo que no podéis hacerlo, lo que nos lleva al día de mañana o pasado o al otro, cuando yo venga y os reviente la cabeza a palos, te viole a ti- y eso lo dijo recreándose con la mirada en aquella pobre mujer - y os haga firmar una cesión de derechos del seguro de daños, si es que lo tenéis y ponga la casa en llamas. Me seguís, ¿verdad?
- En realidad, sois dos montones de carne picada – y se calló-
Aquella atemorizada pareja estaba dispuesta a lo que fuera con tal que aquel tipo saliera de allí, con ellos sanos y salvos, así que aceptaron la oferta número uno que les planteo el hombre del pelo pajizo y los ojos grises, la opción dos, era el plan original, convertirse en un par de hamburguesas.
Paco Romo se conformaría con cobrar un poco menos.
- Que os parece si le sisamos al gran cerdo, la mitad de sus intereses, y en vez de llevarle 21.000 le llevó 10.000 mil, más los 35.000 del préstamo, seguro se conforma y os olvida de por vida.
- ¡Pero nosotros no tenemos todo ese dinero!, dijo el pobre desgraciado, con el asentimiento de su mujer, agarrada a su brazo como quien trinca un flotador en pleno naufragio.
- ¿Y cuanto tenéis contante y sonante?
- Pues unos 15.000.
- Ya veo, dijo Caín-, ¿y en que habéis invertido el dinero que os prestaron?
- En comprar todas las nuevas colmenas, de ellas han salido estos quince mil – contestó el hombre -. Pero la puta sequia nos ha restado los ingresos más de lo esperado.
- Hagamos cuentas, en total debéis 56.000 euros, pero gracias a mí la deuda la podemos reducir a 45.000. Bien, si contamos con vuestro 15.000 euros, os faltarían un total de 30.000 para salvar el pellejo. Dinero que no tenéis para mañana, pero hoy habéis tenido suerte pedazos de mierda, porque yo voy a pagar en vuestro nombre esos 30.000, os voy a dejar sanos y salvos y además os voy a permitir llevaros vuestras apestosas “picabrazos” y sus colmenas de aquí, solo tenéis que firmarme, un documento de venta de esta casa con vuestras intactas manos, que gracias a mi, tienen sus huesos al completo.
La pareja se miró y el hombre quiso hacer un ademan de queja, pero la pistola de Caín se situó a pocos centímetros de su cabeza, entre sus ojos, que bizquearon. Algo en su anterior le advirtió a aquel pobre hombre, aquel cabrón no dudaría en dispararle en cualquier momento.
Volvamos al encuentro entre los dos hermanos.
- Bueno Damaso, - dijo Damián cuando abandonaban la notaria – supongo que me invitaras a comer para celebrarlo.
Damaso nadaba entre el miedo y la resignación, no entendía muy bien lo que pretendía su hermano con aquella operación, aunque ya en fase de copas después de los postres, saboreando sendos orujos, para rebajar la digestión del horroroso menú del día que habían tenido que comer, empezó a verlo más claro.
- Tienes que pedir el traslado a la zona de Trijueque, pero antes de nada, me tienes que hacer una pequeña reforma en el sótano, de aquí a pasado mañana.
- Damián yo estoy muy bien donde estoy, no quiero vivir en un pueblo.
- A ver hermano, vives en un sitio de mierda, de ruido infernal y estas solo como una cucaracha, en esa casa y en esa zona puedes ser mucho más feliz y dentro de un tiempo, allí me pienso retirar para vivir contigo y cuidarte, como siempre he hecho. Venga y ahora no te hagas más el zángano que tenemos que comprar materiales, mañana por la tarde tienes trabajo allí.
Damaso, con su concienzuda forma de hacer las cosas, construyó una magnifica y segura jaula en el sótano de aquella casa, sin saber jamás para y como se llegó a utilizar, aunque prefirió no preguntarlo. Un año y medio después, se fue a vivir a aquella casa, cuando le concedieron el traslado a una zona limítrofe como cartero rural.
Estrenando una propiedad, que él sabia no era suya, por mucho que dijeran las escrituras y el Registro de la Propiedad. En un rincón del sótano, Dámaso encontró tiradas unas bragas de mujer.
Capitulo XII – Cartero rural
No le fue difícil al director Provincial de Correos dar satisfacción a aquellos dos hombres que no se conocían de nada. El cartero de la comarca de Macedón, quería salir de aquellos pueblos desperdigados y llenos de soledad y ponerle kilómetros a una dolorosa separación matrimonial, parecía la mejor de las opciones y por otro lado contaba con un candidato que al parecer estaba harto de comerse contaminación a puñados y buscaba la oportunidad de una nueva vida en el medio rural, aire puro, paz y todas esas cosas.
Damaso, se adaptó con facilidad a la comarca y la comarca y sus gentes le acogieron de buen grado, ganándose la general consideraron desde el primer día.
Los meses pasaban y su hermando Damián no daba señales de vida. Mejor que mejor.
A los pocos días de iniciar su trabajo en la comarca, tenía que dejar un par de revistas y algunos sobres, que tenían toda la pinta de ser propaganda comercial, en la peluquería unisex de Macedón.
La peluquería Marfi, era el buque insignia de la modernidad comarcal. Dos mujeres, que eran capaces de crear un peinado de ensueño para una novia, de cortarle el pelo al dos a un jubilado o de repasar o rasurar un barba, a la antigua, con navaja y tijera. Marta y su prima Josefina (Fina) eran el punto y la i. Marta con sus más de cien kilos y su 1,80 del altura es fuerza, dinamismo, sentido del humor, moderna y adicta a las redes sociales y su prima Fina, con sus cuarenta kilos raspados y su pelo corto y rubio, era el vivo retrato de ”piolín”.
Fina (piolín para todo el pueblo), estaba casada con José Antonio, un camionero, brutote pero no mala gente, que fue el único novio de su vida. Tenían un hijo en común de seis años, y una vida que se deslizaba inexorablemente hacia el aburrimiento y la monotonía.
José Antonio, decía, cuando la velada se había puesto, hace rato, en modo medio-pedo, que la primera vez que vio desnuda a su Fina, pensó que le podrían detener en cualquier momento por abusar de una menor. Fina era muy poquita cosa, pero aquella sonrisa llena de timidez hechizó a Damaso.
Cada día al iniciar el reparto, lo primero que comprobaba Damaso es si había algo para la Peluquería Marfi o alguna carta para la calle Monte Alto 14, donde residía Fina.
Por unas cosas o por otras, Fina y Damaso, iniciaron una relación donde el sexo no era ni lo más importante, ni lo único divertido, sintiéndose felices y cómplices el uno con el otro.
Ya habían hablado de buscar el camino adecuado para estar juntos. Fina, había realizado una primera consulta a una abogada de máxima confianza, para saber y entender cómo se llevaba a cabo un divorcio.
Pero la tragedia apareció de repente, sin que nadie pudiera entenderlo.
Un sábado por la noche, mientras el niño dormía en la habitación contigua, José Antonio presuntamente asesinó, esa fue la conclusión judicial y policial inicial, con una escopeta de caza a su mujer Fina, para luego quitase la vida poniéndose el cañón debajo de su mentón.
Los dos cuerpos aparecieron en la cama de matrimonio, el uno al lado del otro.
Los vecinos no vieron nada y ni oyeron nada ni antes, ni después del espantoso ruido de los dos disparos.
Nadie hubiera imaginado que algo así pudiera pasar y nadie supo explicar, de donde salió la escopeta de caza. Jose Antonio no tenia escopeta, ni había cazado en su vida.
Hacía dos semanas que el rugido de un potente Alfa-Romeo, con matrícula de Andorra, desbarata la vida y sus intenciones de futuro del cartero rural. Damián había aparecido por Trijueque.
- Necesito descanso y sosiego hermano, - le dijo a un asustado y desconfiado Damaso-
Después de un par de conversaciones, donde Damián se interesó, de buen rollito, por la vida de su hermano, algo absolutamente desconocida para Damaso, llegó la pregunta:
- ¿y de amoríos como vas campeón? – preguntó sonriente y afable Damián-.
A Damaso se le encendieron todas las alarmas, pero sabía perfectamente que si mentía descaradamente a su hermano este lo detectaría, así había ocurrido desde niños, así que buscó el equilibrio para pasar este examen tan incomodo y peligroso.
- Bueno, estoy iniciando algo con alguien, pero de momento queda mucho camino, no me quiero precipitar.
- Vaya, vaya, a ver si vas a ser el Don Juan de Trijueque y yo soy el último en enterarme – contesto jocosamente Damián -.
- Ya sabes, que yo de Don Juan, poco. - dijo con una son risa más forzada de lo que a él le hubiera gustado, Damaso –
Al día siguiente había quedado en verse con Fina, casi siempre quedaban aprovechaban las horas de cierre de la peluquería, de 13.30 a 16.30 para estar juntos. Damaso estuvo a punto de anular la cita, pero temía que como casi todas las noches, en las que el marido de Fina estaba fuera de casa conduciendo su gran camión, a última hora le llamase, estando su hermano por allí, para mantener aquellas largas y maravillosas conversaciones nocturnas, cada uno en su casa y cada uno en su cama.
Hubo más citas en aquellos días, incluidas una quedada en el motel de Villarubio, un discreto lugar a espaldas de una gasolinera en la A2, que habían utilizado ya en algunas ocasiones.
Damián supo, antes que nadie, que aquel crimen, no fue lo que parecía.
Sabia por lo que Fina le había contado de su marido, que aquel final no lo había ideado y mucho menos ejecutado José Antonio, sino alguien más perverso, cruel y dañino que nadie en el mundo.
Y estaba seguro que no tendría manera de probarlo.
Pocas horas después de conocerse el horroroso suceso, Damián entra por la puerta de la casa. Llevaba dos días fuera, sin aparecer por alli.
- ¿qué pasa hermano?, dice al entrar con aire cansado y despreocupado, tira las llaves en la pequeña cesta que hay en la repisa al lado de la puerta – vengo muerto, ya no aguanto la juerga como antes, me voy a dormir un rato.
Pero no puede pasar por el estrecho pasillo hacia a la zona de los dormitorios, la cabeza de Damián se estrelló contra su cara y la sorpresa le confunde en la caída. En el suelo, Damián atónito, recibe patadas, puñetazos y golpes alimentados por una fuerza y una ira descontrolada cargadas de historia y resentimiento.
Damaso cree que su ímpetu es inagotable y se siente invencible, haciendo la justicia que se merece, pero se equivoca, los golpes empiezan a ser un poco más que molestos y una patada de su hermano en la entrepierna hace que su momento de gloria y venganza termine encogiéndose entre las paredes del estrecho pasillo y en ese instante, mientras que un dolor impensable le rompe el cuerpo en dos, se niega a aceptar que aquello va a ser el inicio de otro calvario más en su vida.
Capitulo XIII – Las memorias
- Te dejo vivo porque eres mi hermano y de alguna manera me haces falta, sino hoy partirías hacia el valhalla de los estúpidos.
Damaso, dolorido lo mira y sin saber porque le dice a su hermano:
- No creo que hayas matado a tanta gente y hayas cometido tantos delitos, eres un patético fantoche.
-
Una sonora carcajada de Damián, alias Caín, resuena por toda la casa.
- No quiero asustarte, pichón – le dice a su hermano.
- Tu prueba para ver que pasa.
Damaso, no sabe qué va a hacer con los terribles episodios que escucha y que se prolongan durante horas, encerrados, consumiendo cigarrillos y brandy.
Caín, se muestra en todo su “esplendor”, saca a relucir su temible currículo inigualable lleno de hazañas de una crueldad, elevando su pedigrí como gran asesino a lo máximo, se crece, se regodea y relame, en cada detalle, remarca algunas de las escenas más sórdidas que casi nadie podría imaginar y exhibe una superioridad de ser intocable e invencible, sobre un hermano aterrorizado, pero impasible, que le hace hablar sin parar horas y horas.
Caín se eleva hasta entrar en un trance extraño, está en éxtasis. Jamás había contado nada de todo esto, pero aquel ser tan dependiente de él, tan indefenso al que acaba de librarle del error del amor, ¡será idiota!, como si el amor existiera, el amor es un invento, hermanito.
- ¿Quieres ver como puede quedar el careto de una modelo guapísima?, - le pregunta. a su hermano-
- ¡Dios mio! – la imagen que le traslada el móvil, le paraliza. Aquella cara estaba completamente desfigurada, hinchada, ensangrentada, un puro desaguisado –
- Lo malo, le dice Damián, es que el amante de Lina Rocone, asi se llama este careto, es el capo siciliano al que presté mis valiosos servicios, es su amante desde hace muchos años, y el puto espagueti me anda buscando incansablemente, bueno y no es el único, pero este hay que reconocerlo que es el que más ha invertido en matarme, pero ya ves, aquí estoy.
En algunos momentos, Damaso, grava con su móvil la extensa confesión y las pocas horas que aprovechan para descansar, se las pasa escribiendo como un poseso en la mesa de la cocina, con furia controlada, hace pequeños resúmenes de lo escuchado, no quiere dejarse nada y sobre todo necesita no desordenar el relato y sus tiempos.
Además de ignorar cualquier referencia a su familia o Doña Pura, a Dámaso le sorprende la poca importancia que Damián, da a los lingotes de oro que tiene depositados en una entidad financiera de un paraíso fiscal. No ha conocido los placeres o el lujo que podía haberse pagado sin el menor problema pese a ser un hombre rico, que no tendría ninguna necesidad de vivir en aquel pueblo, podría estar en cualquier lugar del mundo, eliminando riesgos, piensa Dámaso.
A lo mejor la leyenda de la necesidad de cercanía física de los hermanos mellizos, pueda ser cierta. O sencillamente necesita sentir en presente su superioridad para conmigo, como desde que andábamos a gatas. Menuda gracia, piensa Dámaso.
Dámaso, recompone a toda prisa en varias hojas el relato de las terribles hazañas de su hermano. El problema es que hacer con todo ese material y con las grabaciones.
Debe pensar algo rápido, el paso de las horas es crucial, su nombre pronto aparecerá en la investigación, el móvil de Fina es una fuente segura para los investigadores.
Pero su duda es como eliminar a aquel asesino, que nació tan solo unos minutos antes que él, sabiendo que él Dámaso Collado un pobre cartero, no es capaz de ejecutar lo que en justicia se merece el hombre de pelo gris y ojos grises cuyos ronquidos llegan a la diminuta cocina. Cuando las ideas se van configurando en su cabeza, toma la que será la decisión más importante, dura y crucial de su vida.
Se le ocurre abrir en la oficina de correos, un apartado de correos, y allí depositará toda la documentación que ha escrito de su puño y letra, con el atroces relatos de su hermano.
Después, se dirige a toda prisa a la Peluquería Marfi.
Marta, la prima y socia de Fina, es una mujer destrozada.
Se abrazan.
Sin que Fina le dijera nada, Marta, intuía la relación que existía entre su prima y Damaso.
- Fina me dijo que en unos días tenia que contarme algo muy especial, me la quede mirando, la abrace y le dije; ya sé lo que me vas a contar, jamás te he visto tan feliz – le explica Marta, con la voz ronca y los ojos enrojecidos -.
- Marta, escúchame bien lo que te voy a decir y pedir, seguramente te parecerá una locura, pero creo que se lo debemos a Fina.
Después de una larga conversación, Marta asustada y dolorida, asume que aquel hombre le está contando la verdad y ella no puedo quedarse atrás en lo que pretende.
Las conversaciones grabadas entre Caín y su hermano pasan al teléfono de Marta.
Una hora después a través de una red social, en la cuenta de la modelo italiana Lina Marcone le aparece un mensaje que contiene:
- La foto de dos hombres, claramente son mellizos, uno sonríe a la cámara, el otro exhibe una leve mueca que no alcanza a ser una sonrisa, sus ojos no son alegres y chispeantes como los de su hermano.
- Una foto de la parte trasera de un coche, donde puede verse el modelo, marca y matricula
Una palabra solitaria: Trijueque.
- Estoy seguro Marta, que sabas cuando contarle a la policía todo esto. Pero necesito algo de tiempo y paciencia por tu parte, ¿podrás hacerlo?.
Marta solloza una vez más.
Capitulo XIV – Porca Miseria
48 horas después de la muerte de Fina y Jose Antonio.
La furgoneta de pinturas Alamillo está situada estratégicamente. Desde la noche anterior, a escasos cien metros de la casa de Dámaso Collado en Trijueque. Justo delante de la doble puerta de la entrada de la casa, está aparcado el Alfa-Romeo de su hermano Damián.
En la trasera de la furgoneta, hay dos hombres, uno, es un joven de pelo “encoletado”, delgado, el otro es un hombre de edad indeterminada, desde luego no es joven. El hombre mayor, no quita ojo a la casa y al coche, lleva colgada a su cuello una cámara fotográfica con un gran objetivo.
El hombre mayor contesta a las preguntas sin apartar la mirada dl que parece es su obsesión, cuando habla, algunas veces es difícil oír lo que susurra, su voz ronca y el no tener los dientes delanteros de su dentadura superior, no lo ponen nada fácil.
- Es que se me escapa el aire por aquí, -dice señalando el hueco dental-.
Estos hombres se encontraron ayer por la noche en un garito de mala muerte, donde algunas veces han coincidido. El hombre de la coleta es un joven italiano, que hace determinadas labores, no domesticas precisamente, para una familia de Sicilia muy conocida, la familia Scalessi (Luciano Scalessi). El hombre mayor lleva dos meses, fuera del talego, en libertad condicional, su última condena le ha llevado a residir cuatro años en la cárcel de Logroño, ahora está limpio de cualquier rastro químico de la heroína, y en busca de algo que le permita sobrevivir.
De momento, “el Melli”, se mantiene aseado y comido gracias a “la Reme”, una antigua amiga y compañera de la calle Montera de su madre, a quien cuidó en sus últimos momentos. Desde aquellos duros días de desesperanza y largo adiós, vive en el pequeño piso y le atiende con cariño, casi mejor que su madre.
- Así que el puto Caín, te dejo tirado, ¿eh amigo?
- Así es, me dejo con un mono de la hostia, con más deudas que nadie, solo y además el muy cabrón, se tiró a mi madre, le a pago un completo de una noche, que vale, mi vieja hacia la calle, pero era innecesario hacerme ese daño a quien fue siempre su colega.
- ¡que hijoputa!, lo de tu madre es muy fuerte. Seguro que cuando le cuentes lo que le va a suceder, le encantará.
- Demasiado tarde, murió hace unos años, SIDA, como mi viejo.
La puerta de la casa se abre y aparece uno de los hombres que aparece en la foto, que Lina Marcone había recibido en su red social de cabecera y que envió a su antiguo amante y protector.
- Este es su hermano, lleva el uniforme de cartero. Buen tipo Damaso – dice “el Melli”
El hombre se sube a una furgoneta con el emblema de Correos, el rostro esta demacrado y lleva prisa, arranca el vehículo y desaparece por el fondo de la calle.
Dos horas más tarde, otro hombre, sale de la casa, “el Melli” dispara su cámara el ruido del motor de la cannon no es estridente. El joven de la coleta, salta al asiento del conductor y cuando el Alfa-Romeo matricula andorrana, inicia su recorrido girando en la dirección donde esta aparcada la furgoneta de pinturas Alamillo, esperan unos segundos, arrancan y lo siguen con cautela.
Luca Brasi, desembarca del avión de Air Italia, es uno de los hombres de confianza de Luciano Scalessi, pronto cumplirá los 54 años de edad, y matar no le incomoda, es su oficio. Nada más pisar la terminal, atiende la llamada que recibe. Su interlocutor, el hombre de la coleta, le da unas indicaciones.
Nada más verse, el hombre de la coleta abraza y besa las mejillas de Luca Brasi.
- ¿Has preparado los cuatro hombres que te dije y los dos vehículos?
- Todo preparado Luca.
A la mañana siguiente, en el mismo lugar que aparco ayer la furgoneta de pinturas Alamillo, hay estacionado un pequeño Mercedes-Benz blanco, con un solo ocupante.
Cuando Caín, sale de la casa, para dirigirse al gimnasio y piscina cubierta de Cadalso del Rey, es su rutina diaria de casi todos los días desde que está en Trijueque, se fija en aquel coche blanco, pero no ve a su ocupante, quien se ha agachado, mientras el hombre, hace una llamada.
- Salimos, hacia el recodo.
A solo dos kilómetros de allí, en dirección a Cadalso del Rey, el rio se tomo la libertad desde siempre de curvarse y un puente de piedra de solo dos ojos, construido en tiempos inmemoriales, permite el paso, para cruzarlo. Su estrechura, solo da para el paso de un solo vehículo. Antes de entrar en el puente, la carretera hace un ligero recodo y se ensancha para que los vehículos que esperan su turno para atravesarlo tengan un lugar de espera adecuado.
Allí se encuentra la furgoneta de pinturas Alamillo, parada, también hay una moto de gran cilindrada, cuyo ocupante esta sentado, como esperando.
Caín conduce despacio disfrutando de la soleada mañana, al llegar al recodo del puente, observa que a su derecha hay un motorista a punto de incorporarse a la carretera y más adelante una furgoneta tiene puesto las luces de “warning”
Debe estar esperando que pase algún coche desde la otra orilla del puente, piensa.
Cuando llega justo detrás de la furgoneta, frena. Por el retrovisor ve a aparecer un coche blanco que se sitúa detrás del suyo.
Oye el sonido de la moto al acelerar.
De la furgoneta de pinturas Alamillo, baja una persona que abre las puertas de atrás del vehículo, Caín observa que está completamente vacío. Mientras el motorista, se ha situado a su altura, en paralelo y de repente, el hombre de la moto, da un fuerte golpe en el cristal de la ventanilla de Caín, quien observa incrédulo como le apunta con una gran pistola.
El hombre que se ha bajado de la furgoneta y el que venía en el vehículo que ha parado detrás, abren la puerta del Alfa-Romeo y le sacan de un tirón del coche, casi en volandas, le empujan sin contemplaciones al interior de la furgoneta de pinturas Alamillo.
- ¡Porca miseria! – musita Caín, antes que la cinta americana selle su boca -
Luca Brasi, durante unas horas, saboreó el gusto de la tortura más salvaje, él también es un hombre malo. Graba en video algunas de las escenas más duras, hasta que la piltrafa humana, en la que se ha convertido el cuerpo de Caín y un rostro totalmente desfigurado cierran el reportaje a su capo, que seguro habrá disfrutado como lo que es, un sádico asesino.
Luca toma el cuchillo para reventarle el pecho al amasijo de carne y terminar con el show y acabar con aquella apestosa vida, pero Cain le evita el esfuerzo, ha fallecido hace unos minutos, completamente reventado.
Arranca todos los dientes al cadáver de Caín, por si acaso, lo envuelve en una sábana que debió ser blanca alguna vez, lo meten en el maletero de su propio coche, Alfa-Romeo junto con dos bombonas de gasolina, quitan las matrículas y rayan con un perfilador el número de serie del bastidor del coche.
Medidas innecesarias, pero el “por si acaso”, está muy mirado en este tipo de actividades ilícitas.
En el descampado cercano al poblado chabolista, un gran supermercado de drogas, armas y todo tipo de vicios, no escandaliza en absoluto ver un coche en llamas de madrugada, este coche, debido a la carga de gasolina lo hace durante cuatro horas. Nadie llama a los bomberos.
Cuando la policía científica aparece, ante el amasijo carbonizado, los restos calcinados estan prácticamente frio. Lo único que pueden hacer es encogerse de hombros, de allí no se puede sacar nada.
Luca Brasi, toma un vuelo esa misma tarde hacia Palermo.
“el Melli” cuando llega al pequeño piso, le entrega a “la Reme” diez mil euros, envueltos en un sobre marrón y sujetos con una goma de pelo negro.
- Es mejor que lo guardes tu, -le dice-. Ella le sonríe, le hace una cariñosa caricia en el rostro y vuelve a sus tareas.
Capitulo XV – La investigación
Los cuerpos de Fina y José Antonio son trasladados al Instituto Anatómico Forense, el juez ha autorizado el levantamiento de los cadáveres.
El instituto forense, sufre un cierto colapso, debido a un pavoroso incendio producido esa misma madrugada en una discoteca de Alcalá de Henares, donde el número de fallecidos aumenta a cada hora.
El hijo de ambos, el pequeño Daniel es recogido por sus abuelos maternos, que viven en la misma localidad, Macedon. Dos psicólogas les acompañaran durante un par de días.
La revisión presencial del del equipo de investigación, toma como elementos esenciales los dos teléfonos móviles de los fallecidos y en el registro de la vivienda, no hallan ninguna prueba o evidencia que pueda relacionarse con el suceso.
El arma de fuego, una vieja escopeta de caza, aparece sobre las piernas del cadáver de Jose Antonio.
Se interroga a vecinos, sin que nadie ofrezca ninguna prueba o indicio valido para la investigación. Nadie vio nada extraño antes o después de los disparos.
Familiares de ambos y amigos, entre ellos a Marta, quien preguntan, si hay algún sospechoso, porque todos ellos aseguran a los agentes, que José Antonio era incapaz de semejante atrocidad.
Después del registro, se llevan al laboratorio los teléfonos móviles, para su análisis, es la primera pieza que abre el abanico de posibilidades y una tablet de Fina.
Ni los mensajes, WhatsApp, ni las fotografías, dan pista alguna.
Hay muy pocos mensajes entre Fina y José Antonio, el ultimo es de la tarde anterior del suceso, cuando José Antonio le escribe- “súbete unas cervezas cuando vengas, que solo queda una”-.
De la minuciosa y larga revisión de ambos móviles, solo llama la atención, a los investigadores, un número de teléfono que aparece de manera frecuente, en el móvil de Fina. Las horas de las llamadas, casi siempre nocturnas, su duración y el nombre asociado, “Psicólogo”, no parece encajar con una actividad telefónica y de mensajería más bien escasa.
Damaso ha ido ese día a trabajar, su descompuesto rostro llama la atención de sus compañeros, “una pésima noche, se excusa” e inicia su reparto diario.
Esa mañana durante el reparto, pasa por la casa de Marta, quien tiene cerrada la peluquería Marfi, no solo en señal de luto, sino porque no puede con su alma.
Permanecen unos segundos abrazados.
- Lo que enviaste por la red social, ha tenido el efecto que buscábamos, casi seguro, el asesino, no ha vuelto a casa, desde ayer por la mañana. Ya queda poco Marta, animo, se lo debemos a Fina.
Después, entre entrega y entrega, se pasa por el taller de cantería y mármoles, que hay a las a fueras de Macedon. Rogelio y él se conocen y además siempre han mantenido una relación cordial y hasta simpática. El encargo de Damaso, pilla por sorpresa a Rogelio, pero las instrucciones y la promesa de guardar secreto, obligan al marmolista que toma el cheque para el pago de aquel extraño encargo, lo hace de mala gana..
El teléfono de Damaso suena a las 14.15. Han pasado pocos días desde el asesinato del matrimonio.
La guardia civil consigue saber el titular del teléfono con el que Fina mantenía numerosas llamadas, también les es relativamente fácil rastrear la localización del mismo durante las horas donde se produjeron los disparos, la información que reciben, les confirma, que este numero de teléfono móvil no estaba próximo al lugar de los hechos.
Su localización lo sitúa en el entorno de Trijueque.
El capitán Broncano, de homicidios de la Guardia Civil, llama a la agencia de Correos, su director le confirma que Dámaso Collado, trabaja allí, su número de teléfono coincide y estará a punto de llegar del reparto diario.
Cuando Dámaso Collado, aparece en su agencia de Correos, finalizado el reparto diario, la guardia civil espera.
Los agentes se presentan y le explican el motivo de su visita.
La respuesta obtenida de aquel hombre, les deja sin palabras.
- Antes de nada, les pido por favor que me detengan y me lleven a la comandancia de Guadalajara, allí declarare lo que he hecho, siempre que haya algún miembro de la UCO, porque además de mis actos actuales, también tengo un pasado que seguro será de su interés conocer.
- Bueno, eso lo decidiremos nosotros – contesta el agente –
- Entonces no obtendrán nada de mi, sin Fina, ya nada me importa en el mundo. Ustedes verán.
- Por cierto, para que lo sepan, en realidad están deteniendo a Damián Collado, me conocen como Caín en el oscuro mundo del crimen. A mi hermano Dámaso, el cartero, lo mande al infierno envuelto en llamas hace tiempo y así he podido usurpar su lugar y esquivar a mis muchos enemigos.
La comandancia de la Guadalajara pide ayuda a la UCO, empiezan a sospechar que el caso, no se ajusta al crimen machista tan habitual, aunque al principio lo parecía. Además, la oferta de desencallar casos antiguos que ofrece el sospechoso, hace que aquello tenga pinta de; o sea muy verosímil o el tipo este majara perdido.
La notica corre por el pueblo como la pólvora.
Capitulo XVI – La confesión
La teniente Sacha Ortiz después del interrogatorio y de escuchar a aquel hombre dibujar una versión de la matanza que afirma haber cometido contra Fina y José Antonio, incia el interrogatorio.
- Fina me había prometido que dejaría a José Antonio, me había pedido algo de dinero y pasaban los meses y todo continuaba igual, hasta que en nuestro ultima conversación, el día antes de que los asesinara, le dije que o venia conmigo o no estaría con nadie.
- Pero lo que sabemos de usted es que es un hombre afable y tranquilo.
- El afable y educado Damaso, ya palmó, ¿capicci?.
- ¿y la escopeta de dónde sale
- La gente les habla, en realidad, de mi hermano, Dámaso, yo me he limitado a seguir un guion, ha realizar una brillan te una actuación para parecerme a él, pero yo soy lo contrario, yo soy un criminal reconocido, teniente.
Y prosigue:
- Teniente, en el poblado del sur, allí con dinero te lo venden todo, además yo hace años que me mueve en ese mundo. Podía haber utilizado alguna de las pistolas que tengo en casa o el rifle, pero me pareció mas verosímil una muerte con escopeta de caza, ya sabe el marido cornudo.
- ¿y usted un criminal reconocido se entrega asi como asi y confies a la mínima, casi sin pedírselo?
- Pues porque Fina no borró todos los mensajes y mis llamadas y me iban a relacionar con facilidad y porque el examen forense, seguramente les generará dudas sobre si el hombre se pudo suicidar o es la otra victima. Cualquier comprobación de mi identidad, las huellas dactilares, por ejemplo, me dejarían al descubierto. He cometido un inmenso error teniente, no he sabido perdonar a Fina y me he dejado llevar por la vehemencia, yo que he sido un tipo duro y frio como el hielo.
- Y también porque estoy muy cansado, muy, muy cansado. Fina era mi ultima ilusión, el ultimo tren para recuperar mi vida y vivirla como ya había imaginado tantas veces. No estoy dispuesto a aguantarles a ustedes y a sus interrogatorios estudiados psicológicamente, déjenme en paz de una puta vez.
En ese momento, la cara de aquel hombre reflejaba con exactitud lo que sus palabras decían.
La declaración continua, y relata durante horas una vida tortuosa, llena de delitos, algunos muy conocidos por las fuerzas de seguridad, con un lujo de detalle muy creíble, que obligan a Sacha, a pedir comprobaciones de manera constante con la central.
Una de las primeras cosas que pueden comprobar, es la existencia de la jaula en el sótano de su casa, donde estuvo secuestrada Doña Catalina, la esposa del banquero D. José López-Mesada.
El cartero no oculta que es un asesino a sueldo, un tipo que no se inventa, asi de malo ni en las películas más duras del género.
Dámaso, el usurpador de su hermano, logra crear un clima en su declaración que, a duras penas, hace creíble su relato, algo que para él le supone un esfuerzo muy importante.
La teniente Sacha Ortiz, pese a todo, tiene algunas dudas, sobre todo por la persona, no por las cosas que cuenta, pero una llamada de los agentes que están registrando la casa de Damaso, la hace desistir en sus dudas.
Han encontrado armas, dos pistolas y un fusil con mira telescópica, además de abundante munición.
Cuando la confesión finaliza, y antes de salir Sacha Ortiz del cuarto de interrogatorios, en el sótano de la Comandancia de Guadalajara, el hombre de pelo pajizo y ojos grises, le dice
- En mi ingreso, teniente, me han quitado una cadena con una pequeña llave, esa llave abre un apartado de correos en la oficina de Macedon, ademas una persona muy cercana a Fina le hará llegar información complementaria, encontraran la larga lista de mis activadas criminales, algunas ya les he declarado aquí, ante usted.
Aquello dejo a Sacha, aun más en confundida, aún. El raro tono en la voz de aquel hombre, no sabia muy bien a que atenerse, pero le sonó casi a una despedida.
Cuando a Sacha la llaman, para decirle que aquel hombre se había partido la cabeza contra la mesa de interrogatorios, su perplejidad se torno en furia contra si misma.
Tenia que haber previsto la remota posibilidad de suicidio.
Uno de los técnicos del laboratorio la llama minutos después. Las búsquedas en el teléfono móvil del detenido, estaban relacionadas con todas las formas posibles de suicidio, sobre todo como reventarse las venas del cuello, fracturas de cráneo, etc.
El suicidio estaba premeditado, pero a Sacha Ortiz no la alivia para nada.
Marta, la prima y socia en la peluquería Marfi, de Fina, acude a la mañana siguiente al cuartel. Aunque en el pueblo circula el rumor que el cartero asesino de la pareja no era la persona que creían sino un peligroso delincuente, ella sabe la verdad y como convino con Dámaso, le toca decirla.
Sacha Ortiz cita a Marta por la tarde de ese mismo día en la comandancia de Guadalajara. A esa hora de la tarde, las huellas dactilares del detenido y presunto asesino de Fina y José Antonio, corresponden a Dámaso Collado con DNI 00895764Q y no a quien decía ser.
El cartero era el cartero y les ha vuelto a engañar.
Sacha quiere grabar la declaración.
En la casa de Trijueque, se han encontrado otras huellas dactilares, cuya comprobación les ha llevado a identificarlas al 99%, como las de su hermano mellizo, Damián Collado, este si es , el buscado y peligroso Caín, del que nadie sabe nada ni donde puede ahallarse.
En las armas de fuego y munición, las únicas huellas existentes eran las de Cain.
- ¿Que sabe usted Marta?
- A la mañana siguiente del asesinato de Fina y José Antonio, me llama Dámaso, el cartero, del que yo sospechaba estaba liado con mi prima, a la que por cierto jamás había visto tan feliz.
Dámaso, llega a la casa de Marta, desecho en lagrimas, y me dice que lo que me va a contar es crucial para que el asesino de Fina y su marido pague por lo que ha hecho.
- Yo – dice Marta-, no podía creerme que José Antonio fuera capaz de semejante atrocidad, así que las palabras de Dámaso, me abrieron los ojos.
Dámaso sabe quien es el asesino de Fina y su marido. Estas personas han muerto sencillamente por él, Marta queda perpleja y sin poder contenerse, ni esperar a nada, se lanza como una leona herida para agredir a aquel hombre, que llorando la sujeta a duras penas los brazos.
- ¡¡ha sido mi hermano Marta!! ¡¡mi puto hermano mellizo, un asesino profesional!!
- Dámaso – continua Marta – me dijo que no le podían pillar, seguro que no habrá huellas, ni nada que lo puedan relacionar con el crimen además, mi hermano sabe que le tengo tanto miedo que no lo voy a delatar, seria mi palabra contra nada, me mataría, no tengo ninguna duda. Pero hay una forma de hacerles justicia, Marta, pero para ello, te necesito a ti, solo a ti.
Dámaso, le cuenta que el mismo día del crimen, Caín, le contó, en un acto incomprensible, todas o una gran parte de las atrocidades que ha cometido en su vida, le dice a Marta.
En esas horas de triste y dura verdad, Dámaso pudo grabar algunos de los relatos, que entre copa y copa de brandy, nunca le había visto beber tanto, y salidas y entradas a la cocina y al baño, el asesino declaraba sin pelos en la lengua.
Esa misma noche Damián pasa horas escribiendo la parta de la confesión no grabada de su hermano, exprimiéndose la memoria para no perder alguno de los detalles, que podrían servir para verificar la verdad.
- Dámaso me pide, enviar a través de una red social, dos fotos y el nombre de Trijueque, a una modelo italiana que rechazó a Damián en su momento y de la que se vengó dejándola medio muerta. Esa mujer es o era la amante de un capo siciliano para el que el hermano de Dámaso había trabajado, como asesino a sueldo.
Damián esperaba que la familia siciliana, actuara como verdaderos chacales, y se vengase de su hermano y pagara de una vez por todas de sus males.
- También, me aseguró que el se ocuparía de aclararlo todo esto a las autoridades y dejar limpio el nombre del marido de Fina, que era completamente inocente.
Lo que no le dijo a Marta ni a nadie, es que buscaría su muerte lo antes posible.
Se consideraba una persona maldita, ya sin fuerzas y tras la muerte del amor de su vida, ya nada le retenía aquí.
Las grabaciones, casi cuarenta minutos, dieron paso a un terrible silencio.
- Me ha engañado. . dice Sacha-.
La historia es una de las más increíbles que había visto, en primera persona, a lo largo de su vida profesional, y sospechaba que el origen y los flecos de la misma darían motivos y argumentos para que su amigo Víctor Herranz, el periodista ermitaño, abandonara su cómoda contemplación del mundo y se pusiera a escribir.
Capitulo Final
Rogelio, el marmolista de Macedon, cumplió el encargo que Damaso le realizó y cuando este fue enterrado, colocó una simple lapida, no había cruces, adornos ni nada que no fuera el suave pavimento de aquel mármol, donde podía leerse, el epitafio que el propio Dámaso había escrito:
“Caín, vengué tus asesinatos y te arrebate mi muerte” .
Nota del autor.
Si la novela tiene algún éxito, se lo deberé a la osadía de la teniente Sacha Ortiz, que una vez más ha sido expedientada. Ella se lo ha tomado como siempre, ha pedido una excedencia de seis meses y se ha ido buscando a su novio, que sigue intentado remediar las injusticias y el hambre en el África más degradado e imposible. Y por supuesto a Marta, la peluquera prima de Fina, quien desde su entusiasmo ha invadido las redes sociales con la historia y la novela, mis editores, sin embargo, andan justos de entusiasmo conmigo, no les culpo.
Víctor Herranz
La Machota Baja
Octubre 2023
Capitulo añadido en la Según Edición.
El día que firmaba libros en una pequeña librería en A Coruña, conocí a Ignacio Pombo, un coronel retirado de la Guardia Civil, profesor durante muchos años de investigación criminal en la Escuela de Oficiales de la Guardia Civil.
Sacha Ortiz, alumna y admiradora del coronel, le había enviado una foto de una de las hojas que transcribió Dámaso Collado, en la extraordinaria y particular confesión de su hermano Caín.
- Resulta – me dice el coronel Pombo – que en la escuela de oficiales, uno de los casos que mostrábamos a los alumnos como no resuelto y en los que el cuerpo había gastado mas esfuerzos y horas que en ninguno, sin resultado alguno.
Cuando el coronel recibe la información de Sacha Ortiz, empieza por fin a comprender que aquel asesino profesional, Caín, era la pieza que todo lo unía, y ahora si podía determinarse quien había matado, el porque de las tres muertes y quien era el inductor, de dos de los tres asesinados.
Capitulo Único – El enigma gallego
Xosé Barreiro, heredó de su padre, un armador pesquero, dos pequeños barcos que faenaban en los caladeros al sur de Irlanda, en busca de merluza y bonitos. En solo 20 años, D. Xosé Barreiro, era propietario y dueño del 98% de las acciones de la Naviera Barreiro, cuyos 6 buques mercantes, desplazan mas de cuarenta mil toneladas, navegaban por los mares y océanos de Europa, África y América.
El naviero gallego tenía cuatro hijos, Cosme el mayor, Capitán de navío en la armada española, Casio y María trabajaban en la naviera con su padre y el pequeño, Luis, que cursaba estudios en una universidad inglesa, aunque en realidad el tal Luisiñó, llevaba tres meses encerrado en una comuna hippy en la costa este escocesa, fumando toda la marihuana inimaginable y protagonizando una entusiasta participación en las orgias sexuales más liberales y arriesgadas posibles, que eran casi el día a día de aquella granja perdida.
Cinco años atrás, D. Xosé se divorció de su esposa y madre de sus hijos, Margarita Touriño. Un año después contrae matrimonio con una joven mujer, Patricia Limia, Patri para todos. Patri, había sido modelo, recatada srtripper, go-go y azafata de eventos varios. Es en uno de estos eventos, donde conoce a su maridito, con quien intima de inmediato y este poseído por un vigor y una imperiosa necesidad de ella, la pone ¡un piso en A Coruña y ya divorciado, le propone matrimonio, tan solo seis meses después de vivir apareados como una pareja de chimpancés en celo.
El hijo mayor del naviero, Cosme, no le dirige la palabra. Pero hay más daños familiares causados por el nuevo amor encelado de D. Xosé, su madre, Doña Pita, una anciana de casi 80 años, intenta darle con el bastón, cosa que evita providencialmente la criada de la anciana, Rosita, que conoce sobradamente el carácter corajudo de la mujer, quien acalorada dice a su estupefacto hijo:
- No vuelvas más a esta casa, y ya te digo, rapaz, hablare con el obispo D. Cosme Sagran, para que te excomulguen, y ahora quítate de mi vista.
Tampoco su único hermano Juan y la meapilas de su mujer, una diputada del Partido Popular en el parlamento gallego, donde bosteza y dormita bajo los efectos de los valium que lleva tomando hace años, se lo tomaron demasiado bien.
Habían pasado ya cinco años y Xosé Barrerio seguía disfrutando de aquella diosa, que es lo que era Patri para él. Había cumplido sus más deleitosos sueños y había probado todas las delicias que siempre había deseado, más unas cuantas, las más osadas e inconfesables que Patri le había enseñado.
Los negocios le iban muy bien y la felicidad solo se vio interrumpida, por su extremadamente fino olfato, que sin saber ni como ni porque, detectó un ligero cambio en el comportamiento de su amadísima mujer. Aguantó un mes más y viendo que su nariz seguía detectando cosas raras, mandó venir a un viejo amigo, un guardia civil a punto de jubilarse y al que la Naviera Barreiros había “contratado en dinero B” a tiempo parcial, para solucionar algunos problemillas que siempre surgen en el azaroso mundo de la carga y descarga portuaria.
El viejo guardia, le confirma sus peores temores. Patri, su Patri, se las esta teniendo con una de las personas más odiosas e indeseables para el naviero gallego. El director regional de Aduanas, un viejo y encarnizado enemigo, Álvaro Amor.
Aquel duro golpe fue asimilado por un hombre hecho así mismo malamente, durmiendo poco, bebiendo de más y llorando algo menos de lo que hubiera debido.
En un viaje de negocios a Madrid come con un gran naviero muy conocido y muy amigo, quien ha tenido algunos líos de faldas y familiares que podían verse y leerse colgados en papel cauche en quioscos y librerías de medio país.
- Toma, - y le entrega una tarjeta - si lo que quieres es solucionar la cornamenta, llama a D. Jaime, muy caro pero seguro como nadie.
Así es como D. Jaime vuelve aparecer en la vida de Caín.
Una de las otras veces, fue para encargarle el secuestro de Doña Catalina.
La solución definitiva que le encargaron a Caín, le costó casi dos meses llevarla a efecto, cosa que tenia de los nervios al naviero, quien nunca conoció al ejecutor de su mandato.
Los amantes Álvaro Amor y Patricia, procedían con suma cautela. Sus encuentros no eran muy frecuentes y el seguimiento se hacia difícil, porque casi siempre se internaban por unas pequeñas y endiabladas carreteras locales del interior, cada uno en su vehículo donde era muy complicado y expuesto seguirles.
Pero Caín, era paciente y después de revisarse concienzudamente el terreno, creyó saber donde se encontraban los amantes, el punto de reunión, el lugar para satisfacer sus más vivos deseos y acertó.
Cada uno de ellos se dirigía al lugar del encuentro desde orígenes y carreteras diferentes. Muy cerca del punto de encuentro, vivía una de las tías favoritas de Patricia, por lo tanto, encontrarse por aquellos lugares podría estar justificado. En cuanto a Álvaro Amor, había heredado de su abuela, una cabaña en el monte, que había convertido en un refugio privado y para ejercitar una de sus pasiones, la caza.
La carretera local LC-234 terminaba su sinuoso recorrido en Maisme, una aldea deshabitada, donde Patri dejaba oculto su coche. Al final de la aldea, un camino de tierra, iniciaba una dura subida por la ladera del monte Aganzo, cuyas empinadas faldas, le hacen parecer más alto de lo que realmente es. Casi en la cima de ese monte, estaba la cabaña de Álvaro Amor y allí festejaban lo suyo en absoluta libertad y sin cortarse ni un pelo en jadeos, chillidos y risas, como pudo comprobar Cain, la feliz pareja.
La bajada por el estrecho camino de tierra, fue el punto clave donde Caín, creyó encontrar el método de eliminación. Aquel camino estrecho, sinuoso, tenia sobre todo una curva, a izquierdas con un pequeño cambio de rasante, donde el conductor apenas si tenia visibilidad y donde cualquier pequeño error, él estuvo a punto de cometerlo, podría precipitar el vehículo ladera abajo, hasta caer por un barranco que terminaba entre arbustos, y unas piedras quince metros más abajo.
Cuando la pareja subió en coche desde la aldea abandonada hasta la cabaña en el coche de Álvaro Amor, Caín lo preparó todo, extendió a lo ancho del camino una cadena, que al tirar de ella, sobresalían unas pequeñas cuchillas, que reventarían las ruedas del vehículo, ya sin control, el coche debería precipitarse en caída libre, por aquella ladera casi vertical, en caso contario, si el vehículo quedara en el camino, no le quedaría más remedio que liquidar el problema pistola en mano.
En todos sus seguimientos, por allí jamás vio a nadie, excepto algunos jabalís y un par de zorrillos que tonteaban encamados.
Abajo, un par de garrafas de gasolina esperaban acontecimientos.
Tres horas después el Citroën de Álvaro Amores, bajaba por el camino con cierta velocidad, y como estaba previsto, unos metros antes de llevar al punto exacto, Caín tiró de la cadera de hierro, las afiladas puntas hicieron su aparición, no había forma de evitarlas. Las cuatro ruedas del vehículo se reventaron por completo y ya sin control por parte del conducto, el coche, se precipitó por donde Caín lo había calculado.
Caín tuvo que dar un enorme rodeo hasta bajar al fondo del barranco donde el coche, había caído boca abajo, ligeramente escorado hacia el lado del conductor. Una débil humareda y las destrozadas ruedas señalando al cielo, fue su primera visión. El techo completamente aplastado en la zona del conductor y el estado del cuerpo de Álvaro, que a penas se veía desde fuera, se encontraba completamente destrozado.
Cuando Caín, se dio la vuelta para tomar las garrafas de gasolina y prender fuego a aquel amasijo de hierro y a sus ocupantes, escuchó para su sorpresa la voz de un anciano, pequeño con apariencia de haber sobrepasado hace años los ochenta. Eladio, el cabrero de Moiain, una aldea cercana. Le acompañaban sus veintipocas cabras y su perro mastín, probablemente tan viejo como él, quien lo miraba impávido.
- Pero nai de deus, xa viches. Voou de ali arriba, ninguén quedaría vivio, ¡nom? – dijo el viejo Eladio –
- ¿me ayuda abuelo?
- ben claro, rapaz.
Los dos se acercan al coche, con gran dificultad. Caín lleva las garrafas de gasolina, se aproximó al vehículo, empieza a rociar las destrozadas ruedas del coche, y a continuación echa gasolina al interior del vehículo, por la zona donde están los cuerpos de los pasajeros.
En ese momento se da cuenta, que Patri, esta bocabajo, con la cabeza ladeada presionada contra el techo hundido del coche, pero tiene los ojos abiertos y gime, no esta muerta.
La mira, y un chorro de gasolina la ciega y empapa por completo su cara y su pelo.
Eladio, sofocado, llega en ese momento hasta el vehículo, no puede abrir más sus minúsculos ojos, extrañado, no comprende que esta haciendo aquel hombre, pero el olor de lo que está esparciendo es gasolina, no hay duda.
El hombre de melena negra, se acerca a la figura diminuta de Eladio, le coge por las asilas, como quien levanta en brazos un bebé, y lo sube con facilidad en todo lo alto del coche, el hombre allí tendido mira desesperadamente a Caín, este sonríe y un fosforo encendido hace que los restos del coche y los tres cuerpos, ardan sin remedio alguno.
El coronel Ignacio Pombo, me dijo que con esta información sabíamos la verdad, pero judicial y penalmente, no esperaba para nada que el artífice de aquella masacre, pagara por ello.
Y sí, puede ser, como en otros crímenes cuyo brazo ejecutor fue Caín.
Para Ema, Laura y Emma, mis decepcionadas musas
J.C. Manzano – Julius Marx
Octubre 2023
Ahora si, F I N
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