LA FÓRMULA
Tercer Capítulo
En episodios anteriores: JJ se encontró un pendrive con un PDF donde aparece una fórmula extraña y desde ese momento es un tipo vigilado. Su vecino, un coronel de farmacia jubilado, a quien le muestra el documento, alarmado le dice que aquello es la fórmula maquiavélica, quizás, la de un gas venenoso. JJ está horrorizado.
Cuando JJ llegó esa tarde al súper, Ibrahim le señaló, como casi siempre, con un gesto cómplice, cuál era el bollete de pan de pueblo más reciente. La agente Pérez, que seguía a JJ, vio en aquel extraño movimiento la confirmación de que JJ estaba pringado en el asunto hasta los tuétanos. Ya no cabía la duda, JJ formaba parte de la trama. Minutos después le detalló al hombre más alto del Nissan la escena —el panadero del súper debe ser otro contacto—, a lo que el hombre más alto respondió: —Le vigilaremos. Y lo dijo, así del tirón, sin especificar nada más. Ninguno de los dos se preguntó si en el bollete de pan se ocultaría alguna cosa secreta, lo que dice muy poco a su favor.
Ya en su casa JJ, cumplió su ritual habitual. El coronel la madrugada anterior había sido muy claro: me tengo que llevar esto para que lo analice mi amigo Varela, que es científico. De todas formas, por si acaso, JJ llamó al timbre del coronel, no siendo que hubiera alguna noticia concluyente, pero no obtuvo respuesta.
El coronel esa misma tarde se había acercado a ver a Varela, científico en el CESIC, y quizás el mejor jugador de bridge que haya conocido el coronel en sus muchos campeonatos jugados. Varela acopló el pendrive en su ordenador y solo con un primer vistazo, sintió un escalofrió que le puso los pelos como alcayatas. Los dos amigos decidieron ver aquel panel de números y símbolos en la calma del chalé de Varela en Moralzarzal y estudiarlo más a fondo. Además, y esa era una alentadora motivación, hacía tiempo que no pasaban una velada con las hermanas Sanpedro, sus vecinas.
Las hermanas Sanpedro (Lali y Terele) habían llegado a su mundo el mismo día y con la jubilación debajo del brazo. Son riquísimas de nacimiento y, a los catorce años, se negaron en redondo a hacer nada con sus vidas. Hijas de un prestamista en los infames años sesenta y de una rica hacendada de fincas que la vista no era capaz de ver el final. Su respuesta a papi y mami fue rotunda: ¡NO!, a la pregunta; ¿es que no pensáis hacer nada? Convertidas en herederas universales, decidieron vivir, como Dios, de las suculentas rentas que trimestralmente les liquidan en persona: Rubio y Palomo - Administradores de Fincas. Además de unos cuantiosos saldos con ocho dígitos (altos), poseen tres orondos edificios, al completo, en lo mejorcito del barrio de Salamanca de Madrid y medio polígono industrial en Villaverde. Las hermanas Sanpedro tienen un Mercedes recién salido de Stuttgart, un bonito chalé con un jacuzzi para cuatro y un jardín de cemento y hormigón que ni lo pisan. Las dos se han dejado unos cuantos girones de piel en los mejores quirófanos de estética de la capital y con esto han conseguido ser previsiblemente resultonas y felices a ratos. La relación con el coronel y Varela les viene de lejos, cuando se enfrentaron en una memorable final en el campeonato de bridge en el casino de Puerto Banús. Ganaron las Sanpedro. Los cuatro añoran, con falso rubor, el goce de aquel día cuando tiñeron sus cuerpos desnudos bañados por la luz del alba en una solitaria playa de Marbella de arenas importadas del Sahara.
Después de un par de horas de minucioso y detallado estudio, las peores noticias empezaban a tomar cuerpo como ciertas. —Esto es la formulación de un gas licuado —dijo Varela—. —Ya, ya —contestó el coronel esperando algo más de Varela.
—No me he explicado bien, coronel, quiero decir que lo que pretende la formulación es formar un gas que puede ser quemado y trasvasado a la atmósfera, en estado gaseoso; o mucho me equivoco o es letal de cojones.
El coronel sintió como si la sangre se le hubiera retirado de las piernas. Un frío le subía por las pantorrillas, corvas arriba hasta las ingles, y la lengua se le quedó árida como un estropajo antiguo.
—Pero eso no es fácil, me refiero a quemarlo y, además, Varela, ¿cuál sería el objeto de esta acción?
—Coño, coronel, pareces nuevo. T e r r o r i s m o.
—¡No me jodas, Varela! —suspiró fatigado el coronel. Como si fuera tan fácil construir el gas y luego quemarlo; a ver, dime, cómo y dónde. —Necesito pensarlo —le contestó Varela un tanto mohíno y ofendido.
Mientras JJ se recreaba con Pepa Bueno y su Telediario y cenaba cinta de lomo con ensalada; era lo que tocaba ese día, en el súper de enfrente de su casa, Ibrahim el panadero, terminaba su jornada. Ibrahim, al salir, se encontró con un hombre parecido a él que le abordó de frente y por derecho: Salam Malecum. —Malecum Salam —contestó Ibrahim. —Hermano, Ala te llama —le dijo el desconocido.
La partida de bridge y el DYC de doce años habían dejado atrás el gas tóxico y las conjeturas. Las hermanas Sanpedro aparecieron, para la ocasión, empotradas en dos vestidos ceñidísimos, de colores atrevidos, donde sus generosos bustos se solazaron con sugerentes temblores, dejando al descubierto una buena parte de su anatomía. Las Sanpedro dan el pego, aparentan algunos años menos de los que tienen, juegan al bridge como Dios y distraen mucho al adversario con sus excesivos escotes. El coronel y Varela sabían casi al empezar que perderían la partida, pero ganarían un par de camas bien calientes, y eso, tal y como había ido la tarde, era hasta cierto punto consolador.
JJ se acostó pensando en el PDF y en aquellos enrevesados números. Tenía un presentimiento, el que no era hombre de tener casi nada. Esa noche dejó a Natasha, la espía soviética, casi en el mismo lugar que la noche anterior. Apagó la luz y decidió que no era noche para leer.
A las cinco menos cuarto de la mañana, el coronel sintió un zarandeo. Ya había tenido bastante movimiento con la Sanpedro, pensó, pero al entreabrir sus legañosos ojos descubrió en la penumbra la cara desfigurada y contrista de Varela.
—¡¡En los autobuses, coronel, en los autobuses!!
El coronel se quedó helado, pese al edredón de plumas y el caliente cuerpo de la Sanpedro que roncaba y ventoseaba con furia.
Continuará…
No hay comentarios
Publicar un comentario